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Vettonia obliga

Sobre el blog

En este blog quiero recoger algunas de mis lecturas, pasajes de mi vida académica y de mis viajes, así como ideas sobre la cultura y la sociedad actual.

Calama

Viajes Posted on Sat, March 14, 2015 15:55

Calama es un sucio enclave
en medio del desierto. Es lo mejor que puedo decir del lugar. Cuando uno se
aproxima a la ciudad ve las cunetas llenas de neumáticos viejos, botellas y
basura variada. Además, llegué el 19 de septiembre, en plenas Fiestas Patrias,
y lo único que había abierto eran salas de tragaperras y algún que otro
prostíbulo, por lo demás situados en pleno centro del pueblo. Al caminar por
alguno de los barrios residenciales pude entrever a sus habitantes bailando
cuecas con unas cuantas copas de más. El ambiente es sórdido, como corresponde
a una próspera ciudad minera, lo que se reflejaba en el desvencijado hotel en
el que me alojé. Una vez en Santiago, los compañeros de la Universidad me dijeron
que era probablemente la “ciudad más fea de Chile”. Debí asentir.

Es, sin embargo, un
pueblo enormemente importante, ya que la minería es una de las principales
fuentes de ingresos del país. La balanza comercial chilena es en estos momentos
positiva. Es un país exportador de materias primas. Entre ellas, destaca la aludida
minería, que supone casi la mitad de las mismas. Solamente el cobre es el 30%
de las exportaciones del país. A estas habría que sumar productos agrícolas,
ganaderos y pesqueros, junto a productos químicos y papel y pulpa para
fabricarlo. Sin embargo, el país importa gas y petróleo, automóviles,
electrónica o maquinaria industrial. Es decir, exportan materias no elaboradas
de bajo valor añadido e importan productos elaborados de alto valor
añadido.

La deuda pública
ronda el 6% del PIB. Lo que visto en términos del gran endeudamiento de sus
vecinos o de los países más desarrollados apenas supone nada. En principio esta
baja deuda pública junto a una saneada balanza comercial muestra una economía
solvente. Sin embargo, de cara al futuro es previsible que sufran reveses
cuando las materias primas escaseen en el territorio o los precios sufran
convulsiones. Su estructura productiva y educativa no está preparada para
competir a base de productos o servicios de alto valor añadido. En muchos
sentidos, su economía sigue siendo fuertemente colonial.

Un aspecto que
llama la atención es la gran presencia de empresas españolas en Chile. El
sector servicios y de la energía está copado por las mismas. En la banca son
predominantes el Banco de Santander y el BBVA. En el sector eléctrico Endesa
controla una buena parte del pastel. La empresa azucarera Iansa está controlada
por Ebro. La principal compañía de telefonía es Movistar. Zara, aunque todavía
con reducida presencia, se encuentra en los centros comerciales, donde es
considerada una marca cara y prestigiosa.

Estas empresas
ocupan sectores estratégicos y además son muy visibles (no ocurre lo mismo con
las empresas mineras de Estados Unidos o Japón, en un discreto segundo
plano), lo cual genera cierto grado de resquemor entre la población. En San
Pedro de Atacama, comiendo en un restaurante popular, escuché como el camarero,
y dueño del local, le decía a un cliente habitual: “Mira los españoles, los
echamos, y ahora están de nuevo por todas partes”. Los “coños” somos percibidos
como nuevos invasores. Aunque la conquista, la verdad sea dicha, lo haya sido
con la aquiescencia de la clase alta chilena.

Una derivada de
esto es la presencia de españoles en el país. En Santiago coincidí con varios
ingenieros y arquitectos que estaban llevando a cabo diversos proyectos. El
nivel de desempleo es muy bajo y Chile ofrece muchas oportunidades para el
personal cualificado. Entre julio y agosto de 2011 el país presentaba un nivel
de desempleo de tan sólo el 7,4%. Además, en muchas regiones este era
sensiblemente inferior, rozando el pleno empleo (que aquí sitúan con menos del
6% de desempleo). Además, el 85,2% de los trabajadores cuentan con un contrato
escrito. Esta última puede parecer una cifra baja si se compara con la
situación en Europa, pero no sí se hace con los países del entorno. Ernesto
Guevara decía hace bastantes años: “Como país, Chile ofrece posibilidades económicas a
cualquier persona de buena voluntad que no pertenezca al proletariado, vale decir,
que acompañen su trabajo de cierta dosis de cultura o preparación técnica”.
Esta afirmación continúa siendo cierta. Chile es un país que aun sigue
acogiendo amablemente a profesionales.



San Pedro de Atacama (VI)

Viajes Posted on Mon, March 09, 2015 11:57

Como despedida, en
plenas Fiestas Patrias, visite los baños de Puritama. Es un barranco en medio
del desierto, en el que mana agua a 35ºC. Parece que desciende de fuentes termales
en los volcanes y que llega hasta allí por canales subterráneos atravesando el
desierto. Es un agua cristalina, sin apenas sal y carente de olores a azufre u
otras emanaciones volcánicas. El agua ha sido represada en ocho piletas. La
superior, en la que el agua está más caliente, está reservada a la empresa
propietaria del terreno (un grupo hotelero que, pese a ser propietario, no
puede edificar por ser un área protegida). Tras ella, siete charcas de
diferente profundidad, tamaño y temperatura del agua, que desciende a medida
que se aleja de su fuente hasta los 24 o 25ºC en la última.

Lo pasé bien, creo
que no me he bañado tanto en años. Estuve al menos dos horas sumergido. La
única pega fue que había demasiada gente, porque era 18 de septiembre. Aunque,
la verdad, tampoco hasta el punto de llegar a ser agobiante.

El viaje de ida y
vuelta no resultó especialmente atractivo: media hora a través del desierto,
subido en una furgoneta habilitada para llevar pasajeros. La única nota de
color la puso el conductor, que había visitado Segovia “la tierra de sus
antepasados”. Es curioso, pero lo que más recordaba era el cochinillo y el
jamón “de pata negra”. El resto de compañeros eran chilenos que
viajaron hasta allí para aprovechar las Fiestas Patrias.

El lugar parecía
haber estado habitado en el pasado. Las laderas estaban cubiertas de terrazas
en desuso y de pequeñas viviendas o almacenes de piedra con el techo plano de
barro. Además, el guarda del lugar me comentó que antiguamente las caravanas de
arrieros que atravesaban los Andes con ganado argentino terminaban descansando
allí una vez entregadas las reses.



San Pedro de Atacama (V)

Viajes Posted on Mon, March 02, 2015 11:40

También realicé la
visita más popular: los geysers del Tatio. Uno se tiene que levantar a las
cuatro de la madrugada –ese día, además, una noche especialmente animada,
porque los atacameños estaban celebrando con anticipación las Fiestas Patrias–,
para ser conducido en una autobús, que durante algo más de dos horas salva los 90 kilómetros que hay
entre los geysers y San Pedro. A medida que pasa el tiempo, el aire se hace más
escaso y el frío más intenso. Los cristales del autobús se congelan y ni las
mantas que la organización reparte sirven para mucho. En esas dos horas se sube
de los 2.200 a los 4.360 msnm , pasando en un momento por los 4.600. Arriba,
cuando se llega a eso de las seis de la mañana, el frío es atroz. Estábamos a -16ºC, y eso que era un día
bueno, porque cuando hace frío realmente se llega a los -35ºC.

Los geysers son
impresionantes, pero, la verdad, apenas pude disfrutarlos, porque el frío no me
dejaba pensar en otra cosa. No son grandes columnas de agua lanzadas hacia el
cielo, sino enormes columnas de vapor de agua. Se producen al amanecer porque
el hielo se deshace y entra en contacto con las rocas calientes. Entonces
hierve y el gélido ambiente de la mañana permite contemplar esas columnas de
vapor de más de 10 metros
de altura. El lugar, por lo demás, encierra su peligro, ya que se camina sobre
una cáscara de roca bajo la cual fluyen arroyos de agua hirviendo y pozas
listas para escaldar al infortunado que caiga en ellas.

Hay en el campo
geotérmico una piscina en la que el agua mantiene la temperatura de 35ºC, que es aprovechada por los
visitantes para darse un baño. Ni que decir tiene que no me desnudé a -16ºC para tomar ese baño.
Solamente podía pensar en tomar el sol y que la sangre volviera fluir por mis
píes. Después, tomamos un desayudo, con más frío que ganas. Probé el mate de coca,
que me espabiló un poco. Aunque, la verdad, no sé si por el efecto de las hojas
de coca o simplemente por tomar una bebida caliente.

El mayor problema
que encontré en el lugar, de nuevo, fue la saturación de turistas. Demasiada
gente, en el mismo lugar y a la misma hora. Pero las características del
“espectáculo” no permiten otra cosa. Todo se concentra en un par de horas al
rayar el alba.

La vuelta fue más
rutinaria. Vimos desde el autobús grupos de vicuñas, alguna vizcocha huidiza
(una especie de conejo) y aves anidando en un río. Hicimos escala en Machuca,
una aldea casi despoblada, en la que sus escasos habitantes sobreviven cuidando
sus llamas y vendiendo empanadas a los turistas. El guía me comentó que en
verano el pueblo adquiere más vida, porque cientos de trabajadores suben a
recoger en los lagos deshelados un excremento flotante que se genera en el
invierto y tiene grandes propiedades como abono. No comí nada en los veinte
minutos que nos dieron para abrevar. La verdad es que en esta salida, como en
la del viernes, me sentí como una oveja. No pasó lo mismo en los dos días
primeros, en los cuales estuve mucho más a gusto en un grupo más pequeño y con
menos masificación en los lugares de visita.

La tarde la pasé
comiendo, echándome una buena siesta y recorriendo las dos o tres calles del
pueblo. Tienen nombres tan sonoros como Avenida Caracoles, Avenida Licancabur o
la Calle Gustavo
Le Paige. El pueblo en sí no es más que una sucia y terrosa aldea en medio del
desierto, que el turismo ha redimido un tanto. Lo único que destaca es la
iglesia pulcramente encalada, que obviamente está dedicada a San Pedro. Sus
habitantes son una curiosa mezcla de peruanos y bolivianos junto a chilenos
adornados con crestas mohicanas, coletas o rastas y vestidos con ropa de
montañero. Se diferencian de los turistas sobre todo por el tono bronceado de
su piel y por lo polvoriento de sus ropas, pero comparten un mismo estilo
mochilero, que contrata con la pulcritud un tanto anticuada de los
santiaguinos.



San Pedro de Atacama (IV)

Viajes Posted on Fri, February 20, 2015 13:06

Tras la excursión a
la montaña pasé la mañana durmiendo y dando un breve paseo para recoger piedras.
La verdad es que esto es un paraíso para los coleccionistas de rocas y
minerales. Por la tarde, tras comerme unos porotos, fuimos a visitar el Valle
de la Muerte, yermo paraje al sur de San Pedro, y el Valle de la Luna. Este
último es especialmente interesante, con sus antiguos y extintos geisers,
rodeados de calcita vitrificada, sus enormes dunas, cañones y cortadas. Es un
enorme mar de yeso, cenizas volcánicas y arena. Ver la puesta de sol desde la
altura de la Duna Mayor
y contemplar el Licancabur fue una experiencia única. El único inconveniente es
la masificación. Son tantos los turistas a la misma hora que no se disfruta del
recogimiento que merece el desierto. No por nada se dice que las grandes
religiones vienen del desierto.
Valle de la Muerte.
Cerca de San Pedro de Atacama.

Lo que es cierto es
que en estos espacios con tan escasa presencia del ser humano, uno se siente
insignificante e impotente. Cuesta imaginarse a los “Conquistadores”, cuatro
extremeños, dos andaluces, tres castellanos, un gallego y algún vasco,
atravesando estos parajes a lomos de mulas y caballos con apenas la ayuda de
sus espadas y arcabuces, y una fe inquebrantable en su razón y superioridad
moral. Combinada, claro está, con una ambición y ansia de oro y fortuna
igualmente insaciable.



San Pedro de Atacama (III)

Viajes Posted on Sat, February 07, 2015 13:37

Durante esos días visité una laguna en el altiplano a 4.200 msnm. La altura se
notaba, sobre todo en la caminata que hicimos los últimos dos o tres kilómetros
al acercarnos a la laguna Miscanti. Cuando ascendíamos por alguna pendiente,
notaba que el corazón trabajaba más deprisa y forzado de lo normal. Además,
costaba respirar y al hacerlo por la boca tragaba un aire helado que me
congelaba los pulmones. Hay ascensiones a los 5.000 o 6.000 metros, al
cráter de los volcanes, pero no creí tener la forma física para intentarlo.

Después, almorzamos
en Socaire. Bastante tarde, porque subiendo el autobús se calentó y tuvimos que
caminar hasta que bajó la temperatura del motor. Fue una comida simple, pero
sabrosa, compartida con unos compañeros hambrientos que apenas hablaron. El
pueblo en sí no tiene nada de especial, unos cuantas casas con una iglesia
desangelada. Lo único destacable son las terrazas de origen incaico o, más
bien, de la cultura de Tiwanaku, en las que se cultiva grano –en verdad se
cultivaba, pues tienen todas ellas un aspecto abandonado–.

Hicimos escala
también en el pueblo de Toconao. Es una pequeña población que conserva un
campanario hecho por los españoles, uno de los emblemas de la región, con
materiales locales: madera de cardón (un cactus de crecimiento muy lento, hoy
protegido), vigas de chañar y paredes de adobe. La pequeña iglesia fue
reconstruida recientemente tras sufrir graves desperfectos durante un
terremoto. Lo más significativo es que tras el altar mayor, a la derecha según
se entra, tiene una imagen de la Santa Trinidad con un dios antropomorfo,
acompañado de Jesús y, tras ellos, de un pequeño círculo de plata con la imagen
de una paloma representando al Espíritu Santo. El resto del pueblo carece de
encanto.

La visita terminó
con una breve estancia en el Salar de Atacama, en concreto en la laguna Chaxa.
Es un humedal salobre en medio de una tierra donde la sal aparece en cada
centímetro cuadrado del terreno. Lo que más me impresionó fue el olor, muy
parecido al que desprenden las algas descomponiéndose a la orilla del mar. Por
lo demás, sobreviven allí a duras penas algunos pequeños ratones, unas
lagartijas y varias especies de aves. Destacan sobre todo, los tres tipos de
flamencos que anidan allí: el andino, el chileno y el de James. También pude
observar al caití, un pájaro con el pico doblado hacia arriba. Todos ellos
sobreviven alimentándose de unos crustáceos de unos pocos milímetros. El lugar
me provocó una extraña sensación. La verdad es que es el lugar más inhóspito en
el que he estado. Con diferencia, es peor que el desierto, pues todo aquí
parece hostil a la vida. Durante toda la visita estuve deseando abandonar el
lugar, algo que no me había pasado antes.

En este viaje
coincidí por segunda vez con Alonso, un chico de Costa Rica. La verdad es que
congeniamos. Se dedica a temas comerciales y, por ello, además de por
apetencia, había viajado mucho por todo el mundo, sobre todo por Latinoamérica.
Tras la jornada cené con él en La
Estaka, un restaurante orientado a turistas de San Pedro,
pero de buena calidad. El risotto con camarones resultó estupendo y además me
sirvieron uno de los mejores cafés que he tomado en Chile (país, dicho sea de
paso, que maltrata profundamente este producto). Fue una lástima que su transfer al aeropuerto saliera pronto y
no pudiéramos continuar viaje juntos. Olvidé darle mi tarjeta, de lo que me
arrepiento. Ha estado, y dijo que volvería, varias veces en Madrid, y me
hubiera gustado acompañarle por la capital.

Después marche,
aconsejado por el camarero, a tomar unos piscolas en el Café Export. Una cosa
curiosa es que en San Pedro está prohibido por ley beber si no se come. Ahora
bien, hecha le ley, hecha la trampa. Te sirven unas porciones minúsculas de
pizza, muy baratas, y con eso se entiende que estás comiendo. La gente no las
suele probar, por lo que es curioso ver la barra del bar con una buena cantidad
de minipizzas que nadie come. El local es interesante porque es frecuentado por
los atacameños, que además estaban calentando motores para las Fiestas Patrias.
Cuando llegó la hora de cierre, a eso de las 12:30, los clientes se marcharon a
una “fiesta clandestina”, es decir, a continuar bebiendo y bailando en la casa
de alguno de los presentes.

Laguna Chaxa. Salar de Atacama.



San Pedro de Atacama (II)

Viajes Posted on Sat, January 17, 2015 12:00

Atacama, desierto
de salitre y lagunas de salmuera. Este es uno de los desiertos más áridos del
mundo. Dicen los lugareños que en su parte más seca no hay registros de lluvia
desde los años veinte. Es una gran llanura circundada de grandes montañas y volcanes.
Hace cientos o miles de años fue un gran lago o mar interior, de hecho, parece
que todo Chile emergió del mar, que fruto de los cambios climáticos posteriores
a la última glaciación se desecó. Ahora este desierto solamente recibe el agua
que desciende de los Andes a través de ríos superficiales o subterráneos. Bajo
una gran capa reseca se esconde una gran cantidad de agua salada. El suelo está
formado por el detritus arrojado por miles de erupciones volcánicas y dicen que
las cenizas tienen una profundidad de más de mil metros. A resultas de lo
anterior, es un terreno riquísimo en minerales, sales y aguas subterráneas.

Toda la región es
un enorme desierto enclaustrado entre los Andes y la cordillera de Domeyko. De
hecho, esta última cadena montañosa separa el desierto de Atacama propiamente
dicho, de de la región que visité. En ella se combina el desierto con el
altiplano. La cordillera de Domeyko, además, es un tapón natural que impide que
el agua de los Andes llegue al desierto, reforzando su aridez.

Quizá no sea el
volcán más alto, ni el más imponente, pero el Licancabur es el más emblemático
de la región por su magnífica estampa. Encierra en su belleza el peligro y la
destrucción dormida. Ahora, en su cráter, guarda la reserva de agua más alta
del planeta. O, dicho de otra forma, tiene un gran lago en su cráter que
disputan Bolivia y Chile.

Tras acomodarme en
el Hostal Puritama y contratar las correspondientes excursiones, partí esa
misma tarde a visitar la
Laguna Céjar. Se trata de un charco salobre en medio del
desierto, con tal nivel de sal que se flota en el mismo al igual que ocurre en
el Mar Muerto. La laguna tiene un color azul intenso, que contrasta con los
ocres del desierto. También visitamos los Ojos del Salar, dos pozas en medio
del desierto, y la
Laguna Tebinquiche, que se caracteriza por una gran extensión
y una profundidad mínima. En el lugar más hondo tiene apenas 50 centímetros, por
lo que teóricamente se puede andar más de un kilómetro de orilla a orilla.

Lo más bello del
lugar fue la puesta de sol, en la que se funden los amarillos, naranjas y
rojizos con el intenso azul del agua y la arena casi blanca del desierto.



San Pedro de Atacama (I)

Viajes Posted on Mon, January 12, 2015 12:18

El norte, con su
desierto, su altitud y su imponente cordillera no tiene nada que ver con el
Chile central. Durante el viaje en avión pude ver los Andes, que se extienden
ante los ojos sin apenas vegetación ni vida aparente durante cientos y cientos de
kilómetros. Lo que más me sorprendió fue la ausencia de seres humanos.
Acostumbrado a Europa, donde cada centímetro de terreno ha sido modificado por
el hombre, estas vastas extensiones son un campo casi virgen. Aun así, el
laborioso ser humano deja su impronta. De tanto en tanto, se ven gigantescos
agujeros, minas a cielo abierto, excavados para arrancarle a la tierra sus
preciosos recursos minerales.

El aterrizaje en
Calama, ciudad que parece sacada de un telefilme del lejano oeste, también es
sorprendente. El avión se aproximó a una tierra plana, cubierta por unos
cuantos rastrojos, y aterrizó en un pequeño terminal en medio de la nada. No
era mucho mayor que una estación de autobuses. Dejar Santiago y aterrizar aquí
da la sensación de cambiar de país, pero así es Chile angosto y extensísimo,
con una enorme variedad de climas y tipos humanos. Aquí la población es más
parecida a la peruana o boliviana, con la cual mantiene vínculos indudables. En
la calle se pueden ver mujeres con pañuelos en la cabeza, portando niños en sus
brazos o diversos enseres como podrían hacer en La Paz, Lima o Cuzco.

Debo contar que
justo antes de salir para el norte, a eso de las 4 de la mañana, se produjo un
terremoto en Valparaíso. Alcanzó los 6 grados en la escala Richter. Me levanté
sobresaltado antes los movimientos de la cama y del resto del mobiliario. Reconozco
que tras mi primer terremoto ya no fui capaz de conciliar el sueño. La mañana
siguiente, lo comenté con el taxista camino del aeropuerto:

– Esta noche hubo un
terremoto, ¿verdad?

– No, señor,
temblor no más.

En fin, creo que
allí están más que acostumbrados a los movimientos de la tierra. En un país con
más de 150 volcanes y situado en plena fractura tectónica es normal que lo
consideren algo habitual. Aunque, reconozco de nuevo, no fui capaz de volver a
dormir esa noche.



Valparaíso (y VIII)

Viajes Posted on Sun, December 28, 2014 14:36

Cuando mi esposa viajó unos días a visitarme, volví con
ella a Valparaíso. No alojamos en la casa de un importante político chileno.
Tiene una casa enorme, decorada con grades tapices (su origen, me contaron, era
dudoso, pues se trataba de una donación al Estado que había hecho suya),
esculturas de madera y muebles antiguos. La vivienda, pese a no estar en un
estado de conservación excelente, tiene el encanto que emana de toda la ciudad.
Exteriormente no se diferencia mucho del resto de las construcciones de
Valparaíso. Se trata de un sólido caserón, pintado de azul, cubierto de grandes
ventanales mirando a la bahía y con un pequeño jardín bajo los mismos. Se
encuentra distribuida desde la entrada principal, que se realiza por el lado
opuesto a la costa, en torno a una gran escalera de madera que la divide en
dos. Enormes salones y habituaciones se sitúan a ambos lados de la misma
siempre con luces hacia el mar. Bajo el principal se encuentran las cocinas y
las habitaciones del servicio, donde se alojaba la mucama y su familia.

Conseguimos el alojamiento a través de Michael, al que ya
me he referido como “el pirata alemán”, pues tiene un acuerdo con la casera
para alojar turistas. Supongo que el dueño hará la vista gorda con el objetivo
de poder así pagar un sueldo de miseria al servicio. El único condicionante es
que si este llama –dicen que siempre lo hace–, debe desalojarse rápidamente la
habituación. Estuvimos allí una noche, porque la segunda efectivamente llamó
diciendo que tal vez unos amigos pasaran la noche en la casa. Decidimos
marcharnos un poco por la incertidumbre de la situación y otro tanto porque
estábamos cansados tras dos días de caminar por Valparaíso.

Lo mejor de la jornada fue la cena que hicimos en el
mirador que corona la casa. Se trata de una buhardilla acristalada desde la que
se divisa toda la bahía. De noche es un magnífico espectáculo contemplar todos
los cerros iluminados y las luces de los barcos atracados tomando un buen vino
chileno. Después nos esperaba una de las camas más cómodas en las que he
dormido, desde la que también se podía ver toda la ciudad ya que la habitación
quedaba cerrada por un mirador que ocupaba toda su pared oeste.

Volví a la casa de Neruda, recorrimos los cerros más
destacados, visitamos el museo de pintura al aire libre y paseamos por el
puerto y El Plan. Entramos al edificio de la bolsa, donde un anciano nos
explicó el lugar esperando una propina que nunca llegó. La verdad es que en
esas situaciones nunca sé como comportarme, me cuesta decir que no, pero si al
final doy algo de dinero tampoco me siento cómodo. En eso se nota mi educación
castellana: ni pedir ni dar nada, los hombres tienen que ser autosuficientes y
no mostrar ninguna debilidad. Envidio a algunos amigos que, como hombres de
mundo, siempre saben dar una limosna o una propina en un tono jovial, de un
modo que no enoja al que la da ni al que la recibe.

Almorzamos un día en el famoso restaurante Cinzano, que
resultó ser un lugar pintoresco, aunque ninguna maravilla desde el punto de
vista culinario. A mi mujer le gustó mucho la ciudad, con sus empobrecidas
calles llenas de colorido y casas con tendales llenos de ropa.

También pudimos entrar en la iglesia luterana del Cerro
Concepción, que en la anterior vista estaba cerrada por reforma. Una simpática
chica, con acento alemán, nos mostró el templo, primorosamente arreglado y
preparado para el culto. En uno de sus laterales, se guardaban los libros de
himnos en un cajetín numerado. Un libro por feligrés, lo que contrasta con un templo
católico, en el que los únicos libros se encuentran bajo la custodia del
párroco. Es la diferencia, supongo, entre una religión moderna y una anclada en
la Edad Media.
El luterano ha de saber leer para no desentonar con respecto a sus compañeros
de bancada, lo que al final fuerza la reflexión sobre el texto leído, pero al
católico le vale con memorizar una serie de himnos y fórmulas sin entrar
demasiado en el fondo de las mismas.



Valparaíso (VII)

Viajes Posted on Mon, December 15, 2014 15:14

Tras la vista a las viñas fuimos a la casa de Neruda en
Isla Negra. La zona originalmente se llamaba Las Gaviotas, pero la fama de la
vivienda del poeta “Isla Negra” hizo que se cambiara el nombre a toda el área. La
vivienda es, en lo fundamental, parecida a la de Valparaíso: una gran colección
de antigüedades y una construcción personalísima. Es mucho más grande y las
vistas al mar son preciosas. No me extraña que Neruda sintiera tanta afición
por el lugar.

Al visitar el lugar, la guía dijo que el despacho –situado
en una estancia alargada que imita el camarote de un barco o, quizá, de un
tren– era llamado “La covacha” por Neruda. El origen de esa palabra, afirmó,
era una palabra de origen mapuche que significaba cueva o refugio. No me sonó
muy convincente, ya que en España esa palabra es común –de hecho, en mi pueblo
designa una parte de la sierra– y, en sí misma, no se refiere a un producto
importando como el café, el chocolate, la patata o el tomate. Posteriormente
descubrí que es un italianismo, que procede del término “covaccia” y que
significa cueva pequeña.

Después visitamos la casa de Julio, un hombre de 84 años
que se dedica en su retiro a comprar, recoger y restaurar objetos viejos y
curiosos. Es un inspector de hacienda jubilado, pinochetista convencido y un
gran mujeriego. Pese a ello, desprecia a Neruda por lo último y por comprar sus
colecciones y no hacerlas el mismo. Dice que Neruda solo tenía dos manos, una
para las mujeres y otra para escribir. Tiene seis hijos, ahora bien situados,
que viven en el distrito de Vitacura en Santiago, y gran cantidad de nietos y
biznietos. En este momento está divorciado, pues su mujer no aguantaba sus
rarezas y vivir en un paraje aislado. Suele, quizá para no sentirse tan solo,
traer amigas a casa de vez en cuando (o eso cuenta).

Esta es un chalet de dos plantas, recubierto de madera en
bastante mal estado. Delante tiene un gran cobertizo: el museo, donde atesora
gran cantidad de objetos. Dentro se pueden ver, entre otras cosas, el esqueleto
de un pelícano, la escafandra de un buzo comprada en el “mercado de pulgas” de
Valparaíso, el sillón de un antiguo dentista con el torno manual, una colección
de réplicas a escala de los barcos que participaron en la Guerra del Pacífico,
sables, antiguas calculadoras, fósiles, escopetas y pistolas, un lince disecado
e incluso un bebe inca momificado que encontró en el desierto de Atacama.

La pieza de la que se siente más orgulloso es una réplica
a escala de una locomotora a vapor que le impresionó cuando era niño. Para
hacerla, viajó a Inglaterra y fotografió la máquina real. Después reprodujo
todas las piezas una a una. Tiene recogido todo el proceso, las fotografías y
los planos en un grueso volumen que guarda en un cajón de la mesa que soporta
la réplica.

A Julio le gusta recibir visitas y mostrarles su
colección. Con enorme vitalidad –aún conduce hasta Santiago o Viña del Mar con
relativa frecuencia–, suele bromear con las mujeres y les pregunta si les
gustaría verle desnudo. Ellas, sobre todo si son extranjeras, suelen dar
muestras de espanto, disgusto o incertidumbre; tras lo cual él les muestra una
foto en un gastado álbum en la que aparece completamente desnudo sobre una
alfombra cuando tenía 4 o 5 meses.

Trabaja todo el día en el desván de su casa. Sobre el
mismo ha construido un observatorio astronómico, que tiene en el centro un
viejo telescopio. Lo muestra orgulloso a las visitas, junto a una réplica del
avión que pilotaba en su juventud. Me dijo que lo malo de ese lugar era que
muchos días comenzaba a ver las estrellas apenas caía la noche y que, de
repente, le alcanzaba el alba contemplando tales maravillas.



Valparaíso (VI)

Viajes Posted on Tue, December 09, 2014 10:06

Salí de Valparaíso para visitar las bodegas del Valle de
Casablanca. Para ello se sube hasta la cumbre de los cerros y se desciende por
la otra ladera. Pasamos al lado de la prisión, un sólido mamotreto de hormigón,
que son aquí tan peligrosas como en el resto del continente. Dejamos al lado
una serie de poblados chabolistas en los que se apilan las personas más pobres
fuera de la vista de los turistas y también de los propios chilenos. La verdad
es que estas viviendas son las antípodas de las de Viña del Mar.

Chile no es un país rico. La renta per cápita en 2010 fue
de 9.950 dólares corrientes. Ese año en España la cifra fue de 31.750 dólares.
Además, la distribución de la riqueza es muy desigual. El índice de Gini para
el año 2009 era de un 52% para Chile. Como comparación, se puede decir que
tienen unos niveles de desigualdad comparables con los de Brasil (54%) y
alejados de países como Polonia (34%). En este país, el 20% más rico de la
población gana de media 15 veces más que el 20% más pobre. En Suecia la
diferencia es de 4 y en España de 6 (en 2000 el índice de Gini era de 28% para el primer país y del 34% para el
segundo). El año 2006, en Chile el 10% de la población controlaba el 44,7% de
los ingresos, mientras que el 20% más desfavorecido solamente era el 3,40% de
los ingresos.

No existe pobreza, como se decía antes, “de solemnidad”
o, mejor dicho, esta es pequeña. Según Naciones Unidas en 2009 había en Chile
un 15,1% de la población viviendo bajo la línea de la pobreza y un 3,7% bajo la
línea de la extrema pobreza. La situación, sin ser buena, es menos sangrante
que en países como Bolivia o Perú. Respecto al desarrollo social, el Índice de
Desarrollo Humano de las Naciones Unidas sitúa a Chile en las primeras
posiciones de los países con un desarrollo social medio. En concreto, en el año
2010 se encontraba en la posición 45 con un índice 0,783. España se situaba en
la posición 20 con un índice 0,863.

Los chilenos, en general, son conscientes de esta
situación. La sufren, sin embargo, con resignación. Las protestas estudiantiles
de las que hablé en un post anterior son en este sentido una novedad. Y son
aplaudidas porque desde la dictadura es la primera vez que las clases medias y,
en cierta medida, las más populares reclaman para conseguir una cierta
redistribución de la riqueza, en este caso vía educación.

A lo que iba, las bodegas están situadas entre Santiago y
Valparaíso. Son grandes complejos industriales. Visitamos las bodegas Viña Mar
y Viña Indómita, que están gestionadas por multinacionales con un alto grado de
tecnificación. Además de elaborar vino, suelen tener unas caras visitas guiadas
con degustación para los turistas y restaurantes muy demandados por los hombres
de negocio que se desplazan allí desde Santiago.

Las variedades de uva más habituales son Merlot,
Cavernet-Sauvignon, Carmenere y Pinot Noir. Los precios son comedidos para el
bolsillo europeo. Compré un Carmenere joven, que es una variedad que solamente se
encuentra en Chile, por unos 3 o 4 euros. Lo bebí esa misma noche junto a la
pareja holandesa que nos acompañó todo el día y resulto delicioso. Los vinos,
aun los más económicos, carecen de la acidez tan típica de los caldos españoles
más baratos.

El Valle de Casablanca está compuesto por grandes llanuras
sembradas de vides y, sobre todo, por una campiña con pasto bajo, verde en
invierno y agostado en verano, como corresponde a un clima mediterráneo. El
único ganado no estabulado que pude ver fue vacuno. Los márgenes y algunas
tierras se encuentran llenas de en el mejor de los casos pinos y en el peor
eucaliptos.



Valparaíso (V)

Viajes Posted on Mon, December 01, 2014 11:37

El periódico más antiguo del país es el Mercurio de Valparaíso, que sacó su
primer número el 12 de septiembre de 1827. Recogía el asesinato de un militar
chileno, José María Muñoz, a manos de un oficial de la marina británica, Mr.
Fallarton, y los posteriores disturbios entre las autoridades del pueblo y los
compañeros del oficial que trataron de rescatarlo de la prisión. De hecho, al
final lo consiguieron.

La prensa chilena es tremendamente parroquial. Apenas
recogen asuntos que traspasen las fronteras del país. El fútbol, la televisión
y los famosos, los sucesos y la política nacional son el grueso de las
informaciones. Incluso la prensa seria presta menos atención al resto del mundo
que en España o en el Reino Unido. Además, en general, es una prensa orientada
políticamente hacia la derecha.

Las dos principales cabeceras chilenas: El Mercurio, en
sus ediciones de Santiago y Valparaíso, y La Tercera, son periódicos profundamente
conservadores. En el periodo que estuve ambos mostraron su rechazo a la ley del
aborto, tal como hicieron antes con la del divorcio. Me llamó especialmente la
atención un editorial de La
Tercera que rechazaba la futura ley del aborto porque
permitía esa práctica en el caso de malformaciones y trisomías. Dicho de otro
modo, que según la línea editorial de
ese diario, un Síndrome de Down no era causa suficiente para interrumpir un
embarazo –algún político en España hizo suya este tesis más tarde–. En este
tema la iglesia católica es muy beligerante (véase, por ejemplo, una fotografía
tomada en la iglesia de Toconao, al norte del país).

La verdad es que la Iglesia Católica, que controla
instituciones educativas como la Pontificia Universidad Católica de Chile
–donde se educa buena parte de la élite del país –, la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso, la Universidad Católica del Norte, la Universidad
Católica de Temuco, la Universidad Católica de Maule, la Universidad Católica
de la Santísima Concepción, la Universidad Católica Raúl Silva Henríquez, de
los salesianos, o la Universidad Alberto Hurtado, de la Compañía de Jesús,
ejerce un gran peso en la sociedad chilena. Habría que sumarle el papel de
grupos como el Opus Dei, que controla la Universidad de los Andes, o de los Legionarios de
Cristo, con la
Universidad Finis Terrae. Otras dos universidades, Gabriela
Mistral y Santo Tomás, se declaran inspiradas por la doctrina social de la
iglesia. A todo esto habría que sumar los colegios e institutos de orientación
católica. Otras universidades han sido fundadas por hombres de negocios
chilenos o pertenecen directamente a grandes corporaciones educativas
mundiales, al igual que ocurre en los niveles educativos preuniversitarios.



Valparaíso (IV)

Viajes Posted on Wed, November 26, 2014 12:51

Los chilenos suelen considerar que Valparaíso es una
ciudad poco segura. Y lo cierto es que transmite esa sensación, aunque el trato
de los porteños no se diferencia demasiado del que se encuentra en otras partes
del país. Un hecho, sin embargo, contrasta con Santiago: la escasa presencia
policial. En la capital, los Carabineros son omnipresentes, mientras que en
Valparaíso cuesta encontrarlos. Esto, junto al sinuoso trazado de la ciudad y
un cierto aire de puerto decadente, puede explicar su fama. Aunque, claro está,
si los propios chilenos piensan eso de la ciudad, no seré yo quien les quite la
razón.

Hay una cosa en la que Valparaíso defrauda: uno espera un
ambiente sórdido y tabernario, de marineros buscando hembra dispuestos a
dejarse la soldada en ruidosos y ahumados burdeles. Pues de eso nada de nada.
Michael, un alemán afincado en Valparaíso por cuestiones sentimentales y que
ejerce de guía turístico bajo el apodo “el pirata alemán”, me dio la clave. Los
marineros de los actuales cargueros apenas pasan 24 horas en el puerto, y las
tareas de carga y descarga los mantienen ocupados en el barco. La armada está
establecida permanentemente en el puerto, no tolera bien esos comportamientos
(ha incorporado a la mujer en todos los puestos) y, lo que es más importante,
al estar asentada allí hace que los militares puedan convivir con sus familias
en el pueblo o cerca de él. En definitiva, esos negocios casi (alguno hay) no
existen, porque no tienen mercado.

Otro hecho curioso, por lo demás común en el país, es que los servicios de bomberos son
ejercidos por compañías de voluntarios. Las bombas, como se denominan, se
agrupan por la nacionalidad de origen (remota, a veces) de sus integrantes:
Bomba Germanía o Bomba España. Suelen, además, contar con un equipamiento de
segunda mano obtenido en esos países. Para financiarse organizan rifas. En
Valparaíso sorprende, al menos a ojos de un europeo actual, que un servicio así
sea amateur. Más teniendo en cuenta que los incendios son habituales, ya que
las casas tienen la estructura de madera y que el mantenimiento suele ser
deficiente.



Valparaíso (III)

Viajes Posted on Fri, November 21, 2014 17:36

El urbanismo en Valparaíso es, cuanto menos, caótico. La
única lógica se encuentra en la estrecha franja entre el mar y los cerros, que
llaman El Plan y barrio El Puerto. Tras la misma, las casas se amontonan sin
lógica aparente monte arriba. En general, las viviendas más humildes y
destartaladas se encuentran en lo más alto, alejadas de las zonas comerciales.
Pero no siempre, porque cuando se comenzaron a urbanizar las colinas
empresarios, políticos y demás miembros de las clases adineradas compraron terrenos
en lo más alto de los cerros, edificando suntuosas mansiones. Después, por
diversas causas, enajenaron parte de sus propiedades –muchos de ellos, tras el
gran terremoto de 1906 se marcharon a la próxima Viña del Mar–. En ellas, o en
las laderas y barrancos próximos que no eran de su propiedad, se construyeron
casas más humildes. Por ello, no es extraño encontrar viviendas lujosas, más
bien que en otro tiempo lo fueron, rodeadas de infraviviendas en las más
penosas condiciones.

A esto hay que sumarle los diversos desastres que han
sacudido la ciudad: el bombardeo español en la Guerra del Pacífico
(llamada en Chile Guerra contra España) en 1866 y, sobre todo, los terremotos
que ha sufrido la ciudad, en especial el de 1906. El resultado es una ciudad en
que bellos edificios conviven con los precarios alojamientos de las clases más
humildes, con un trazado que desquiciaría a cualquier planificador urbano.

Una vez allí visité la casa de Pablo Neruda. Esta no es especialmente
grande. Es una estrecha torre de cinco plantas llamada “La Sebastiana” en honor a
su arquitecto español, de las que el poeta ocupaba las cuatro superiores. Está,
sin embargo, estratégicamente situada en lo alto de una colina desde la que se
divisa toda la bahía y prácticamente toda la ciudad. Su configuración y
decoración, sin embargo, me sorprendió. Uno no espera de un comunista un estilo
de vida tan burgués.

Hay en la casa un especial interés por el acopio de
objetos bellos, curiosos y confortables. Junto al salón tenía un pequeño bar,
en la que agasajaba a sus amigos e invitados. Al lado de la barra, en un
aparador de cristal, tenía una colección de botellas, vasos y copas. Me llamó
especialmente la atención una serie de copas con el águila imperial rusa.
Cuando pulse la audioguía, descubrí que habían pertenecido al Zar Nicolás II,
que Neruda las compró en un anticuario y que eran sus preferidas. No puede
dejar de preguntarme por qué. Le recordarían la muerte del tirano y el
triunfo del socialismo. Satisfacción por poseer un bien que había pertenecido a
un hombre tan poderosos. O, simplemente, pasión estética.



Valparaíso (II)

Viajes Posted on Sun, November 16, 2014 22:25

Fui a Valparaíso en mi primera salida de Santiago –aunque
repetí la experiencia más tarde–, buscando aventura y alejarme de la
contaminación e impersonalidad de la capital. Me alojé en el Hostal Aventura,
un lugar frecuentado por mochileros. Era limpio y, además, barato. Aunque, como
es habitual en estos sitios, hay que compartir los aseos y el agua de la ducha
matutina resulta algo más fría que caliente. El desayuno, sin embargo, era
fantástico. El establecimiento estaba regentado por una simpática pareja
chilena. Ella me contó que había estudiado en Alemania quince años atrás.

La estancia en el
Hostel
fue una experiencia curiosa, pues de repente me encontré inmerso en
el mundo de los mochileros. Todos eran del norte y del centro de Europa:
irlandeses, ingleses, suecos, holandeses o alemanes. El idioma oficial, off course, era el inglés y tuve que
desempolvar mis oxidados conocimientos de esa lengua.

Lo que me resultó más curioso de la experiencia fue
comprobar el tipo de viaje que realizan estos veinteañeros. La mayor parte
viajan durante dos o tres meses por Sudamérica. En general, no les importa
demasiado el país, sino que buscan puntos turísticos habituales: Machu Picchu,
San Pedro de Atacama, Valparaíso, Buenos Aires o Mendoza. No suelen hablar una
palabra de castellano e ignoran todo sobre el país en que se encuentran. Una
pareja irlandesa venía, por ejemplo, de Colombia, según ellos “a very safe country”. Su fuente de
información son las guías de viaje, como Lonely
Planet
o La Guide du Tronchard, y no leen mucho más sobre
las zonas que visitan.

Además, se relacionan entre ellos y su contacto con la
población del país es mínimo (el desconocimiento del idioma, claro, no ayuda en
esto). Un chico inglés, que estudiaba psicología en Oxford y que estaba aprendiendo
español en Buenos Aires (su novia era Argentina) para ir a trabajar a España (claro,
tenía familia en la Costa del Sol), dijo que vio un partido amistoso que se
jugó esos días entre la selección nacional española y la chilena “with the local guys”. Eso son los
chilenos, argentinos o peruanos: local
guys
.

De todas estas cosas, sin embargo, hablé más en la
investigación que realicé los meses siguientes fruto de la impresión que me
causo este tipo de turismo (véase el artículo de la revista Cuadernos de Turismo). La verdad es que
sin esos días en Valparaíso no se me hubiera ocurrido investigar sobre los backpackers. Otro punto a favor de
Valparaíso.



Valparaíso (I)

Viajes Posted on Wed, November 12, 2014 18:18

Valparaíso es una ciudad que pese a ser el principal
puerto del país vive de espaldas al océano. Las calles y avenidas bajan de las
colinas y confluyen con las principales vías de la ciudad, que discurren
paralelas a la costa. Esta queda oculta tras los edificios portuarios o detrás
de la carretera que linda con el mar. A resultas de lo mismo es más fácil
contemplarlo desde alguno de los frecuentes miradores que salpican las colinas,
que hacerlo desde la costa. La ciudad carece de un verdadero paseo marítimo y
de una playa. La bahía está tomada por grandes cargueros, un dique flotante,
una pequeña flota de bajura y, sobre todo, por la armada chilena. Eso hace que
el mar tenga un tinte triste e industrial. Solamente la presencia de algunos
leones marinos alegra el ambiente.

La ciudad es en la actualidad el puerto más importante de
Chile, con permiso de Concepción –el mayor polo industrial–, Puerto Montt o,
más recientemente, San Antonio. La ciudad era un puerto pequeño desde su
descubrimiento por los españoles en 1536, ya que la mayor parte del tránsito de
mercancía se realizaba desde El Callao, principal puerto del Virreinato del
Perú. El desarrollo vendría con la independencia y la llegada de una segunda ola
de inmigrantes ingleses, holandeses o alemanes. Muestra de ello es la presencia
de iglesias luteranas y anglicanas en la ciudad. Esta se convirtió en un
importante punto de escala en el comercio mundial hasta 1914, cuando la apertura
del Canal de Panamá acabó con todo su esplendor. La invención del salitre
sintético en Alemania durante la Primera Guerra Mundial, además, arruinó las
exportaciones salitreras, que eran la mercancía principal y la base de no pocas
de las grandes fortunas chilenas de la época.

Iglesia Luterana en Valparaíso. Cerro Concepción.

Con posterioridad, Valparaíso entró en una rápida
decadencia y las otrora opulentas mansiones se abandonaron y, poco a poco,
fueron deteriorándose. En la actualidad, el puerto ha recuperado cierta
actividad y el turismo está provocando que se recuperen viejos edificios para
reconvertirlos en hoteles, hostales o restaurantes. Aunque, creo, la ciudad
sigue y seguirá teniendo un aire decadente, que atrae a los turistas –sobre
todo a los del norte de Europa y los Estados Unidos–, pero que repele a muchos chilenos.

El principal atractivo de la ciudad es, sin duda, el
encanto marchito y colorido de sus calles, callejones y plazuelas. Las casas
suelen estar revestidas de una chapa ondulada pintada de colores brillantes. En
España me contaron una vez que esta explosión de color en los pueblos costeros
se debía a que los marineros aprovechaban el material sobrante de pintar sus
barcos para hacer lo propio con sus hogares. Podría ser. El caso es que la
ciudad adquiere un aspecto de lo más pintoresco.

Mansión porteña en el Cerro Alegría.

La casa porteña típica está construida con un armazón de
madera, completado con adobes, y está recubierta con una chapa metálica ondulada.
Esta última, como dije, se pinta de vivos colores. La planta es típicamente
inglesa. De hecho, algunas viviendas fueron prefabricadas en el Reino Unido y
muchas otras tienen arquitectos británicos. El resultado es que las más lujosas,
de varías plantas de altura y estancias generosas con techos muy altos, tienen
un aire a las viviendas de las ciudades costeras del sur de Inglaterra.
Mientras que las más humildes, que pueden ser pequeñísimas y de una única planta,
tienen el aspecto de una chabola hecha con barriles de crudo.



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