En el centro
de Santiago, apenas a cien metros de la Plaza de Armas se encuentra el Museo de
Arte Precolombino. El mismo, como tantas otras cosas aquí, pertenece o está
asociado a una fundación con el apellido Larraín. Es, como todos los demás, un
pequeño museo que reúne sobre todo cerámica y, en menor medida, textiles de
toda Latinoamérica. Expone también algunos relieves en piedra y algo de trabajo
en oro, plata o cobre. Obviamente, las
culturas andinas son las más representadas.

De toda la
exposición, lo que más me impresionó, además de la buena factura de mucha de la
cerámica expuesta, fue una estatua de terracota, que representa a un hombre
cubierto por un extraño traje. Cuando
leí el cartel que acompañaba la pieza no pude sino sentir repugnancia. Rezaba
que la figurar representaba la costumbre, y el culto a Xipe Totec
(literalmente “Nuestro Señor Desollado”), de sacar el corazón a los vencidos,
despellejarlos y ponerse la piel de los mismos. Además, los sacerdotes
predecían el futuro “leyendo” la cantidad y la forma en que se desprendía la
grasa de la piel del sacrificado. La verdad es que resulta de lo más
instructivo acerca de la naturaleza del ser humano.

Otro museo
que visité fue el Museo de Artes Visuales, situado en el barrio de Lastarria,
pronunciado aquí de modo llano. Es un pequeño museo en el que se exponen
pinturas y esculturas de artistas locales. Pese a su escaso número, la verdad
es que me gustaron. En la planta superior se encuentra el diminuto Museo
Antropológico de Santiago. En una única sala se exponen fundamentalmente
cerámicas de las distintas culturas del Chile precolombino, junto a algunos
textiles y unas pocas joyas.