El norte, con su
desierto, su altitud y su imponente cordillera no tiene nada que ver con el
Chile central. Durante el viaje en avión pude ver los Andes, que se extienden
ante los ojos sin apenas vegetación ni vida aparente durante cientos y cientos de
kilómetros. Lo que más me sorprendió fue la ausencia de seres humanos.
Acostumbrado a Europa, donde cada centímetro de terreno ha sido modificado por
el hombre, estas vastas extensiones son un campo casi virgen. Aun así, el
laborioso ser humano deja su impronta. De tanto en tanto, se ven gigantescos
agujeros, minas a cielo abierto, excavados para arrancarle a la tierra sus
preciosos recursos minerales.

El aterrizaje en
Calama, ciudad que parece sacada de un telefilme del lejano oeste, también es
sorprendente. El avión se aproximó a una tierra plana, cubierta por unos
cuantos rastrojos, y aterrizó en un pequeño terminal en medio de la nada. No
era mucho mayor que una estación de autobuses. Dejar Santiago y aterrizar aquí
da la sensación de cambiar de país, pero así es Chile angosto y extensísimo,
con una enorme variedad de climas y tipos humanos. Aquí la población es más
parecida a la peruana o boliviana, con la cual mantiene vínculos indudables. En
la calle se pueden ver mujeres con pañuelos en la cabeza, portando niños en sus
brazos o diversos enseres como podrían hacer en La Paz, Lima o Cuzco.

Debo contar que
justo antes de salir para el norte, a eso de las 4 de la mañana, se produjo un
terremoto en Valparaíso. Alcanzó los 6 grados en la escala Richter. Me levanté
sobresaltado antes los movimientos de la cama y del resto del mobiliario. Reconozco
que tras mi primer terremoto ya no fui capaz de conciliar el sueño. La mañana
siguiente, lo comenté con el taxista camino del aeropuerto:

– Esta noche hubo un
terremoto, ¿verdad?

– No, señor,
temblor no más.

En fin, creo que
allí están más que acostumbrados a los movimientos de la tierra. En un país con
más de 150 volcanes y situado en plena fractura tectónica es normal que lo
consideren algo habitual. Aunque, reconozco de nuevo, no fui capaz de volver a
dormir esa noche.