Valparaíso es una ciudad que pese a ser el principal
puerto del país vive de espaldas al océano. Las calles y avenidas bajan de las
colinas y confluyen con las principales vías de la ciudad, que discurren
paralelas a la costa. Esta queda oculta tras los edificios portuarios o detrás
de la carretera que linda con el mar. A resultas de lo mismo es más fácil
contemplarlo desde alguno de los frecuentes miradores que salpican las colinas,
que hacerlo desde la costa. La ciudad carece de un verdadero paseo marítimo y
de una playa. La bahía está tomada por grandes cargueros, un dique flotante,
una pequeña flota de bajura y, sobre todo, por la armada chilena. Eso hace que
el mar tenga un tinte triste e industrial. Solamente la presencia de algunos
leones marinos alegra el ambiente.

La ciudad es en la actualidad el puerto más importante de
Chile, con permiso de Concepción –el mayor polo industrial–, Puerto Montt o,
más recientemente, San Antonio. La ciudad era un puerto pequeño desde su
descubrimiento por los españoles en 1536, ya que la mayor parte del tránsito de
mercancía se realizaba desde El Callao, principal puerto del Virreinato del
Perú. El desarrollo vendría con la independencia y la llegada de una segunda ola
de inmigrantes ingleses, holandeses o alemanes. Muestra de ello es la presencia
de iglesias luteranas y anglicanas en la ciudad. Esta se convirtió en un
importante punto de escala en el comercio mundial hasta 1914, cuando la apertura
del Canal de Panamá acabó con todo su esplendor. La invención del salitre
sintético en Alemania durante la Primera Guerra Mundial, además, arruinó las
exportaciones salitreras, que eran la mercancía principal y la base de no pocas
de las grandes fortunas chilenas de la época.

Iglesia Luterana en Valparaíso. Cerro Concepción.

Con posterioridad, Valparaíso entró en una rápida
decadencia y las otrora opulentas mansiones se abandonaron y, poco a poco,
fueron deteriorándose. En la actualidad, el puerto ha recuperado cierta
actividad y el turismo está provocando que se recuperen viejos edificios para
reconvertirlos en hoteles, hostales o restaurantes. Aunque, creo, la ciudad
sigue y seguirá teniendo un aire decadente, que atrae a los turistas –sobre
todo a los del norte de Europa y los Estados Unidos–, pero que repele a muchos chilenos.

El principal atractivo de la ciudad es, sin duda, el
encanto marchito y colorido de sus calles, callejones y plazuelas. Las casas
suelen estar revestidas de una chapa ondulada pintada de colores brillantes. En
España me contaron una vez que esta explosión de color en los pueblos costeros
se debía a que los marineros aprovechaban el material sobrante de pintar sus
barcos para hacer lo propio con sus hogares. Podría ser. El caso es que la
ciudad adquiere un aspecto de lo más pintoresco.

Mansión porteña en el Cerro Alegría.

La casa porteña típica está construida con un armazón de
madera, completado con adobes, y está recubierta con una chapa metálica ondulada.
Esta última, como dije, se pinta de vivos colores. La planta es típicamente
inglesa. De hecho, algunas viviendas fueron prefabricadas en el Reino Unido y
muchas otras tienen arquitectos británicos. El resultado es que las más lujosas,
de varías plantas de altura y estancias generosas con techos muy altos, tienen
un aire a las viviendas de las ciudades costeras del sur de Inglaterra.
Mientras que las más humildes, que pueden ser pequeñísimas y de una única planta,
tienen el aspecto de una chabola hecha con barriles de crudo.