Salí de Valparaíso para visitar las bodegas del Valle de
Casablanca. Para ello se sube hasta la cumbre de los cerros y se desciende por
la otra ladera. Pasamos al lado de la prisión, un sólido mamotreto de hormigón,
que son aquí tan peligrosas como en el resto del continente. Dejamos al lado
una serie de poblados chabolistas en los que se apilan las personas más pobres
fuera de la vista de los turistas y también de los propios chilenos. La verdad
es que estas viviendas son las antípodas de las de Viña del Mar.

Chile no es un país rico. La renta per cápita en 2010 fue
de 9.950 dólares corrientes. Ese año en España la cifra fue de 31.750 dólares.
Además, la distribución de la riqueza es muy desigual. El índice de Gini para
el año 2009 era de un 52% para Chile. Como comparación, se puede decir que
tienen unos niveles de desigualdad comparables con los de Brasil (54%) y
alejados de países como Polonia (34%). En este país, el 20% más rico de la
población gana de media 15 veces más que el 20% más pobre. En Suecia la
diferencia es de 4 y en España de 6 (en 2000 el índice de Gini era de 28% para el primer país y del 34% para el
segundo). El año 2006, en Chile el 10% de la población controlaba el 44,7% de
los ingresos, mientras que el 20% más desfavorecido solamente era el 3,40% de
los ingresos.

No existe pobreza, como se decía antes, “de solemnidad”
o, mejor dicho, esta es pequeña. Según Naciones Unidas en 2009 había en Chile
un 15,1% de la población viviendo bajo la línea de la pobreza y un 3,7% bajo la
línea de la extrema pobreza. La situación, sin ser buena, es menos sangrante
que en países como Bolivia o Perú. Respecto al desarrollo social, el Índice de
Desarrollo Humano de las Naciones Unidas sitúa a Chile en las primeras
posiciones de los países con un desarrollo social medio. En concreto, en el año
2010 se encontraba en la posición 45 con un índice 0,783. España se situaba en
la posición 20 con un índice 0,863.

Los chilenos, en general, son conscientes de esta
situación. La sufren, sin embargo, con resignación. Las protestas estudiantiles
de las que hablé en un post anterior son en este sentido una novedad. Y son
aplaudidas porque desde la dictadura es la primera vez que las clases medias y,
en cierta medida, las más populares reclaman para conseguir una cierta
redistribución de la riqueza, en este caso vía educación.

A lo que iba, las bodegas están situadas entre Santiago y
Valparaíso. Son grandes complejos industriales. Visitamos las bodegas Viña Mar
y Viña Indómita, que están gestionadas por multinacionales con un alto grado de
tecnificación. Además de elaborar vino, suelen tener unas caras visitas guiadas
con degustación para los turistas y restaurantes muy demandados por los hombres
de negocio que se desplazan allí desde Santiago.

Las variedades de uva más habituales son Merlot,
Cavernet-Sauvignon, Carmenere y Pinot Noir. Los precios son comedidos para el
bolsillo europeo. Compré un Carmenere joven, que es una variedad que solamente se
encuentra en Chile, por unos 3 o 4 euros. Lo bebí esa misma noche junto a la
pareja holandesa que nos acompañó todo el día y resulto delicioso. Los vinos,
aun los más económicos, carecen de la acidez tan típica de los caldos españoles
más baratos.

El Valle de Casablanca está compuesto por grandes llanuras
sembradas de vides y, sobre todo, por una campiña con pasto bajo, verde en
invierno y agostado en verano, como corresponde a un clima mediterráneo. El
único ganado no estabulado que pude ver fue vacuno. Los márgenes y algunas
tierras se encuentran llenas de en el mejor de los casos pinos y en el peor
eucaliptos.