Atacama, desierto
de salitre y lagunas de salmuera. Este es uno de los desiertos más áridos del
mundo. Dicen los lugareños que en su parte más seca no hay registros de lluvia
desde los años veinte. Es una gran llanura circundada de grandes montañas y volcanes.
Hace cientos o miles de años fue un gran lago o mar interior, de hecho, parece
que todo Chile emergió del mar, que fruto de los cambios climáticos posteriores
a la última glaciación se desecó. Ahora este desierto solamente recibe el agua
que desciende de los Andes a través de ríos superficiales o subterráneos. Bajo
una gran capa reseca se esconde una gran cantidad de agua salada. El suelo está
formado por el detritus arrojado por miles de erupciones volcánicas y dicen que
las cenizas tienen una profundidad de más de mil metros. A resultas de lo
anterior, es un terreno riquísimo en minerales, sales y aguas subterráneas.

Toda la región es
un enorme desierto enclaustrado entre los Andes y la cordillera de Domeyko. De
hecho, esta última cadena montañosa separa el desierto de Atacama propiamente
dicho, de de la región que visité. En ella se combina el desierto con el
altiplano. La cordillera de Domeyko, además, es un tapón natural que impide que
el agua de los Andes llegue al desierto, reforzando su aridez.

Quizá no sea el
volcán más alto, ni el más imponente, pero el Licancabur es el más emblemático
de la región por su magnífica estampa. Encierra en su belleza el peligro y la
destrucción dormida. Ahora, en su cráter, guarda la reserva de agua más alta
del planeta. O, dicho de otra forma, tiene un gran lago en su cráter que
disputan Bolivia y Chile.

Tras acomodarme en
el Hostal Puritama y contratar las correspondientes excursiones, partí esa
misma tarde a visitar la
Laguna Céjar. Se trata de un charco salobre en medio del
desierto, con tal nivel de sal que se flota en el mismo al igual que ocurre en
el Mar Muerto. La laguna tiene un color azul intenso, que contrasta con los
ocres del desierto. También visitamos los Ojos del Salar, dos pozas en medio
del desierto, y la
Laguna Tebinquiche, que se caracteriza por una gran extensión
y una profundidad mínima. En el lugar más hondo tiene apenas 50 centímetros, por
lo que teóricamente se puede andar más de un kilómetro de orilla a orilla.

Lo más bello del
lugar fue la puesta de sol, en la que se funden los amarillos, naranjas y
rojizos con el intenso azul del agua y la arena casi blanca del desierto.