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Vettonia obliga

Sobre el blog

En este blog quiero recoger algunas de mis lecturas, pasajes de mi vida académica y de mis viajes, así como ideas sobre la cultura y la sociedad actual.

Capitalismo canalla

Libros Posted on Wed, December 16, 2015 09:15

César Rendueles es un ensayista
notable. Me lo pareció en Sociofobia
y su Capitalismo canalla (Barcelona,
Seix Barral, 2015) lo ha confirmado. En este último libro desarrolla una visión
personal de la historia del capitalismo. En el texto se mezcla novela, vivencias personales y
reflexión. Está muy bien escrito. De hecho, su prosa fluye tanto que uno se ve
arrastrado por argumentos que no comparte necesariamente.

En principio concuerdo con
Rendueles en su crítica de la concepción naturalista de los mercados y del
sistema capitalista propia del neoliberalismo. Los mercados son construcciones
humanas que requieren de un incesante trabajo de mantenimiento. El capitalismo
es un sistema económico entre otros presentes en la historia de la humanidad,
como describió K. Polanyi, aunque se haya convertido en el sistema hegemónico
en la actualidad. (De eso ya hablé en una reseña crítica con los últimos libros
de A. Escohotado publicada en este mismo blog).

A partir de ese punto, mi relato
personal del capitalismo difiere en varios puntos. Los orígenes del comercio se
ligan en este ensayo a los piratas, la guerra y la rapiña. Por otro lado, el
trabajo asalariado surge con la desposesión económica. “Si el origen del
comercio tiene que ver con los buscavidas, el del trabajo asalariado está
relacionado con los mendigos” (p. 63). Ambos asertos, pueden tener cierta parte
de verdad, pero son cuanto menos parciales. El comercio y el pirateo han estado
ligados, lo cual no implica que no existieran formas de comercio pacíficas o
controladas por los Estados. Del mismo modo, las workhouses y las leyes de mendicidad existieron, pero también
individuos que preferían trabajar para empresas capitalistas antes que en el
terruño comunitario.

Otro aspecto señalado del trabajo
del profesor Rendueles es una visión igualitaria y democrática de las
comunidades preindustriales, opuestas a las sociedades capitalistas. “El
proyecto del mercado libre generalizado, la aspiración a que el mayor número de
áreas de la vida social se autorregulara a través de un orden espontáneo
surgido del juego de la oferta y la demanda, demostró tener efectos
carcinógenos sobre el tejido comunitario” (p. 161). Las comunidades son vistas,
en líneas generales aunque se haga alguna salvedad, como lugares auténticos
en los cuales las relaciones humanas son más plenas. Esto, pienso, parte de un
romanticismo que no contempla hasta que punto podían llegar a ser opresivas
dichas comunidades. De hecho, en aquellos países que se vuelven capitalistas
partiendo de una economía comunitaria tradicional no resulta extraña la
escapada de la comunidad a la vida ciudadana. Como afirma el adagio medieval: el
aire de la ciudad hace libres. Personalmente considero que pocos ciudadanos “capitalistas”
soportarían el tipo de relaciones propias de la vida comunitaria preindustrial
(lo cual no me impide ver las disfunciones de la sociedad mercantilizada).

Pero lo que más le cuesta a Rendueles
es explicar la aceptación del sistema capitalista por parte de las masas. La
achaca al consumismo, que contiene las relaciones capitalistas “y así nos
condena a llevar vidas falsas y pequeñas” (p. 180). La sociedad de consumo,
afirma, acabó con las culturas populares subalternas en un proceso de “genocidio
cultural”. Tanto que las masas terminaron apoyando el neoliberalismo a partir
de los años 70 del siglo pasado. Dicho de otra forma, el capitalismo aliena a
las masas y crea una falsa conciencia que les impide ver las relaciones de
explotación. El capitalismo es visto como una disfunción perniciosa: “el
capitalismo se nos metió en el cuerpo como una enfermedad infecciosa” (p. 208).
La pregunta que me hago es la siguiente: ¿por qué en las sociedades
capitalistas hay tanto apoyo a una enfermedad tan dañina? La respuesta no se
explicita: ¿nos engañan?, ¿nos dejamos engañar? O, pienso, ¿tal vez las personas
–en modo alguno “idiotas culturales”– hacen un cálculo de costes-beneficios y
deciden que les compensa vivir con este sistema económico?

Tampoco me convence la
contraposición entre democracia y capitalismo, planteada pero no desarrollada
en extenso. El asunto, temo, es más complejo. No abundo más. Me parece, como
dije, una obra magníficamente escrita. Ayuda a pensar, aunque no estemos de
acuerdo con muchos de sus planteamientos. Una lectura recomendable y que
recomiendo sin duda.



Espectros del capitalismo

Libros Posted on Sun, December 13, 2015 15:40

La periodista y escritora, de
fama internacional, Arundhati Roy nos deja una colección de artículos
compilados bajo el nombre del más extenso de ellos: “Espectros del capitalismo”.
En ellos desgrana en un tono combativo toda una serie de graves problemas que
sufre la India actual. En esta nación se ocultan importantes violaciones de los
derechos humanos bajo la cobertura de ser la democracia más grande del planeta.
Roy atribuye estas violaciones en gran medida al sistema capitalista.

En este breve volumen desfilan
problemas medioambientales así como guerras soterradas contra los grupos
tribales cuya causa encuentra en las Zonas Económicas Especiales y las grandes
multinacionales indias y extranjeras. Muestra la desigualdad, la pobreza y el
uso sistemático de la violencia por parte de las autoridades contra los
excluidos. También describe la ocupación militar de Cachemira (más de 600.000
soldados son necesarios para “pacificar” la región), los conflictos religiosos,
el fenómeno del terrorismo y la corrupción en el aparato del Estado, en
especial de la administración de justicia. Todo ello contado de un modo ameno y
vibrante.

Quizá el mayor problema del volumen
radica quizá en el foco. En principio el capitalismo es el gran leitmotiv. Sin
embargo, cuando se adentra uno en la lectura de los distintos capítulos
encontramos una colección de “injusticias” que solo en algunas ocasiones pueden
ser atribuidas al sistema capitalista. La India es un enorme país, tanto en
extensión como en volumen poblacional, en el cual abundan los atentados contra
los derechos humanos. Sin embargo, no todas estas violaciones tienen como
epicentro el sistema capitalista. Algunas provienen del sistema de castas (en
sí mismo poco compatible con el capitalismo), otras de conflictos religiosos,
étnicos o de ideologías nacionalistas y algunas son fruto del funcionamiento de
las burocracias estatales. Por la misma regla de tres, el libro podría haberse
titulado: “espectros del sistema de castas”, “espectros del conflicto religioso”
o “espectros del nacionalismo hindú”.

El capitalismo es un sistema económico
de gran complejidad. Presenta luces y sombras, aunque no está claro si a partes
iguales. Ahora bien, creo que no todos los problemas de este mundo le son
atribuibles. Los seres humanos se han matado, violado, torturado y violentado
de múltiples formas sin su concurso a lo largo de la historia. Y temo que lo
seguirán haciendo bajo una economía de corte capitalista o de cualquier otro
tipo. La India, esa gran democracia, tiene graves problemas, pero creo que se
enfocarían mejor analizándolos uno por uno y no englobándolos, como hace
Arundhati Roy, bajo el paraguas del “capitalismo”. No sé si el conflicto de
Cachemira desaparecería si de la noche a la mañana la India se viera libre de
capitalismo. Me inclino más bien a pensar lo contrario.



El capitalismo en el siglo XXI

Libros Posted on Tue, November 17, 2015 16:14

En el último número de la revista del área he publicado la reseña del libro de Thomas Piketty “El capital en el Siglo XXI”. Me pareció una obra muy interesante, que se lee además bien si tenemos en cuenta que es un libro sobre economía política. Necesaria para entender los debates sobre desigualdad que tan de moda están. Espero que os guste.



La Tercera Vía

Libros Posted on Fri, June 19, 2015 15:29

Estudié en Inglaterra apenas unos
meses después de que Tony Blair llegará al poder. La verdad es que la gente joven
estaba ilusionada con un gobierno que acababa con muchos años de mayorías
conservadoras. Recuerdo que aún coleaba el apoyo de los grupos Pop de moda al
flamante primer ministro y su promesa durante la campaña electoral de
legalizar la marihuana. El apoyo pronto pasó y se convirtió en desilusión y de
la promesa poco más se supo, pero eso es otra historia.

Ese año apareció el libro de
Anthony Giddens The Third Way y dos
años más tarde, en 2000, The Third Way
and its Critics. El primer lo leí en
Birmingham y el segundo ya en Madrid. Ambos me causaron una impresión muy
grata. No en vano Giddens siempre me ha parecido uno de los sociólogos actuales
más interesantes. Su obra es legible y al tiempo profunda, combinación poco
frecuente. Bauman, por ejemplo, es legible pero poco profundo y Habermas es
profundo pero sus libros son insoportables. Tiene algunas obras verdaderamente destacadas
además de las más conocidas, como La
transformación de la vida íntima
, que nos muestran un analista capaz de
ligar lo cotidiano con lo estructural, quizá la mejor muestra de la altura intelectual
de un sociólogo. Pero me estoy
desviando, volvamos a los libros citados.

Ambos ensayos son, junto a Beyond Left and Right (1994), los más
políticos de su carrera. En los mismos se plantea de modo explícito reformular
la socialdemocracia, alejándola tanto del neoliberalismo como de la
socialdemocracia clásica. Este propósito se adaptaba perfectamente a los
avatares del Laborismo británico, cuando Tony Blair se enfrentó tanto a la
vieja guardia de su partido como al fantasma de Margaret Thatcher. Sin embargo,
esa renovación también fue bien recibida en el resto de Europa.

Giddens cree que la Tercera Vía
debe basarse en una serie de valores, como son la igualdad y protección de los
débiles, la libertad concebida como autonomía y la existencia de derechos que
llevan aparejadas responsabilidades, una ampliación de la democracia de modo
que no exista autoridad sin democracia, el pluralismo cosmopolita y un
conservadurismo filosófico, es decir, el rechazo de los
experimentos políticos y las utopías. Estos valores tratan de lidiar con los
grandes temas de nuestro tiempo: la globalización, el creciente individualismo,
la ecología, la superación del dualismo izquierda-derecha y la capacidad de
acción de la política.

La obra suscitó un aluvión de
críticas, y también de alabanzas, tanto de la izquierda como de la derecha. Los
partidos tradicionales de izquierda le acusaron de “revisionista” y de “aceptar
los postulados neoliberales” mientras que la derecha le consideró una vuelta de
tuerca más del “intervencionismo estatal” y un “lavado de cara” de la misma
izquierda de siempre. Tanto fue así que, como he comentado, un par de años
después publicó un libro tratando de rebatir estas críticas. Lo reseñé en el
número 5 de Praxis sociológica. Allí
decía:

“Giddens trata de dar la vuelta a
los argumentos críticos, demostrando que es posible una política
socialdemócrata que tenga en cuenta los cambios estructurales de nuestras
sociedades. Para ello, la izquierda ha de aceptar el mercado, que no es ya el
enemigo, pero reafirmando la necesidad de control sobre el mismo. Las políticas
neokeynesianas continúan teniendo vigencia, porque el mercado no es un ente que
se autoregula perfectamente. También se debe superar la división tradicional
izquierda/derecha, tanto porque conlleva la idea subyacente de que el
capitalismo puede ser trascendido, como por la constatación del cambio en la
estructura política de clases. Además, el interés mostrado por la Tercera Vía
en la familia y la violencia y la delincuencia, no es incompatible con la
libertad y la tolerancia y mucho menos con el proyecto político de la
izquierda. La Tercera Vía establece políticas que regulan la familia y la
violencia sin ser por ello conservadora”.

Tras su impacto inicial apenas se
oye hablar ya de estas ideas. Tal vez un: ¡Ah, sí! Eso de la Tercera Vía no
eran unas teorías políticas de finales de los noventa. Peor poco más. La verdad
es que lo he recordado estos días donde tanto los neoliberales como los
anticapitalistas parecen acaparar el discurso. O liberalismo austriaco o populismo
chavista. La cosa, creo, es un poco más compleja y creo que sería necesario
repensar estas ideas del socialismo democrático. Como también habría que dar
más peso al liberalismo moderado frente a los anarcocapitalistas, que siempre
argumentan que solo hay un liberalismo, el suyo, y una sola izquierda, la comunista,
en una espiral maniquea. Las ideas de Giddens, pienso, pueden ayudar mucho a
pensar, con sosiego y lejos del barro, la actual situación política de nuestro
país.



Los enemigos del comercio

Libros Posted on Mon, June 08, 2015 12:18

Incluyo la que va a ser una larga
entrada en el blog sobre los dos últimos libros de Antonio Escohotado: Los enemigos del comercio. Historia de las
ideas sobre la propiedad privada
(Vol. I. Antes de Marx, 2008 y Vol. II,
2013, Madrid, Espasa-Calpe). Supongo que la anunciada tercera parte no tardará
ya demasiado en aparecer, dada la fecha de edición de las anteriores, y a que
afirma en la primera parte que esta es la última que se redactó. Conocía al autor
por su famosa Historia general de las
drogas
(Madrid, Alianza), que leí en mis tiempos de estudiante. En aquel
entonces me encantó por su espíritu libertario. No puedo decir lo mismo sobre
los que tengo entre manos. Empecemos por algún lado.

Los libros contienen, a mi modo
de ver, algunas afirmaciones insostenibles. Veamos una: “Si buscamos ejemplos
precoces de masas revolucionarias, lucha de clases, guerras civiles, tribunos
populistas y expropiación del rico no será de provecho explorar la historia de
China, India o Egipto, donde situaciones de miseria aguda se prolongaron
durante siglos y milenios sin alterar la forma de gobierno” o “cuando
comparamos el Imperio romano con el bizantino, el árabe y el chino las
diferencias desbordan exponencialmente a los parentescos” (Vol. I, pp. 43 y
244). Estas afirmaciones posicionan a Escohotado dentro de la más rancia teoría
del “excepcionalismo” europeo u occidental. Convendría, por ejemplo, revisar
los últimos libros de Jack Goody para alejarse de este espejismo, así como un
amplio abanico de historiografía actual que reduce el posible carácter
excepcional del desarrollo histórico de Europa (por ejemplo, el libro de David
Christian, Mapas del tiempo. Introducción
a la “Gran Historia
”, Barcelona, Crítica, 2005).

Este hecho tal vez tenga que ver
con el material secundario que utiliza para contextualizar el abundante uso de
fuentes originales. En general se reduce a estudios clásicos. Por ejemplo, la
descripción de Grecia y Roma se basa en la obra de E. Gibbon (1773-1794), Th. Mommsen
(1817-1903), M. Rostovtzeff (1870-1952) o M. Weber (1864-1920) o muchos
aspectos de la recepción del cristianismo se refieren a E. Troeltsch
(1865-1923). Apenas hay literatura actual crítica sobre el periodo. ¿Es posible
escribir algo sobre Grecia y Roma usando solo libros escritos a finales del
siglo XIX o principios del XX? ¿No hay nada relevante publicado más tarde? A
ello sumamos una autoreferencialidad excesiva de la llamada Escuela Austriaca
de economía (Hayek, Von Mises o Schumpeter). El libro parece más un homenaje a
la misma que un estudio sistemático del fenómeno propuesto. Escohotado a pesar
de ser sociólogo en ambos volúmenes no cita el trabajo de los grandes de la
sociología histórica: Norbert Elias, Charles Tilly, Shmuel Eisenstadt o Barrington
Moore. Sorprende también que tampoco cite obras como las de Arnold Toynbee o
Immanuel Wallerstein.

Mención aparte merecen las citas
reiteradas a la Wikipedia como fuente de autoridad. Creo que esto no responde a
un uso naif por parte del autor, sino que más bien tiene que ver con el origen
intelectual de la herramienta: una enciclopedia auto-organizada sin un control
centralizado. De hecho, el creador de Wikipedia Jimmy Wales reconoce
explícitamente la influencia de A. Rand y F. Hayek en su concepción. Con esto
parece cerrarse el círculo de influencias del libro de Escohotado.

Toda la obra está conducida por
una teleología manifiesta, estructurada en torno a dos dicotomías clásicas del
pensamiento occidental: sociedad cerrada versus
sociedad abierta e igualdad versus libertad.
Hay dos tipos de sociedades. Las
primeras, cerradas, son igualitarias, no defienden la propiedad privada y el
comercio y carecen de libertad política. Las segundas, abiertas, son desiguales,
defienden la propiedad privada, el comercio y la libertad política. Las
simpatías del autor se inclinan del lado de estas últimas y se dedica a rastrear
en la historia de las ideas ambas concepciones, contraponiéndolas y mostrando
su superioridad moral.

De la primera dicotomía poco hay
que decir, que se la debemos a K. Popper. La segunda, igualdad frente a
libertad, es más problemática. Para Escohotado pareciera que la única igualdad
compatible con la libertad fuese la igualdad formal o igualdad ante la ley. En
sus propias palabras:

“Ser occidental significa de
alguna manera tener sitio en la corazón
para un altar donde lo venerado es la igualdad humana, principal motivo de
orgullo para nuestra cultura. Sin embargo, algunos limitamos ese principio
inviolable a un trato no discriminatorio por parte de las leyes, y reclamamos
una igualdad jurídica compatible con las más amplias libertades. Otros –a cuyos
motivos e iniciativas se dedica este libro– llevan veinte siglos abogando por
abolir compraventas y préstamos para defender a quienes obtuvieron peores
cartas, son incapaces de autogobernarse o sencillamente no están dispuestos a
tratar la vida como un juego, aunque sus reglas sean claras” (Vol. I, p. 23).

En esto, creo, late un error de
fondo: mezclar la igualdad material y la igualdad formal. Lo opuesto a la
igualdad material no es la libertad, sino la desigualdad. Lo opuesto a la
libertad sería la opresión, dentro de la cual se encuentra la ausencia de
igualdad ante la ley. En teoría dos
sociedades con un nivel de igualdad material semejante –desechamos la igualdad
y desigualdad absolutas como un tipo ideal no presente en la realidad– pueden
optar por sistemas políticos más o menos libres (entendamos libres como sistemas
con igualdad ante la ley y gobiernos democráticos). Pero esto también puede
ocurrir en la práctica. En una entrada anterior de este blog hablaba de un
libro de Milanovic sobre la desigualdad material, en el cual afirmaba que el
nivel de desigualdad en las sociedades del antiguo bloque soviético y en la
Europa occidental no era muy diferente –aunque la riqueza global sí, pero ese
es otro asunto: valorar hasta qué punto la igualdad material ataca a la
eficiencia económica–, mientras el modelo político si era muy diferente en
cuanto a libertades. Es decir, una sociedad materialmente igualitaria no debe ser necesariamente
antidemocrática y atacar las libertades. Los países nórdicos muestran más bien
lo contrario.

Además, un historiador de la
antigüedad clásica como Robin Lane Fox (en su magnífica obra El mundo clásico, Barcelona, Crítica,
2007) afirma que tanto en la Grecia democrática como en la Roma republicana
–modelos de comercio y libertades en el mundo clásico según Escohotado– el lujo
y la desigualdad material eran vistos como entes disgregadores y rasgos de
gobiernos despóticos. Es decir, el lujo y la desigualdad eran enemigos de la igualdad
ante la ley y el gobierno representativo. Curiosamente en la aristocrática
Grecia arcaica y en la Roma imperial, mucho más desiguales, el comercio y las
libertades se resintieron.

También merece señalarse el hecho
de que el Volumen I, “Antes de Marx”, valga decir, antes de la aparición de las
sociedades industriales, apenas menciona el trabajo de Karl Polanyi. Parece
casi inconcebible teniendo en cuenta que elaboró una de la teoría que, por
adhesión o rechazo, ha tenido más impacto en el estudio de las economías
preindustriales. Escohotado opta más bien por ignorarle a pesar de que su obra
se entra en los “enemigos del comercio”. No explora, aunque sea para
rebatirlas, sus tipologías sobre el comercio y el mercado en las sociedades
antiguas (en la bibliografía no aparece siquiera El sustento del hombre). En general, en la obra no se definen
claramente los conceptos utilizados: comercio, libertad, propiedad privada o
mercado. Así, la idea del mercado y su regulación a través de la oferta y la
demanda se utilizan de modo acrítico: ¿son todos los mercados iguales?,
¿funcionaba un mercado en Roma igual que lo hace la actual bolsa de Londres?,
¿el comercio de bienes suntuarios era igual que el comercio de bienes de
primera necesidad? Nada nos dice sobre eso. Comercio y mercado funcionan en el
libro más como entes metafísicos que como realidades históricas, económicas,
sociales y culturales concretas.

Las afirmaciones chocantes y no
siempre bien fundadas se suceden: “Mahoma y el califa Omar, su gran heredero,
son comunistas de corazón que aceptan la propiedad privada como mal menor”
(Vol. I., p. 235); “el terror es un Sermón de la Montaña aligerado de caridad y
expuesto en términos bélicos, tan sempiterno como otras recetas de redención”
(Vol. I., p. 551); o “emplear niños [como trabajadores en las fábricas y minas]
sería perverso si no fuese también un mal menor pasajero. (…) A falta de
guarderías-colegios, o de alguien que los cuide de cerca en casa, los niños son
invitado por el tedio a las más suicidas ocurrencias, y es mucho menos
arriesgado para ellos ir con sus padres al trabajo, e incluso quedar al cargo
de algún patrono” (Vol. II, p. 207).

Ambos libros pueden verse como
una teología invertida. Si para los autores marxistas el capitalismo ejerce el
papel de villano, para Escohotado lo hace el comunismo (definido de un modo muy
amplio). Pero esto ya lo detectó Cesar Rendueles en una crítica al libro:

“El
propósito de Escohotado es demostrar que las propuestas políticas que han
tratado de frenar o limitar el desarrollo comercial son el resultado de una
pulsión mesiánica nihilista que conduce al enfrentamiento social. Para ello
propone una interpretación finalista del antagonismo político moderno.
Diagnostica a lo largo de la historia humana sucesivos destellos de una lógica
milenarista enemiga de la propiedad. Una dinámica que se va elaborando
pragmática y teóricamente hasta que, tras la revolución rusa, se consolida en
el socialismo soviético como su realización más acabada. De este modo, el
socialismo autoritario no es una declinación contingente –y por tanto evitable–
del igualitarismo sino su consumación necesaria” (El País, 16-11-13).

Quizá una visión más ponderada tanto del papel del comunismo como del capitalismo,
con las variedades propias de cada espécimen, hubiese arrojado más luz sobre el
tema propuesto. Añadir algunos pasajes sobre el colonialismo y sus “disfunciones”
como “algo” relacionado con el comercio y los mercados internacionales hubiese
dotado a los libros de algo más de ecuanimidad. Puede que el giro “comunista”
de la Revolución Francesa provocara muchos muertos, pero la aventura comercial del
Rey Leopoldo II de Bélgica en el Congo también lo hizo.

En
todo caso, se trata de una obra muy irregular con pasajes bien hilados –aunque
curiosamente son aquellos que dedica a la religión o a la descripción de
ciertas teorías sociales y que se alejan más del análisis de los “enemigos del
comercio”–, y otros muchos menos trenzados. Creo que, además, la obra ganaría
si abandonase de vez en cuando su tono omnisciente. El uso del condicional para
mostrar que lo afirmado son hipótesis no es falsa modestia, muestra que la
ciencia no es un hecho definitivo. Esperaré a leer la tercera parte, aunque no
espero que el tono varíe mucho.



La movilidad social en España

Libros Posted on Tue, May 26, 2015 12:27

Cuando estudiaba en Birmingham,
una húmeda y gris ciudad del centro de Inglaterra, leía unos libros estupendos
sobre la estructura social del Reino Unido. Estaban escritos con sencillez y
combinaban a la perfección datos empíricos con explicaciones teóricas sobre los
mismos. Leyendo un par de ellos uno se hacía una imagen fidedigna de esa
sociedad. En aquel entonces no había nada parecido en España. Los tratados
sobre estructura social solían ser unos enormes volúmenes con mucho texto,
datos y teorías, pero con poca síntesis y afán pedagógico. Estaban dirigidos
más bien a los colegas de los autores que a un público culto general o a los
alumnos de esos profesores. Unos los leía pero no se hacía una imagen general
de la sociedad española.

La situación, por fortuna, ha
comenzado a cambiar y están apareciendo libros que nos describen de un modo
breve, sintético y accesible la imagen de nuestra sociedad. Los que me han
causado una impresión más grata son los de José Saturnino Martínez García (Estructura social y desigualdad en España, Madrid,
Los libros de la Catarata, 2013) y el de Ildefonso Marqués Perales (La movilidad social en España, Madrid,
Los libros de la Catarata, 2015). Me centraré en este último, aunque el primero
no desmerece en nada al reseñado. Un hipotético lector sin formación
sociológica y con un nivel cultural medio obtendrá de la lectura de ambas obras
una imagen más precisa de nuestra sociedad.

En concreto, el libro de
Ildefonso Marqués se centra en el fenómeno de la movilidad social, en concreto
en la “movilidad intergeneracional de clase”, aunque al hacerlo describa la
estructura de clase española. Esto ya nos indica una variante sobre los
estudios de la desigualdad que más circulan hoy día. No parte de un análisis
individualista de la desigualdad de renta, como tanto economistas, sino de la
“clase social” como el principal criterio en torno al cual se estructuran las
desigualdades en las sociedades capitalistas. Adopta una perspectiva weberiana
sobre la clase social y el análisis empírico se fundamenta en el esquema de
Erikson, Goldthorpe y Portocarero. En todo caso, la teoría no es lo importante.
Es el instrumental necesario para describir la situación de las clases en
España y mostrar el fenómeno de la movilidad social.

La primera parte del libro está
dedicada a describir la estructura de clases en España y el fenómeno de la movilidad
intergeneracional absoluta o “cambios en la estructura de clases de una
sociedad”. Señalar algunos aspectos de nuestra estructura de clases. En primer
lugar, que en comparación con otros países europeos tenemos una clase directiva
y profesional reducida y un conjunto de trabajadores no cualificados muy
numeroso (un 28%). Además, los hombres se concentran en los trabajos no
cualificados en mayor proporción que las mujeres. Nos parecemos a países de
nuestro entorno como Portugal, Polonia o Grecia. Esto, explica Ildefonso
Marqués, muestra que nuestro proceso de modernización no es excepcional, sino
que nuestra estructura de clases es similar a la de otros países que se
industrializaron tarde. La movilidad absoluta, afirma, se comporta también en
España como en el resto de Europa: crece con la industrialización del país, se
estanca cuando se convierte en una economía de servicios y se reduce cuando
termina el proceso de abandono del campo.

En la segunda parte se analiza,
de un lado, la movilidad intergeneracional relativa o fluidez social, esto es, la
probabilidad de acceso de un individuo a determinadas clases sociales en
función de la clase de los padres; y, de otro, la meritocracia y la igualdad de
oportunidades. Respecto a la movilidad relativa afirma: “Cuando comparamos a
España con otros países de nuestro entorno, la fluidez social es de las más
bajas de Europa. Dicho de otra forma, la dependencia de la clase de los hijos a
las clases de sus padres e mayor en España que en otros países europeos” (p.
161). La teoría liberal afirma que las sociedades deben fomentar la igualdad de
oportunidades y que después cada uno en función de sus méritos conseguirá
posicionarse, siendo la desigualdad la recompensa del esfuerzo individual. Este
planteamiento ha sido criticado en dos frentes. Por un lado, la idea de
igualdad de oportunidades, pues no todo el mundo parte con las mismas aunque el
Estado haga un esfuerzo por lograrlo. Y, por otro lado, la idea de mérito,
porque este suele asociarse a éxito académico, cuando la sociedad valora muy
diversos aspectos a la hora de conferir una determinada posición a los individuos.
En España la educación universitaria, uno de los grandes igualadores según las
teorías meritocráticas, sigue estando marcada por fuertes líneas de clase. En
primer lugar respecto al acceso. La universidad continúa siendo coto
mayoritario de los hijos de los profesionales y directivos. Y, en segundo
lugar, respecto a los resultados. Las estadísticas disponibles indican que a
igualdad de éxito en la universidad, los hijos de las clases altas tienen mejor
acceso al mercado laboral, esto es, la probabilidad de encontrar trabajo
cualificado es más alta para el hijo de un profesional que para el de un obrero
aunque los dos obtuviesen matrícula de honor en sus estudios –dicho de paso que
también es más alta entre estos dos que con otros alumnos con peores
calificaciones–. Un magnífico libro, en definitiva, que merece una atenta
lectura por parte de aquellos que desee conocer un poco más nuestro país.



La desigualdad mata

Libros Posted on Mon, May 18, 2015 09:35

En la última entrada adelanté que
en breve hablaría sobre un libro de Göran
Therborn aparecido recientemente. Vamos a ello. La obra en cuestión es La desigualdad mata (Madrid, Alianza,
2015). La idea fuerza de Terborn es que “la desigualdad es una violación
de la dignidad humana”. Todo el libro se configura como un alegato contra la
desigualdad y un intento de apoyar las
políticas igualitarias. En esto difiere del libro de Milanovic que comenté con
anterioridad. Para este, la desigualdad excesiva puede tener efectos nocivos –de
hecho su obra apoya planteamientos igualitaristas–, porque impide el desarrollo
económico, pero un exceso de igualdad también desincentiva a los individuos con
el mismo resultado. Terborn adopta una posición más militante en pos de
políticas igualitarias. Así cree que “los incentivos estimulan el esfuerzo,
pero no existen pruebas empíricas que respalden el argumento de que cuanto
mayor sea la desigualdad (de resultados), mayor será el crecimiento. En la
actualidad, parece que la economía del desarrollo se inclina más bien en
sentido contrario” (pp. 54-55). En definitiva, en todo el libro enfatiza los
efectos nocivos de la desigualdad y las virtudes de la igualdad.

Los dos primeros capítulos, la
Parte I, son una compilación de estadísticas sobre el efecto pernicioso de la
desigualdad para los seres humanos. En concreto bajo la idea de que la “desigualdad
mata” se muestra que el aumento de la desigualdad incide en un aumento de la
mortalidad y de las enfermedades entre los grupos desfavorecidos. Supone,
además, menores índices de cohesión social, esto es, a mayor desigualdad, menor
cohesión social. Esto se muestra en que los países con mayor desigualdad tienen
ratios de criminalidad más altos, gastan más recursos en la industria de la
seguridad y tienen una segregación espacial más alta (guetos urbanos). Además,
la desigualdad incide en una menor calidad democrática y posibilita a las élites
tomar decisiones de un modo más independiente del conjunto de los ciudadanos de
un país.

Posteriormente, en la Parte II,
tras reconocer las carencias teóricas en torno al estudio de la desigualdad,
trata de generar una teoría sociológica sobre la misma. Para ello, intenta
establecer un modelo sobre tres tipos de desigualdad: vital, existencial y de
recursos. Grosso modo, la primera hace referencia a las posibilidades de mantener
la vida como organismo biológico. La segunda a las desigualdades políticas en
torno a las discriminaciones por razón de sexo, etnia o ideología. Y la tercera
es la desigualdad de riqueza y renta. Con este modelo trata de separarse de la
teoría económica estándar, centrada en el tercer tipo de desigualdad, y añadir
otras variables sociológicas en su estudio.

En la tercera parte realiza un
recuento histórico de la desigualdad, mostrando como la desigualdad vital tendió
a reducirse durante los dos primeros tercios del siglo XX y a repuntar durante
el tercero; como la desigualdad existencial se va reduciendo, aunque continua
firmemente institucionalizada; y, finalmente, como la desigualdad de renta
disminuyó hasta los años 80 del siglo XX, como predecía la curva de Kuznets, y
aumentó a partir de ese momento. En definitiva, muestra como existen una
tendencia históricamente claramente desigualitaria desde 1980 en adelante,
sobre todo en torno a la desigualdad vital y de renta, mientras que la
desigualdad existencia parece estar siendo reducida en mayor medida.

En la Parte IV analiza las pautas
de desigualdad en la actualidad, tanto a nivel intranacional como
internacional, y finaliza en la última parte del libro mostrando las posibilidades
para revertir la situación de desigualdad, ya que “las desigualdades son una construcción
social y, por lo tanto, son susceptibles de deconstrucción” (p. 161). Trata de
mostrar cuales son los posibles apoyos sociales a las políticas igualitarias,
de un lado, y los frenos y enemigos de las mismas. En todo caso, apuesta
fuertemente por políticas igualitarias como un modo de conseguir un mundo más
justo y humano.



Los que tienen y los que no tienen

Libros Posted on Sat, May 09, 2015 17:45

Llevo dándole vueltas bastante
tiempo al tema de la desigualdad, sobre todo durante el último año. En este
sentido, no podía dejar de reseñar un libro de Branko Milanovic –al que sigo en
Twitter, lo que puedo recomendar al lector de este blog– aparecido en 2012 en
nuestro país: Los que tienen y los que no
tienen. Una breve y singular historia de la desigualdad global
(Madrid,
Alianza). Está espléndidamente escrito y explica temas complejos con una
envidiable soltura. No en vano, el autor es uno de los grandes especialistas
mundiales en el tema de la desigualdad y, al tiempo, un gran narrador.

Empiezo con una cita: “Tal vez al
lector le resulte sorprendente saber que existen pocas teorías o estudios
teóricos acerca de la formación y la evolución temporal de la distribución de
la renta entre individuos” (p. 103). La causa, afirma, se encuentra en a) un
motivo teórico, la economía en principio se dedicó a la distribución funcional
de la renta, esto es, la distribución de la renta entre clase sociales; y b) uno
menos confesable: “los estudios sobre desigualdad no son particularmente
apreciados por los ricos” (p. 104) que, de hecho, prefieren que se estudie la
pobreza y no las estructuras de desigualdad. Sostiene que los estudios teóricos
se los debemos a dos grandes autores: Vilfredo Pareto y Simon Kuznets. Sobre
todo al segundo y su controvertida “curva” de la desigualdad –Milanovic apunta
que no hay demasiadas evidencias de que la desigualdad de renta se comporta
como planteó Kuznets, aunque es la teoría con la que tratan todos los
estudiosos de la materia–.

Aquí ya se evidencia el objeto
del libro: el estudio de la desigualdad de renta a nivel mundial. La
desigualdad mundial, sostiene, puede contemplarse desde tres perspectivas: la
desigualdad en el seno de las naciones, entre las naciones y entre el conjunto
de ciudadanos del mundo. En consecuencia, el libro se estructura en tres partes
donde se revisan estas perspectivas. Cada una de ellas está precedida por un
ensayo introductorio y se completan con “ilustraciones”, que es como llama a
ejemplos variados sobre los diferentes tipos de desigualdad de renta.

Quizá lo único que no termina de
convencerme es el carácter individualista del método elegido. Se aboga por
medir la desigualdad de renta en términos individuales, alejándose del uso del concepto de clase. Tal vez sea necesario por el tipo de datos
estadísticos manejados, por otra parte los disponibles. Pero muchas veces
retorna al concepto de clase. De hecho, lo usa, pero de un modo discursivo, no
analítico y, cuando lo utiliza en términos analíticos, habla de desigualdad de clase como desigualdad
intranacional o habla de la clase media como una construcción estadística en
torno a los ingresos medios.

También podría criticarse a
Milanovic centrarse solo en la descripción de las desigualdades de renta,
obviando otro tipo de desigualdades sociales o políticas. No estaría de acuerdo
con este modo de proceder. Al final ha elaborado un libro sólido sobre la
desigualdad de renta y hay otras fuentes para analizar otros tipos de
desigualdad (en breve hablaré en el blog de un libro de Göran Therborn
aparecido recientemente sobre el tema).

Los que tiene y los que no tienen es una obra de divulgación o,
como se impone ahora, de “transferencia de conocimiento científico”, lo cual no
le resta ni un ápice de valía. Se aprende más en ella que en muchos sesudos y
plomizos tratados académicos sobre la materia. No es la única obra de este
género, sin duda, pero desde mi punto de vista destaca sobre el resto. En
definitiva es un libro magnífico, tanto en su concepción como en su desarrollo.
Se lo recomendaré a mis alumnos del grado en sociología, les animaré a leerlo y
les expondré que si no les gusta tal vez sea porque se han equivocado de
carrera.



El gobierno mundial de los expertos

Libros Posted on Sat, April 25, 2015 18:22

El problema del gobierno global cada vez ocupa más espacio en prensa y en la discusión académica. Josep M. Colomer ha publicado
recientemente el ensayo El gobierno mundial de los expertos (Anagrama, 2015),
en el que revisa la aparición de una nueva forma de gobierno que rebasa los
límites del Estado-nación. En concreto se centra en las organizaciones que
denomina “intergubernamentales de adhesión universal” como la ONU, el Banco
Mundial, el FMI o, entre otras, el G8 y el G20. En la primera parte hace una
revisión de su historia y, sobre todo, de los mecanismos de toma de decisiones
en su seno. Es la parte más canónica del libro, que dicho sea de paso está
excelentemente escrito y se lee con sumo placer.

La segunda parte del libro es la
más polémica y, claro está, la más interesante. En ella trata de establecer las
bases para una democracia global que supere la democracia partidista
representativa propia del Estado-nación. Para ello afirma que: “La democracia
puede ser concebida no como algo necesariamente vinculado con el estado o con cualquier
fórmula institucional específica, sino más bien como un principio ético de
gobernanza y una referencia para la evaluación de diferentes normas y
procedimientos institucionales. En este enfoque, la democracia se puede definir
como una forma de gobierno basa en el consentimiento
social
que implica los valores y objetivos de la libertad, la toma de
decisiones efectiva y la rendición de cuentas de los gobernantes” (pp. 242-243,
cursiva añadida).

Según este planteamiento,
presente en todo el libro, las “fórmulas básicas de representación y de toma de
decisiones” en la gobernanza global serían: “la representación cualitativa de
los países mediante turnos y votos ponderados; el gobierno de los expertos; el
consenso en políticas públicas; los mandatos imperativos; y la rendición de
cuentas de los gobiernantes” (p. 258). Como
imagen especular invertida encontraríamos la democracia representativa propia del
Estado-nación, anclado en lo local, que estaría basada en: la representación igualitaria
de los ciudadanos –“un ciudadano un voto”– en vez de los países; el gobierno de
los partidos políticos en vez de los expertos; la confrontación en vez del
consenso; la autonomía partidista frente al mandato imperativo; y la no
rendición de cuentas más que a través de las elecciones.

Tengo varias objeciones a este
planteamiento, claramente descompensado a favor de los expertos “consensualistas”
que viven y medran en las organizaciones transnacionales (presentados –valga la
caricatura– siempre como competentes, virtuosos y dedicados, frente a los
incompetentes, corruptos y vagos políticos nacionales). En primer lugar, la
idea de reducir la democracia a un “principio” ético basado en el “consentimiento
social” la deja en muy poco. Me recuerda la estrategia seguida por Jack Goody
en sus últimos libros de definir la democracia como un sistema de gobierno en
el que hay “algún tipo de representación” del pueblo para intentar explicar que
los occidentales no inventaron la democracia. En ambos casos se “reduce” el
alcance de lo democrático para incluir realidades no plenamente democráticas.
Si se habla de un “déficit democrático” de las instituciones globales se
plantea una redefinición de lo democrático para que encaje en la misma.

No creo, sinceramente, que la
democracia pueda reducirse a un principio ético. Sería como esperar que el buen
gobierno llegue de hombres virtuosos. La democracia es, en lo fundamental, un
entramado institucional que permite que los gobernados elijan (en lo que se
incluye que ellos mismos puedan ser gobernantes, bien por elección o por sorteo),
critiquen y revoquen a los gobernantes. Así mismo, para que exista libertad,
toma de decisiones efectiva y rendición de cuentas debe existir un sistema con
división de poderes. ¿Existe una división efectiva de poderes en la gobernanza
global? Lo dudo mucho. El presidente de EE.UU. podría ser condenado por un
tribunal de ese país si incumple la ley, pero ¿podría algún tribunal
internacional hacer lo mismo?

Cuando Josep M. Colomer afirma: “Los
principios fundamentales de la gobernabilidad democrática pueden ser respetados
por medios no electorales” (p. 217), me asaltan más dudas. Existe en toda la
obra un claro rechazo del conflicto de intereses y se ensalzan las políticas de
consenso. Es toda una declaración política, claro está. Cuando dice “las
facciones organizadas no sólo son innecesarias para la formación de políticas
globales” (p. 256), existe un claro rechazo de los partidos políticos y de los
intereses particulares. Parece que para Colomer existe algún tipo de política
pública de consenso a la que se puede llegar a través del concurso de los
expertos. Un ejemplo lo pone a través de las políticas del FMI y del BM en el
llamado “Consenso de Washington”. Este ha sido fruto de la acción de estas
instituciones para conseguir el bien común y ha conseguido integrar las
críticas para superar sus disfunciones. Incluso “las ideas de nuevos conjuntos
de escritorzuelos académicos de hace
unos años fueron digeridas y recicladas por responsables políticos globales”
(p. 228, cursiva añadida). Es decir, los opuestos a ese consenso serían “escritorzuelos
académicos”, con seguridad miembros de los perversos partidos políticos.

Pero seamos francos, la
democracia de partidos y el sistema democrático representativo con división de
poderes es el único sistema que ha conseguido institucionalizar la democracia en
sociedades amplias y complejas. Reducir la democracia a un principio ético es hacer
un flaco favor a la misma. Como afirma en su último libro el profesor
Alessandro Ferrara (El horizonte
democrático
, Barcelona, 2014), creo que sería necesario incluir cambios que
doten de contenido institucional democrático a la gobernanza global (legitimidad
electoral, capacidad sancionadora, división de poderes), porque si no es así
podemos terminar cayendo en soluciones elitistas y tecnocráticas, que comienzan
a ser vistas como propone el profesor Colomer como las únicas democráticas y
naturales.

Es, en defintiva, una obra
escrita ad majorem gloriam de las instituciones globales, pero que no obstante tiene la virtud de
traer un debate necesario sobre la emergencia de un poder global no democrático
o, al menos, no democrático en el sentido tradicional.



La lucha de clases existe… ¡y la han ganado los ricos!

Libros Posted on Tue, April 21, 2015 12:26

Marco Revelli ha publicado un
breve panfleto (La lucha de clases
existe… ¡y la han ganado los ricos!,
Alianza, 2015) en el cual contrapone
dos grandes concepciones sobre la desigualdad. La primera, que triunfó desde el
final de la Segunda Guerra Mundial hasta los años 70, sostenía el carácter
disolvente de la desigualdad social. Era contemplada como un elemento negativo,
contrario al buen orden social, y en consecuencia un hecho a combatir. La
segunda surgió a partir de los años setenta en una reformulación llamada
neoliberalismo y sostenía que un exceso de igualdad era económicamente
perjudicial. Se creó así un “paradigma, justamente, donde la desigualdad dejaba
de considerarse un defecto para transformarse, dentro de ciertos límites, en un
recurso” (p. 26).

El paradigma desigualitario,
afirma, se base en la desregulación de la economía y en la disminución de
impuestos a las clases altas. Este último se justifica a través de la teoría
del trickle down, según la cual el
enriquecimiento de las elites supondrá un beneficio generalizado, pues la
riqueza terminará cayendo como una lluvia sobre las capas menos favorecidas.
Esta teoría esta a su vez sustentada en dos modelos económicos: la curva de
Laffer y la curva de Kuznets (aplicada tanto a la desigualdad como al
medioambiente). La primera se diseñó para justificar los impuestos bajos y la
segunda ayuda a comprender la desigualdad o el deterioro medioambiental como
momentos puntuales en el desarrollo, que se superaran de modo natural con el
desarrollo socioeconómico.

El profesor Revelli trata de
demostrar que los datos no sustentan la teoría del trickle down. Respecto a la curva de Kuznets sostiene su escasa
validez, ya que se ha constatado un aumento de la desigualdad desde los años 70
del pasado siglo en tres niveles: considerando la población mundial como un
todo, comparando países ricos con países pobres y, por último, a nivel
intranacional. La desigualdad parece haber aumentado en estos niveles, pero
cabría preguntarse si ha goteado desde arriba la riqueza, es decir, si al menos
se han reducido los niveles de pobreza aunque no lo hayan hecho los de
desigualdad. Sostiene que los datos no
permiten hablar de una reducción significativa de la pobreza a nivel mundial. El
enriquecimiento de los de arriba no se traslada automáticamente a una mejora de
las condiciones de los de abajo.

Por su parte, al analizar la
curva de Laffer y su aplicación sobre todo en Estados Unidos desde los años 80 ve
una disminución de impuestos en las rentas altas y a las sociedades
empresariales paralelo a un aumento del endeudamiento público (¿para compensar
los ingresos menguantes vía impuestos?) y privado (en este caso para compensar
el estancamiento de las rentas del trabajo). El aumento de la desigualdad corre
parejo a la aplicación de políticas basadas en la curva de Laffer. Finalmente,
respecto a la curva de Kuznets mediambiental sostiene que no existe un punto de
ruptura tras el cual el desarrollo económico correrá parejo a una disminución
del deterioro medioambiental. De hecho, las cifras y los modelos existentes
muestran una correlación fuerte entre desarrollo económico y deterioro del
medio ambiente.

La causa de este aumento de la desigualdad,
en definitiva, no solo es producto del mercado y del desempeño de los
individuos en el mismo, sino de las políticas públicas y de la capacidad de la
elite de influir en el gobierno y de marginar a los menos favorecidos en la
toma de decisiones políticas. Eso al menos afirma Marco Revelli. El libro es
muy clarificador, está bien fundamentado y expone brevemente uno de los temas
que está llamado a tener más relevancia en los próximos años.



La extensión de la desigualdad

Libros Posted on Wed, April 08, 2015 12:32

Una de las consecuencias más
notorias de la crisis económica actual es la acentuación de la desigualdad social.
Carles Manera, catedrático en la Universitat de les Illes Balears, ha publicado
un opúsculo bajo el título La extensión
de la desigualad. Austeridad y estancamiento
(Libros de la Catarata, 2015)
sobre esta temática desde una óptica económica. Esto es novedoso, pues esta
disciplina se había centrado tradicionalmente más en la creación que en la distribución
de la riqueza. El estudio de esta última se había dejado en manos de ciencias “menores”
como las ciencias políticas (decisiones sobre la distribución) o la sociología
(consecuencias de esa distribución). Pero la globalización y la “Gran crisis”
actual han resucitado el interés por la desigualdad entre algunos economistas.

El libro de Manera, he de
decirlo, difiere de lo que esperaba al comprarlo: un tratado más al uso
sobre desigualdad tal y como se estila en sociología. La obra se estructura en
tres grandes partes diferenciadas. Los dos primeros capítulos versan sobre la
globalización, haciendo hincapié en las potencias emergentes asiáticas: China e
India y, en el segundo, sobre las posibilidades económicas del continente
africano. Los dos siguientes sobre las causas y consecuencias de la crisis,
sobre todo en Europa y España, una de las cuales es el aumento de la
desigualdad. Solamente el último capítulo “Beneficio económico y desigualdad”
se centra en lo que promete el título. El resultado es un texto un poco inconexo,
pero interesante y con algunas potentes ideas fuerza subyacentes.

Algunas son las siguientes:

– China e India, en menor medida, son las
grandes beneficiarias de la globalización, aunque incluso en estos países esta
supone un aumento de la desigualdad.

– Las políticas de austeridad
tienen como “objetivo privatizar los servicios esenciales para la ciudadanía,
servicios que pueden convertirse en un suculento negocio para empresarios
privados” (p. 80).

– La economía europea y española,
a pesar de que se nos venden lo contrario, están en una situación de “colapso
multiorgánico”.

– La debilidad económica la pagan
los trabajadores, pues las rentas de trabajo disminuyen y los beneficios
empresariales se mantienen. Esto es así porque las tasas de beneficio se han
mantenido en tiempos de crisis a costa de la remuneración del trabajo.

– Esta situación es sistémica y
supone un nuevo escenario con mayores cuotas de desigualdad social.

– Las políticas de austeridad son
erróneas y solamente generarán más desigualdad; y los rescates en Europa se han
hecho para beneficiar a la banca.

En definitiva, un panorama
sombrío que resulta más desalentador cuando repasa las consecuencias de la
crisis para nuestro país: “La pérdida del salario real en España: el 15%, desde
2011. Y, además, habría que añadirle el desmoronamiento del mercado de trabajo.
Resultado: se han perdido más de 600.000 empleos desde la implantación de la
reforma laboral. No hay negociaciones colectivas. La precariedad se afianza. La
población juvenil sin ocupación alcanza el 50%. (…) España es el país de las
cinco principales economías de la Unión Europea con menor salario medio y con
un descenso más acusado en el periodo 2009-2012” (p. 113).

Es una obra notable e
interesante, aunque a veces Manera debería explicar más sus tesis. En el
esfuerzo de síntesis del autor, el lector sin conocimientos económicos puede
sentirse algo desasistido para comprender los argumentos empíricos con los que
se tratan de justificar las tesis expuestas. Quizá esto hubiese alargado un
poco el libro, pero se agradecería.

Por último, remarco un aserto: “La
economía retrospectiva no se potencia en la enseñanza de la economía, como
tampoco la sociología o el pensamiento económico. (…) La economía deberá
entonces ser más humilde y aprender a escuchar otras disciplinas e integrarlas”
(p. 196). En esto estoy de acuerdo. Pese a ser una ciencia social, el diálogo
de los economistas con otras disciplinas es limitado, cuanto menos. En mi
experiencia profesional, el contacto entre profesionales de ciencias políticas,
sociología, antropología o los estudios sobre comunicación es frecuente y
fructífero, no así con los economistas. Incluso los estudios de “Administración
y Dirección de Empresas” son más interdisciplinares. Pero la economía no
dialoga tanto con las demás ciencias sociales. Esto mismo planteaba Moisés Naím en un
reciente artículo aparecido en El País con el título “La
fraudulenta superioridad de los economistas
”. Pues eso.



El futuro de la sociedad

Libros Posted on Mon, March 30, 2015 12:00

El profesor William Outhwaite
publicó en 2006 un alegato en favor de la pertinencia del término sociedad,
puesto en cuestión, bajo el título El
futuro de la sociedad
(Buenos Aires, Amorrortu, 2008). Lo compré hace mucho
tiempo, pero como me ocurre con frecuencia lo apilé y no lo he retomado hasta
estos días.

La obra trata de mostrar como el
concepto de sociedad, surgido en el siglo XVII, ha sido atacado y tiene menos
presencia que hace unos años. Por un lado corrientes de pensamiento
individualista, como el neoliberalismo o el constructivismo social, han puesto
en duda su realidad; y otras han tratado de sustituirlo por términos menos
potentes como comunidad o sociedad civil. Este modo de proceder fue reforzado
por el postmodernismo, de un lado, y por las teorías de la globalización de
otro. En todo caso, se comenzó a dudar de modo sistemático sobre la existencia
de algo llamado sociedad.

Posteriormente, Outhwaite trata
de defender una visión realista del concepto de sociedad, apoyándose en muchos
de los más preeminentes sociólogos actuales. Lo hace, dicho sea de paso, de un
modo un tanto oscuro. Esto es así porque nos encontramos ante un libro de
síntesis. En muchas partes aparecen prolijas enumeraciones de teóricos con
apenas un esbozo de sus teorías. El lector, es de suponer, debe añadir esas
teorías con lecturas previas. Sin embargo, y siempre desde mi punto de vista,
esto no termina de funcionar del todo bien. Quizá hubiese sido necesario un
mayor esfuerzo analítico, para agrupar las polémicas de todos esos autores en
torno al concepto de sociedad en unas cuantas ideas fuerza. Así habría podido realizar
una síntesis teórica más potente, centrada en el concepto y no en las voces
sobre el mismo (valga el ejemplo de Margaret Archer, a la cual cita, que lo
hace estupendamente en sus libros). Existe también un explícito vaivén en la
descripción de los ataques políticos y científicos a la noción de
sociedad, pero no delimitado con
claridad.

Esta carencia se muestra en el
capítulo final donde se pregunta acerca de la existencia de una sociedad
europea. Plantea los límites y potencialidades del proceso europeo de unión
política basado en Estados-nación y, sin embargo, no termina de resultar del
todo claro si la experiencia de la Unión Europea ayuda a afianzar metodológica
y teóricamente el concepto de sociedad o si, por el contrario, lo debilita.
Quizá la razón de todo esto radique en la forma expositiva elegida, basada en
una acumulación de teóricos y teorías más que en una exposición de argumentos.

No me resisto a incluir una nota
sobre la traducción del libro. Este contiene
un error que ya debiera estar superado. Se traduce “enlightenment” por iluminismo, que en castellano según el
diccionario de la RAE hace referencia a una secta religiosa, y no por
ilustración. Es el mismo error que se cometió, por ejemplo, en aquella vieja
traducción del libro de Adorno y Horkheimer “Dialéctica de la ilustración” como
“Dialéctica del iluminismo”. Otra cosa es que tradujéramos al italiano con su Illuminismo.

Para concluir diré que el libro,
pese a sus carencias, plantea un debate interesante y necesario. En lo personal
siempre me ha costado mucho cosificar conceptos como “cultura” o “sociedad”,
que desde mi punto de vista son categorías creadas para unificar las miles de
interacciones que se producen habitualmente entre los seres humanos que ocupan
un territorio. Todo bastante interaccionista, sin duda. Con esto no afirmo que
no exista la sociedad ni la cultura, pero sí que no son “entes” o “seres”
metafísicos. Para convertir la cultura o la sociedad en una “esencia” es
necesario recurrir a la metáfora textual, orgánica o sistémica. Y no lo
considero necesario. Entiendo, pues, la sociedad de un modo relacional,
histórico y procesual, lo que no quita un ápice de validez a este concepto. Una
realidad que emerge de las relaciones entre seres humanos concretos y que se
convierte en una “estructura estructurante”, valga la expresión de Pierre Bourdieu,
que limita y posibilita al tiempo las acciones de los seres humanos.

El concepto de sociedad, además,
creo que siempre mantendrá un cierto grado de ambigüedad, como todos los
grandes conceptos, pues sirve para referirnos con una envidiable economía de
medios a una realidad compleja y de difícil aprehensión. Como ya advirtió
Norbet Elias, los grandes conceptos llevan insertas sus carencias en su gran
potencia de uso.



Regeneracionismo liberal

Libros Posted on Sun, February 15, 2015 21:31

Me propongo comentar dos libros
que tratan de analizar el modo de conseguir superar la crisis económica actual
y regenerar España. El primer es de Luis Garicano El dilema de España. Ser más productivos para vivir mejor (Península,
2014). El segundo lo firma Javier Santiso España
3.0. Necesitamos resetear el país
(Deusto, 2015). Garicano es catedrático
de economía en la London School of Economics y ahora parece que se ha decidido
a entrar en política con Ciudanos. Javier Santiso es profesor de economía de
ESADE y Young Global Leader del Foro
de Davos, como parecer querer recordarnos en muchas de las páginas del libro.
El primer es un libro superior en cuanto a su estructura y redacción, más
sobria y eficiente. Javier Santiso adorna su prosa con algunas incursiones
poéticas que no terminan de funcionar y es demasiado prolijo en la enumeración
de empresas y experiencias de éxito empresarial. Pero salvando las diferencias
estilísticas ambos son una puesta por superar el abatimiento nacional
consecuencia de la crisis económica iniciada entre 2007 y 2008.

Las causas de la crisis y sus
consecuencias son bien sabidas: empacho de crédito, consumo público y privado
en ladrillo improductivo, corrupción política, desprestigio institucional o la
presencia de “elites extractivas” (concepto popularizado por Cesar Molinas, en
otra obra similar, Qué hacer con España:
del capitalismo castizo a la refundación de un país
, Destino, 2013). En todo caso, en ambos libros parece que todos
los males fueran endógenos, ya que no se hace demasiado énfasis en la crisis
mundial del sistema capitalista como una de las causas de nuestra crisis
patria. Sin duda en España hemos hecho cosas mal, pero también hay que recordar
que la crisis es global. Baste decir que antes de la crisis nuestra deuda
pública era una de las más bajas de los grandes países del continente y que el
Estado tenía superávits (otra cosa era la deuda privada). Garicano, más
consciente de la importancia de los factores externos, dedica un capítulo a
reconocer el peso de las deficiencias de la unión monetaria europea en nuestra
crisis. Santiso pasa de puntillas por este asunto.

Ambos autores coinciden en
describir las posibilidades de progreso en términos de mejora institucional
(ambos beben de la obra de Daron Agemoglu y James Robinson Porqué fracasan los países, editada en España por Deusto en 2012).
El problema, afirman, no reside en las personas, esto es, en los españoles, más bien se encuentra en el
entramado institucional, que debe cambiar. Para ello es necesario introducir la
denominadas killer apps de la
modernidad (este término es cortesía de Niall Ferguson La gran degeneración, Debate, 2013, un afamado historiador
conservador) con el fin de generar “instituciones inclusivas”. Se propone, por
tanto, reformas “estructurales” como medicina para nuestra situación actual y
nuestro bajo desempeño institucional. Ambos quiere alejarnos de las economías
fracasadas y acercarnos a la de países exitosos: Dinamarca para Garicano y
Corea del Sur para Santiso.

Luis Garicano establece una serie
de medidas necesarias, desde su punto de vista, para regenera el país:

1. Reducir el tamaño del Estado
para convertirlo en un órgano supervisor más eficaz del mercado.

2. Mejorar la educación de los
españoles, para mejorar su competitividad en la “economía del conocimiento”.

3. Reformar la política para que
no solo los “funcionarios” y “políticos profesionales” accedan a cargos de
decisión política.

4. Por último, deben solventarse
los problemas derivados de la crisis de deuda y de la deficiente construcción
del Euro. Para ello será necesario un acuerdo a nivel de la Unión Europea.

Javier Santiso, por su lado,
propone varias medidas para encauzar el rumbo de la economía española:

1. Mejoras educativas basadas en
dar un mayor peso a la ciencia y las matemáticas, crear centros educativos
superiores de élite (reformar la gobernanza de la universidad, introducir
criterios de competencia entre universidades o desfuncionarizar las plantillas
docentes) y fomentar la participación de la iniciativa privada en la
universidad.

2. Crear una cultura innovadora y
fomentar el emprendimiento y la aparición de startups.

3. Aumentar la
internacionalización de la economía española, creando incluso una
vicepresidencia o un ministerio a tal fin.

4. Convertir España en el hub latino de inversión.

5. Finalmente, crear fondos
bilaterales de inversión que ayuden a volcar la economía hacia el
emprendimiento en sectores tecnológicos y de alto valor añadido.

Se trata, en definitiva, de
consolidar el salto adelante que dimos al situarnos al nivel de muchos de
nuestros vecinos (España 2.0) creando una España 3.0 capaz de competir en la
nueva economía del conocimiento.

Un elemento común en estos dos
libros es que se centran sobre todo en la creación de riqueza, pero apenas
dicen nada sobre su reparto. Bueno, casi, Javier Santiso afirma: “Pero nos
olvidamos alegremente de que, en España, el porcentaje de riqueza de los más
ricos apenas ha crecido entre 1982 y 2012” (p. 292). Entiendo que esta frase, sin
ningún tipo de apoyo estadístico o bibliográfico, se refiere al porcentaje de
riqueza controlada por la población con más recursos respecto al resto de
población. Según Eurostat cuando analizamos cuantas veces gana de media más el
20% más rico de la población respecto al 20% más pobre, encontramos que en
España en 2004 era 5,5 mientras que en 2011 eran 7,11. Si aceptamos que el
argumento de Santiso es cierto y que el porcentaje el PIB total controlado por
los más ricos no ha crecido, eso significaría que el peso de la crisis ha
recaído en los menos pudientes. De esto Santiso también se olvida alegremente. En
todo caso, no dedica ni una línea a hablar sobre la distribución de la riqueza.
Habla sobre las condiciones para su creación, pero no de su reparto. Parece
creer, no sé si con ingenuidad, que una vez creada llegará a todos a través de
un proceso de trickle down. La
realidad, tozuda ella, no parece corroborar esta creencia.

Luis Garicano es más directo y cree
que la globalización genera desigualdad, pero lo considera inevitable. “El
incremento de la competencia y del tamaño del mercado tiene como consecuencia
inevitable el aumento de la desigualdad salarial” (p. 41). Ambos libros tratan
de ser una solución y ambos buscan mejorar la competitividad de nuestro país.
Toda mejora de nuestra posición, sin duda, requerirá un esfuerzo por parte de
los españoles. Y todo esfuerzo se realiza si existe una recompensa al mismo.
¿Por qué deben esforzarse los españoles en pos de una economía competitiva si
no se les habla de redistribución y ganancias? Ese es uno de los problemas de
estas propuestas. Como no hablan de esto, pues otros lo hacen y obtienen
seguidores, aunque se los tilde de populistas o “peronistas”.

También me ha llamado la atención
que Santiso cite el trabajo de Carmen M. Reinhart y Kenneth S. Rogoff sobre el
problema de que la deuda pública supere un 90% del PIB sin el mayor asomo de
crítica (estudio utilizado para justificar las políticas de austeridad como
medio para superar la crisis económica en muchos países). Desde 2013 sabemos
que ese estudio era deficiente, como demostró un estudiante de doctorado
llamado Thomas Herndon, al no haberse realizado correctamente los cálculos
estadísticos en los que estaba basado. Santiso en 2015 da por bueno el estudio
sin más. No aventuraré porque es así.

La verdad, y por concluir, cuando
termino de leer estos libros tengo un enorme deseo de escribir otro con mi
“receta” para regenerar el país. Al rato, sin embargo, me detengo y pienso que
sería como esos aficionados al fútbol que saben confeccionar una alineación mejor
que el entrenador nacional Y además no es meramente una cuestión de competencia
técnica, pienso que la “solución” a los problemas de un país democrático es una
cuestión política además de técnica.



El Minotauro global

Libros Posted on Wed, February 11, 2015 12:11

Aunque lo había ojeado hace
tiempo en la librería de la facultad, no fue hasta el nombramiento de Yanis
Varoufakis como Ministro de Finanzas del nuevo gobierno griego cuando me decidí
a comprar El Minotauro global (Capitang
Swing, 2013, 2ª Ed.). La tesis principal del autor, un reconocido economista
especializado en teoría de juegos, sostiene que desde los años setenta, EE.UU.
ha fomentado activamente un déficit comercial financiándolo con deuda externa
con la finalidad de absorber los beneficios de las economías excedentarias. Así,
“los Estados Unidos están absorbiendo alrededor del 80% del flujo neto de
capital internacional” (p. 192). El que habla con esta rotundidad, por cierto,
no es Varoufakis, sino el afamado Paul Volcker. Dicho de otro modo, países que
tienen balanzas comerciales saneadas invierten sus beneficios en deuda
estadounidense y, de ese modo, permiten su gran consumo público (en especial su
abultado gasto militar) y privado. La hegemonía de EE.UU., en consecuencia,
está cimentada sobre los países a los que domina. El mito del Minotauro
funciona como una metáfora del tributo que los pueblos subordinados ofrecen a
la potencia hegemónica.

Antes de los años setenta, y tras
la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. era un país excedentario e invertía ese
excedente en otras partes del mundo, en especial en Alemania y Japón. Al
primero le creó un área propia para expandir sus productos: la Unión Europea, y
al segundo le permitió vender los suyos en su mercado local. Después del
abandono del patrón oro el ciclo se invirtió pasando EE. UU. de ser un país
emisor a un país receptor de capital. En todo caso, afirma el autor que en
ambas situaciones existía lo que llama un Sistema Global de Reciclaje de
Excedentes (SGRM). Este permitía que los países industriales excedentarios
colocaran sus beneficios en Wall Street que a su vez los utilizaba para
formentar la demanda en EE.UU. lo que permitía a los países industriales excedentarios
mantener su industria en activo y creciendo. El problema radica en que tras el
crack de 2008 no existe un SGRM, ya que EE.UU. no centraliza ya el flujo
internacional de capitales y su demanda no puede mantener la producción de los
países exportadores. Esto produce que la economía mundial se encuentre en un
cambio profundo y no en un mero bache.

Destaca así mismo la descripción
de los problemas de la Eurozona. En esta Alemania tiene un papel clave. El
problema radicaría en que la moneda única es un buen invento para Alemania, ya
que le permite colocar sus productos en otros países que además no pueden
competir vía precios (se entiende que en calidad es difícil que lo hagan) con
su industria al no poder devaluar su moneda. Se generan así países excedentario
y deficitarios, lo que no sería radicalmente dañino si no fuese porque falta un
mecanismo de reciclaje. Alemania, cree Varoufakis, no ha contemplado ningún
mecanismo para invertir los beneficios en las áreas deficitarias. Esto abocaría
a la desintegración de la unión monetaria.

El libro está bien escribo para
un público no especialista y aunque sus argumentos son convincentes, no me
considero un especialista para discernir sobre una materia tan oscura como las
finanzas internacionales. Con una parte de los argumentos, sin embargo, no
puedo estar de acuerdo. En todo el libro se explica que la actual situación, el
llamado Minotauro global, es fruto de una planificación emprendida por la
administración estadounidense. En muchas partes parece como si la economía
global fuese fruto de un plan. Esto suena demasiado a una teoría de la
conspiración. Tampoco creo que sea producto de un mecanismo inconsciente: un
mercado desanclado de las relaciones sociales y políticas humanas. En ambos
casos existe un marcado reduccionismo. Seguramente el Minotauro sea una mezcla
de planificación y automatismo, como tantos otros hechos de la vida social.

Una cosa si me parece clara de la
lectura del libro: Varoufakis es un hombre con ideas firmes. No sé si
conseguirá sus objetivos y si podrá renegociar la deuda griega, esto es,
reconducir las relaciones entre Alemania y Grecia. El papel, ya se sabe, lo
soportada todo. Pero creo que si no lo hace dimitirá, puede llegar a acuerdos
pero no tragar piedras de molino. El tiempo lo dirá.



Política

Libros Posted on Tue, February 03, 2015 10:25

David Runciman publica un breve e interesante libro bajo el también
sucinto título de Política (Turner,
2014). El apellido les sonará a los sociólogos, pues su padre W.G. Runciman es
el autor de la magnífica introducción a la materia El animal social (Taurus, 1999). El autor pertenece a una familia
de intelectuales británicos de élite. Así cuando habla de las élites políticas
británicas sabe bien de que lo hace, pues estudió en Eton y su padre es tercer
vizconde de Doxford.

El libro es ante todo una reivindicación de la política, en
la que revisa el papel de lo político que no es otro sino el control de la
violencia en un territorio concreto. Ataca especialmente la utopía neoliberal que imagina un mundo
donde los mercados rigen el destino de la humanidad sin el concurso del Estado.
Este resulta ineludible, ya que tiene capacidades que exceden la de cualquier
corporación.

Un aspecto que no me agrada es el tratamiento que hace de los
orígenes del Estado. Bajo el epígrafe “La invención del estado” se dedica a
glosar la teoría de Hobbes sobre las causas que llevaron a la instauración del
Estado. Esto podría estar bien si el autor fuese un filósofo político, pero por
lo visto es profesor de ciencias políticas. Si esto último es cierto debería
utilizar las evidencias empíricas disponibles para explicar el origen del
estado, ya sean estas antropológicas, históricas o estadísticas. Recurrir a Hobbes
para hacerlo cuando podría citar los trabajos de M. Harris, M. Weber, N. Elias,
P. Anderson o, entre muchos otros, P. Bourdieu no deja de ser significativo. La
teoría marxista sobre el Estado y la política, por otro lado, ni está ni se la
espera, lo que no deja de ser extraño en una introducción a la materia.

Pese a ello, el texto funciona y se lee con agrado. El
autor, en efecto, es un buen escritor, aunque me asalta la duda sobre la
estructura profunda del texto. Un tratado tan breve no puede ser un estudio
sistemático de lo político, pero tiene lagunas que deberían ser completadas.
Además a veces realiza afirmaciones que pueden ser (o no) ciertas, pero que no
se justifican. En un momento del libro dice “los estados ni siquiera deberían
intentar competir: lo único que consiguen es enredarlo todo” (p. 86). Pero no
lo justifica ni se refiere a ningún estudio concreto sobre el tema. Esto suena
más a ideología que a otra cosa. O en otro “existen pruebas empíricas muy
concluyentes de que, cuando las sociedades alcanzan cierto nivel de prosperidad
material (que suele fijarse en un productor interior bruto de seis mil dólares
per cápita), las probabilidades de que se vean amenazadas por la fuerza son muy
remotas” (p. 69). ¿Dónde están esas pruebas empíricas? ¿Por qué 6.000 y no 3.000
o 10.000? La verdad es que en ambos ejemplos unas notas al final de capítulo
hubiesen resultado del agrado del lector.



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