Owen Jones publicó en 2011 con éxito editorial un
alegato en defensa de la clase obrera británica bajo el título Chavs. La demonización de la clase obrera
(publicado aquí por Capitán Swing, 2013). El término Chavs –con la
misma raíz etimológica que nuestro “chavales”–, se utiliza en Reino Unido para
referirse a los miembros de la clase obrera, estereotipados por vestir ropa
deportiva, por ser zafios, obesos, vivir en familias desestructuradas y
desarrollar conductas definidas como antisociales (violencia gratuita, robo o
estafas al estado de bienestar). Jones afirma que este estereotipo esconde
fuertes prejuicios de clase, en especial de la clase media.

Sitúa el origen de la demonización de la clase
obrera y su estilo de vida en las políticas neoliberales de Margaret Thatcher.
Estas atacaron a la clase obrera en un doble frente. Por un lado, la
desindustrialización y el ataque a los sindicatos debilitaron las estructuras
comunales que daban sentido a la vida de las clases populares. Cuando se
desintegró la comunidad de clase obrera surgieron los problemas sociales que se
asocian a los chavs. Estos fueron, por otro lado, convenientemente
aireados por los medios de comunicación, lo cual reforzó la creación del
estereotipo. Sin embargo, Jones afirma que estos problemas aunque reales (la
clase obrera sufre más los efectos de la delincuencia, por ejemplo) han sido
sobredimensionados. Los medios de comunicación buscaron los casos más extremos,
presentándolos como la situación normal, cosa alejada de la realidad.

Uno de los aspectos más destacados de esta
dinámica, mantiene, es que el Partido Laborista mimetizó los argumentos de la
derecha y se apartó de sus bases sociales tradicionales. El Nuevo Laborismo
pasó de reforzar a la clase obrera a intentar “elevarla” y “convertirla” en clase
media. Inglaterra se definió como una sociedad de clase media donde no había
lugar para la clase obrera. Esto operó, no obstante, en el terreno de lo
simbólico, pues los trabajos de clase obrera seguían existiendo (de hecho,
siguen siendo mayoritarios, si bien no en la industria sino en los servicios).
Este retraimiento de la izquierda y el abandono de las bases comunales explican
el ascenso de partidos nacionalistas de extrema derecha, que se han volcado
precisamente con las comunidades de clase obrera. Según Owen Jones la izquierda
británica, además, se centró demasiado en las políticas de identidad, asociadas
al multiculturalismo, y dejó de lado las políticas de clase. Se intentó tratar
los problemas de clase como si fuesen problemas identitarios y no funcionó.

Encontramos, en definitiva, un libro combativo, que
tiene el mérito de traer el fenómeno de la clase social a la primera línea del
debate político. Desde una perspectiva periodística nos acerca a los problemas
de aquellos más afectados por la crisis. Curiosamente los que además están
pagándola. Una obra interesante que destila empatía por una clase social muchas
veces vilipendiada. En esto concuerdo con Jones, pues siempre he creído que,
como decía Michael Maffesoli, “el desprecio de las almas cándidas es la piedra
de toque de la actitud intelectual”.

Resulta asimismo interesante leer el libro extrapolando
sus argumentos a nuestro país. Los paralelismos son, en muchos aspectos, más
que interesantes.