David Runciman publica un breve e interesante libro bajo el también
sucinto título de Política (Turner,
2014). El apellido les sonará a los sociólogos, pues su padre W.G. Runciman es
el autor de la magnífica introducción a la materia El animal social (Taurus, 1999). El autor pertenece a una familia
de intelectuales británicos de élite. Así cuando habla de las élites políticas
británicas sabe bien de que lo hace, pues estudió en Eton y su padre es tercer
vizconde de Doxford.

El libro es ante todo una reivindicación de la política, en
la que revisa el papel de lo político que no es otro sino el control de la
violencia en un territorio concreto. Ataca especialmente la utopía neoliberal que imagina un mundo
donde los mercados rigen el destino de la humanidad sin el concurso del Estado.
Este resulta ineludible, ya que tiene capacidades que exceden la de cualquier
corporación.

Un aspecto que no me agrada es el tratamiento que hace de los
orígenes del Estado. Bajo el epígrafe “La invención del estado” se dedica a
glosar la teoría de Hobbes sobre las causas que llevaron a la instauración del
Estado. Esto podría estar bien si el autor fuese un filósofo político, pero por
lo visto es profesor de ciencias políticas. Si esto último es cierto debería
utilizar las evidencias empíricas disponibles para explicar el origen del
estado, ya sean estas antropológicas, históricas o estadísticas. Recurrir a Hobbes
para hacerlo cuando podría citar los trabajos de M. Harris, M. Weber, N. Elias,
P. Anderson o, entre muchos otros, P. Bourdieu no deja de ser significativo. La
teoría marxista sobre el Estado y la política, por otro lado, ni está ni se la
espera, lo que no deja de ser extraño en una introducción a la materia.

Pese a ello, el texto funciona y se lee con agrado. El
autor, en efecto, es un buen escritor, aunque me asalta la duda sobre la
estructura profunda del texto. Un tratado tan breve no puede ser un estudio
sistemático de lo político, pero tiene lagunas que deberían ser completadas.
Además a veces realiza afirmaciones que pueden ser (o no) ciertas, pero que no
se justifican. En un momento del libro dice “los estados ni siquiera deberían
intentar competir: lo único que consiguen es enredarlo todo” (p. 86). Pero no
lo justifica ni se refiere a ningún estudio concreto sobre el tema. Esto suena
más a ideología que a otra cosa. O en otro “existen pruebas empíricas muy
concluyentes de que, cuando las sociedades alcanzan cierto nivel de prosperidad
material (que suele fijarse en un productor interior bruto de seis mil dólares
per cápita), las probabilidades de que se vean amenazadas por la fuerza son muy
remotas” (p. 69). ¿Dónde están esas pruebas empíricas? ¿Por qué 6.000 y no 3.000
o 10.000? La verdad es que en ambos ejemplos unas notas al final de capítulo
hubiesen resultado del agrado del lector.