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Vettonia obliga

Sobre el blog

En este blog quiero recoger algunas de mis lecturas, pasajes de mi vida académica y de mis viajes, así como ideas sobre la cultura y la sociedad actual.

IBEX 35

Libros Posted on Wed, May 17, 2017 11:16

El tema de las élites siempre ha
interesado a la sociología. El sociólogo Rubén Juste presenta ahora el libro IBEX35. Una historia herética del poder en
España
(Capitán Swing, Madrid, 2017), en el cual analiza sobre todo los
vínculos entre el poder político y los propietarios y gestores de las mayores
empresas del país que cotizan en bolsa. Y el libro es lo que promete el título,
al menos en parte, pues realiza una narración pormenorizada de los vínculos
entre el poder político y las grandes empresas, llena de nombres propios. A
veces, he de confesar, tanto nombre marea un tanto.

En lo que no estoy tan de acuerdo
es en lo de herético, pues parece que nos esté descubriendo algo nuevo. Las
relaciones entre el poder político y económico han sido estudiadas antes y no
parece que haya nada fuera de lo normal en hacerlo. Las “puertas giratorias” y
las “tramas” y “castas” varias no son nuevas. Lo que es verdad, sin embargo, es
que tal vez, presos de nuestra riqueza, pudimos dedicar nuestro tiempo a una
agenda postmoderna y olvidamos la economía política. En todo caso, hay obras
que con otras perspectivas han tratado estos temas.

Recuerdo ahora, por ejemplo, un
libro de Ramón Tijeras Las sagas del
poder
(Plaza y Janés, Barcelona, 1998). Lo leí hace
muchos años. Hoy, curiosamente, su autor es compañero en el Departamento donde trabajo. En
todo caso, lo recuerdo mucho más legible. Se nota que Tijeras es periodista y
Juste sociólogo. Por lo que sea, no podemos evitar la prosa densa.

En todo caso, el libro de Juste
resulta interesante como narración. Me hubiese gustado más análisis. Se centra
durante toda la obra en el narrare factum y hay poco análisis. Al final, en el
epílogo, se anima a ello, pero sin demasiada profundidad. Quedan, a mi modo de
ver, preguntas sin contestar. ¿Son las puertas giratorias propias de nuestro
país? ¿Ocurren en otros lares? ¿Es el modo habitual en el cual funciona el
capitalismo o es una nuestra de un “capitalismo castizo”? ¿Las élites funcionan
de un modo distinto al resto de la gente? Es decir, ¿las redes clientelares van
más allá de la cúspide y son propias del tejido social de nuestro país? En fin,
las preguntas más interesantes parecen quedarse en el tintero.

Con esto no pretendo negar el
valor de la obra de Rubén Juste. Lo tiene, y mucho. Siempre es necesario fotografiar
la realidad. Pero como sociólogo me gusta ir más allá de la instantánea y ver
las relaciones de lo visible con lo subterráneo. Aventuro que habrá una
segunda obra donde tratará estos temas. Esperaré y la leeré con interés.



Los enemigos del comercio (III)

Libros Posted on Sun, April 16, 2017 21:16

Hace un par de años realicé una
reseña crítica,
en este mismo blog, de los dos primeros volúmenes de la “investigación sin
precedentes en la bibliografía mundial” (eso al menos dice la publicidad en la
cubierta del volumen actual) que Antonio Escohotado viene realizando sobre las
ideologías críticas con el comercio y el libre mercado. Al finalizar la misma
decía: “Esperaré a leer la tercera parte, aunque no espero que el tono varíe
mucho”. Hoy, tras hacerlo, confirmo mis temores. La cosa no ha variado
demasiado. En este volumen sigue con su “historia moral de la propiedad”, pero
ahora desde “Lenin a nuestros días”.

El libro, como pasaba con los
anteriores, resulta muy irregular. Tiene partes que parecen más fruto del
interés personal del autor que de un plan lógico a la hora de desarrollar las
tesis sostenidas en la obra. Por ejemplo, durante algunas páginas discute si la
Wehrmacht durante la Segunda Guerra
Mundial era realmente nazi o fue sobornada por Hitler para conseguir su apoyo.
No veo, la verdad, que tiene que ver esto con la teoría sobre la propiedad y la
economía del régimen nacionalsocialista.

También dedica unas páginas al “Oro
de Moscú”, otro tema también bastante anecdótico para una “historia moral de la
propiedad”, y, en una nota a pie de página, nos dice comentando sobre el terror
chekista durante la Guerra Civil
española: “Un intento reciente de revivir aquellos horrores ofrece la llamada
Ley de Memora Histórica aprobada en 2007” (p. 232). Sin entrar en su valoración
sobre la parcialidad o no de dicha ley, y el olvido del “terror rojo”, lo que
sí parece claro es que es un tema alejado del foco del trabajo. El autor trata
de contar tantas cosas y tan dispersas que a veces no sabemos bien donde
andamos. Al menos eso me ocurre a mí, lo cual podría achacarse quizás a algún
problema de comprensión lectora por mi parte.

Pero sigamos. Escohotado no
resiste tampoco la tentación de incluir detalles personales de los principales
líderes de la Revolución Rusa. Sonroja un poco cuando incluye, también en una
nota a pie de página, un párrafo de una carta de índole sexual que Trotsky
envió a su esposa. Además, por “pudor” la deja en inglés, algo inédito en este
libro. Supongo que pensará que el lector medio del libro será incapaz de leerlo
en esta lengua. En todo caso, no es la única ocasión. Se abunda durante muchas
páginas en la vida personal de los revolucionarios: si amaban o no a sus
mujeres, si tenían una o varias amantes, si abandonaron a sus hijos o, algo
que parece inquietar al autor, en cómo se comportaron ante sus verdugos. Todo
lo cual no deja de ser entretenido, pero me pregunto cuál será la relación de
las prácticas sexuales de Trotsky con su concepción de la propiedad privada o
del comercio. Siempre he creído que las teorías sociales deben ponerse en su
contexto histórico y social, incluso que las biografías influyen en las mismas.
Pero el modo de hacerlo aquí no sé si es el más adecuado para obtener algún
tipo de conclusión significativa.

En lo demás, el libro depara
pocas sorpresas si se leyeron los anteriores. Las tesis de la Escuela Austriaca
aparecen por doquier sin apenas valoración crítica, se siguen citando y
comentado las entradas de Wikipedia y, cosa extraña para un profesor de
sociología durante tantos años en la Universidad Complutense de Madrid,
continúan sin aparecer los clásicos de la sociología histórica: Elias, Tilly,
Eisenstadt o, entre otros, Wallerstein. También sigue mostrando un
etnocentrismo sin complejos: “En culturas carentes de término para «libertad»,
hechas a castigar como sedición o apostasía la diferencia de pareceres” (p.
510). ¿De verdad hay culturas que no sepan lo que es la libertad? ¿Qué no
tengan un término o conjunto de términos para ella? Tal vez, pero habría que
demostrarlo. Escohotado lo da por supuesto sin siquiera aportar alguna
referencia de trabajos antropológicos en ese sentido.

La teleología de fondo es la
misma, desde los Rollos del Mar Muerto hasta la actualidad, pasando por su
época de mayor esplendor: el socialismo real de la URSS, existe una corriente
igualitarista ininterrumpida de odio hacia el comercio y la propiedad privada.
Frente a ella, el comercio, la competencia, la creación de riqueza por parte de
unidades económicas diseminadas en toda la sociedad es el único camino para
construir una sociedad decente, justa y pacífica.

Durante toda la obra se exponen
los argumentos de los “enemigos del comercio” utilizando fuentes originales
pero seleccionadas y rebatidas utilizando un número muy reducido de fuentes
críticas. Se parte de una idea preconcebida y se van colgando textos para
justificarla. No hay una verdadera contraposición de argumentos a favor y en
contra de cada una de las tesis. Por ejemplo, en el capítulo 23 se despacha a
Ernesto “Che” Guevara en pocas páginas presentándolo de un modo muy negativo. Quizá
lo merezca, no soy un experto ni mucho menos en su figura, pero el tratamiento
es muy deficiente. Un liberal convencido como Mario Vargas Llosa hace una lectura
mucho más ponderada. En su Diccionario
del amante de América
Latina (Barcelona, Paidós, 2006: pp. 184-191) incluye
una larga entrada sobre el mismo dividida en dos partes. La primera, escrita en
1968, es elogiosa, casi hagiográfica. La segunda, escrita más tarde con motivo
del aniversario de la muerte del Che, resulta más crítica. Aun así, en la misma
dice de él:

“El balance político y moral de lo que Ernesto
Guevara representó –y de la mitología que su figura, su gesta y sus ideas
generaron– es tremendamente negativo, y no debe sorprenderos la declinación
acelerada de su figura. Ahora bien, dicho todo esto, hay en su personalidad y
en su silueta histórica, como en la de Trotski, algo que siempre resulta
atractivo y respetable, no importa cuán hostil sea el juicio que nos merezca la
obra. ¿Se debe ello a que fue derrotado, a que murió en su ley, a la rectilínea
coherencia de su conducta política? Sin duda. Porque en todos los campos del
quehacer humano es difícil encontrar personas que digan lo que crean y hagan lo
que dicen, pero ello es, sobre todo, excepcionalmente raro en la vida política
donde la duplicidad y el cinismo son moneda corriente, indispensables
instrumentos del éxito y, a veces, de la mera supervivencia de los actores” (p.
189).

Cuando Karl Popper escribió La sociedad abierta y sus enemigos lo
hizo como una contribución al “esfuerzo de guerra”. El libro de Antonio
Escohotado también parece una contribución a ese esfuerzo. El problema es que
ahora no hay guerra. En este último volumen incluso a veces parece darse cuenta
del tono excesivo de muchas páginas. Cuando, por ejemplo, en el prólogo dice
que “el socialismo siempre fue democrático y cambiante, en contraste con lo
invariable y elitista del comunismo”, distinguiendo entre un socialismo
democrático y uno mesiánico; o cuando más adelante critica en una nota a Mises
por no distinguir entre socialismo y comunismo, se muestra mucho más matizado.
Es una lástima, al menos desde mi punto de vista, que el tono general no siga
esta tónica.

Y es una lástima porque la
crítica al comunismo, tanto en lo teórico como en sus realizaciones, está
fundamentada. Hay mucha verdad en considerarlo una religión política, lo cual
ayuda a comprender su persistencia pese a sus debilidades teóricas y a las
atrocidades prácticas a la cuales dio lugar. Pero cuando se ataca con una
teología invertida, esas críticas por justas que sean pueden conseguir el
efecto contrario al deseado. El libro se leerá, sobre todo porque está dentro
del circuito “Austriaco”, donde será citado y recomendado, pero temo tendrá
escaso impacto fuera del mismo. Desde mi punto de vista, Koba el Temible (reseñado también en este blog)
de Martin Amis narra mucho mejor la práctica política del comunismo soviético y
La casa de los encuentros, una novela
del mismo autor, muestra mucho mejor la vida cotidiana en el paraíso
socialista. En el primero hay un mayor esfuerzo por argumentar qué atrae de esa
ideología y qué lleva a justificar los desmanes en su nombre. Hay menos clase
magistral y más argumentación. Koba el
Temible
puede poner en duda la fe, Los
enemigos del comercio
la reforzará.

Termino diciendo que, pese a mis
críticas, no lo he pasado mal leyendo las más de 1800 páginas de Los enemigos del comercio. El profesor
Antonio Escohotado siguen teniendo dotes narrativas y es un pensador
heterodoxo, aunque en esta obra no pueda estar de acuerdo con él (al menos en
la forma).



De la ligereza

Libros Posted on Sat, February 18, 2017 12:21

Hace unos meses acudí a la
presentación que Gilles Lipovetsky hacía de su último libro De la ligereza (Anagrama, 2016) en una sala del
espacio cultural El Matadero en Madrid. Me enteré gracias a Ismael Cherif, buen
amigo desde hace años, que hacía de intérprete y me avisó del acto. Allí
encontré a un Lipovetsky en forma, que no aparenta sus 72 años. Es un buen
orador que expone ideas complejas con soltura sin aburrir al personal. Y es capaz de dar una lección de sociología,
entroncada en la tradición sociológica francesa, y filosofía sin suscitar el
rechazo del auditorio.

Lipovetsky continúa manteniendo
una visión ambivalente de la sociedad de consumo y el hiperindividualismo. Por
un lado, es consciente de sus limitaciones y constricciones y, por otro, de sus
potencialidades. Analiza la sociedad postmoderna bajo el epígrafe de “lo ligero”
(tan bueno como metáfora como el de “lo líquido”). Y continúa siendo, en líneas
generales, un “posmoderno optimista”, pues ve indudables signos positivos en el
mercado de consumo, la moda o el individualismo. “La revolución de lo ligero
hace más por consolidar las democracias liberales que por causar su ruina” (p.
312).

El planteamiento de Lipovetsky
sobre la ligereza y la alegría de vivir me parece más plausible que el
mantenido hace años por Michel Maffesoli en De
la orgía
(Ariel, 1996). Para él, la ruptura de la pesadez supone la
desaparición del individualismo y el resurgir de nuevas formas de sociabilidad.
“Actualmente hay una democratización o masificación de este hedonismo que no
hace sino traducir la anulación del individuo en un sujeto colectivo” (p. 9).
Tesis, por otra parte, que ya mantenía en su famoso El tiempo de las tribus. Quizá, no lo niego, aparezcan nuevas
agrupaciones en el mundo posmoderno (aunque tal vez sean, decía Stuart Hall,
simulacros institucionales que proporcionan identidad y seguridad pero sin las
constricciones de las instituciones tradicionales), pero me cuesta ver como
desaparece el individuo. Lo individual frente a lo institucional es el signo
del tiempo y en esto Lipovetsky, pienso, da en el clavo.

En todo caso, una de las cosas
que más me gusta de Lipovetsky es su capacidad de presentar las tendencias
contradictorias de la sociedad. Las sociedades actuales son suficientemente
complejas para albergar pautas culturales contradictorias. No son sociedades,
en modo alguno, unidimensionales. Pueden existir patrones culturales mayoritarios,
siempre contingentes y en evolución, pero dentro de conflictos axiológicos
constantes. Gilles Lipovetsky lo sabe y en sus libros, y este último también
continúa la tónica, es frecuente la referencia a estas aporías de la cultura
postmoderna.

No obstante, el objetivo final del
libro es remarcar los aspectos positivos de la sociedad hiperindividualista,
consumista, hedonista y de bienestar, en una palabra: ligera. Es una sociedad
aparentemente ligera, pero exigente para sus partícipes. Y, sin embargo,
Lipovetsky contempla con ojos amables estas sociedades. Pueden ser exigentes,
pero sin duda las sociedades pesadas lo eran mucho más. Un canto, sin duda, a
la integración.



Un pie en el río

Libros Posted on Mon, January 09, 2017 17:22

Vuelvo al Blog, tras un tiempo
sin apenas escribir nada. Algunos proyectos profesionales me han quitado el
tiempo necesario para hacerlo, pero he seguido leyendo y ahora intentaré seguir
comentando esas lecturas. Me ha gustado Un
pie en el río. Sobre el cambio y los límites de la evolución
(Turner, 2016 –ed.
Orig. 2015), del historiador británico Felipe Fernández-Armesto.

Como sociólogo disfruto mucho
leyendo a los historiadores británicos y estadounidenses, ya que, por lo
general, son buenos conocedores de los desarrollos recientes en las ciencias
sociales. Entienden la historia como una ciencia social o, al menos, como una
disciplina que precisa del resto de las ciencias sociales para poder avanzar.
En nuestro país desgraciadamente no es así. Y luego se nota, y mucho, en los
libros de una buena parte de los historiadores patrios. La culpa la tienen, creo, los
planes de estudio de la disciplina. Valga como ejemplo el caso de la titulación
de historia en mi universidad. Los estudiantes no cursan ninguna asignatura de
ciencias sociales: sociología, ciencia política, economía, antropología o
demografía simplemente no aparecen en el itinerario formativo. Ni hablar de
ecología o, vade retro, algo de estadística.
Todas, soy consciente, no tienen cabida en un plan de estudios de historia,
pero alguna estaría bien. En fin, por desgracia los intereses de cátedra se
anteponen a los científicos.

A grandes rasgos, en este ensayo
Fernández-Armesto trata de mostrar su visión del cambio cultural, para él el
objeto de la historia. Combate las visiones tradicionales del cambio:
providencia, decadencia, progreso o circularidades de todo tipo. Pero sobre
todo trata de desacreditar el evolucionismo cultural. Trata de luchar contra
toda teleología y mostrar como el cambio histórico se debe en muchas ocasiones
a causas azarosas y que no está escrito en ningún lugar que las sociedades
deban evolucionar a mejor o simplemente evolucionar a entidades más complejas.
De hecho, cree que las culturas más simples y estables son las más permanentes
en el tiempo y que, en consecuencia, son las mejor adaptadas a su medio. Y, al
contrario, las culturas más complejas han generado desarrollos que han
conducido en no pocas ocasiones a su desaparición. En sus propias palabras:

“Para que la cultura siga un
modelo evolutivo, las diferentes culturas deben seguir este mismo patrón de
adaptación, transmitiendo comportamientos innovadores que ayuden a la tarea
suprema, esto es, a la supervivencia de las sociedades. Sin embargo, eso no es
lo que hacen las criaturas culturales. Al contrario, si algo hemos aprendido
del estudio de la historia es que estamos en medio de un camino de locos
rodeados de ruinas” (p. 183).

La cultura, insiste, además no
funciona mediante la replicación de elementos culturales, sino a través de su
reproducción. Es decir, las ideas han de ser hechas suyas por los hombres y
mujeres que las heredan y en esto no pueden establecerse analogías con la
evolución biológica. Sin embargo, no rechaza los vínculos evolutivos de la
cultura, pero si reducir la dinámica cultural a sus elementos evolutivos.

Una cosa que me ha sorprendido
son los paralelismos con la visión de fondo que planteaba en mi Sociología de la cultura. Una breve
introducción
(Universitas, 2011). A uno le agrada saber que coincide con
figuras de la talla de Fernández-Armesto.



Ricos y pobres

Libros Posted on Thu, November 03, 2016 09:39

El recentísimo libro de Julio
Carabaña Ricos y pobres. La desigualdad
económica en España
(Catarata, 2016) se suma al vivo debate sobre la
desigualdad, en este caso en nuestro país. La tesis fundamental de la obra aparece
destacada en la misma portada del ensayo: “Si también se creyó lo de la
desigualdad, lea este libro”. Se trata, por tanto, de un ensayo crítico con la
idea de que la desigualdad está aumentando en nuestro país como consecuencia de
la última gran crisis económica. Se sostiene, al contrario, que la desigualdad
de rentas en 2013, punto álgido de la crisis económica, era igual que en los
años noventa, que esta no tiene correlación con los ciclos económicos y que es
mayor que la media de la UE-15 (aunque a menos distancia si se compara solo con
los grandes países de Europa).

La desigualdad es un tema
sensible socialmente y, por tanto, objeto de polémicas mediáticas y políticas.
Sobre todo porque existe un cierto consenso sobre el aumento de la desigualdad
en España como consecuencia de la última gran crisis. El libro de Carabaña
viene a poner en cuestión esta creencia. En esto he de decir que efectivamente
los medios de comunicación tal vez hayan venido a amplificar la dimensión real
del aumento de la desigualdad y de la pobreza. Recuerdo que hace unos años
recibimos en el departamento a un par de profesoras brasileñas. Realizaron una
estancia de investigación de un curso académico con nosotros. Los primeros días
nos comentaron sorprendidas lo bien que habían visto el país. Pensaban, pues
así lo venían en la televisión de su país, encontrar un país sumido en la
pobreza, con gente sin nada para comer pidiendo por las calles. Por otro lado,
también es cierto que estos años he visto escenas olvidadas: por ejemplo, en mi
antiguo barrio he llegado a ver familias esperando el cierre de un supermercado
para recoger la fruta destinada a la basura. La situación, por tanto, es ambigua
y este libro es un buen intento de delimitarla.

El libro comienza estableciendo
que el foco de interés es la renta y no el consumo o la riqueza. De hecho, cree
Julio Carabaña que la riqueza solamente tiene importancia en función de la
renta generada. Además, la riqueza solo es una parte menor de las rentas
totales. En esto se separa del trabajo de Piketty, pues este considera central
analizar la ratio capital-renta y, en todo caso, Carabaña no cuantifica que
parte de la renta disponible proviene del trabajo y cual lo hace de las
diferentes formas de capital (y mucho menos analiza las diferencias entre los
diferentes niveles de renta).

En el primer capítulo presenta de
un modo pormenorizado las principales medidas de la desigualdad de renta en
nuestro país desde los años 90 hasta nuestros días. Para ello describe las
principales fuente estadísticas disponibles, elaboradas por el INE, y analiza
sus virtudes y también sus lagunas. Al analizar las “decilas” y los índices donde
se resumen encuentra que el índice de Gini tiende a ser menos extremo que las
ratios s90/s10 o s80/s20. Y aunque utiliza todos, tiende a centrase sobre todo
en el análisis del índice de Gini tanto en su evolución histórica en España
como en la comparativa con la Unión
Europea. La principal idea del capítulo es que los datos no permiten hacer
afirmaciones altisonantes sobre el aumento de la desigualdad en España, más
bien hablaría de un ligero aumento de la misma durante la crisis no muy alejado
de los índices habituales durante los años 90 del pasado siglo. Lo que sí
parece ser cierto es que el aumento de la desigualdad durante la crisis de
debió sobre todo a la pérdida de rentas de los más pobres, pero no al
enriquecimiento de los ricos. Estos últimos han perdido muy poca renta. Más
bien se podría hablar de un estancamiento.

En el segundo capítulo analiza la
relación entre pobreza y desigualdad a través de las clases de renta. En líneas
generales, la crisis ha afectado a todas las clases de renta, pero sobre todo a
los pobres. La variación de la desigualdad, sostiene, se deben sobre todo al
aumento de la pobreza. El aumento de los pobres proviene sobre todo de las
clases medias, no de los ricos.

Analizar la eficacia de las
políticas públicas en la reducción de la desigualdad es el objetivo del tercer
capítulo. La desigualdad, sostiene, se puede reducir por dos vías: el mercado,
básicamente la creación de empleo, y las políticas distributivas, es decir,
impuestos y trasferencias de unos grupos de renta a otros. Según Carabaña el
mercado reduce la pobreza, pero no la desigualdad, pues aumenta la renta
disponible pero suele hacerlo para todos los grupos de renta. Solamente si se
produjera un crecimiento más alto en los grupos de renta más pobres disminuiría
la desigualdad, pero esto no es lo habitual. La desigualdad si se reduce a
través de las políticas distributivas: impuestos progresivos y trasferencias de
los grupos de renta alto a los bajos. Otro asunto es si reducir la desigualdad
es un objetivo deseable para las políticas públicas: está claro el efecto
negativo de la pobreza, pero se discute si la eliminación de la desigualdad es
deseable o si cierto grado de desigualdad es positiva (y en este caso cuál es
el óptimo). Como afirma Carabaña: “Hay poco peligro en dar por supuesto que la
pobreza es mala, pero se corren graves riesgos cuando se hace lo mismo con la
desigualdad” (p. 175).

En el último capítulo describe
las desigualdades en función de ciertas categorías de población. Separa a los
inmigrantes de los nativos y analiza de estos últimos su tipo de actividad. En
líneas generales, sostiene, los trabajadores por cuenta ajena no han aumentado
la desigualdad. El aumento proviene de los inmigrantes, los parados y los
trabajadores por cuenta propia (aunque entre estos últimos existen
dudas sobre la fiabilidad de las encuestas). Si se elimina a los trabajadores
por cuenta propia, al final el moderado aumento de la desigualdad estaría producido
por los inmigrantes y los parados. La fuente de la desigualdad, además, se encontraría
en el mercado, no en las rentas provenientes del estado. Estas últimas se
mantendrían.

Personalmente solo conozco otro
informe que mantiene una postura similar. Ignacio Moncada y Juan Ramón Rallo planteaban
tesis parecidas desde el Instituto Juan de Mariana. Ellos, sin embargo, tratan
de abarcar tanto la desigualdad de renta, como la de consumo y riqueza,
mientras que Carabaña se centra solamente en la de renta. Su conclusión era la
siguiente: “España es uno de los países de Europa con menor desigualdad
en la riqueza y en el consumo; además, es un país con una desigualdad de la
renta interme­dia en el contexto europeo si tenemos en cuenta el valor de los
alquileres imputados y la movilidad social” (La desigualdad en España, p. 8).

El libro de Julio Carabaña
muestra, por lo tanto, una visión alternativa a otros científicos sociales. Lo
hace además con una gran profusión de datos y tablas. De hecho, el libro se
encuentra en ciertos pasajes más próximos a un artículo científico que a un
ensayo. Los sociólogos, politólogos y demás fauna de las ciencias sociales lo
encontrarán interesante, pero tal vez el lector no especialista se desespera y
lo abandone. Los análisis complejos adolecen de este problema, pero son
necesarios para entender nuestra realidad. Nadie dijo que comprender la
realidad social fuese sencillo. En todo caso, el libro dará mucho juego al
debate entre especialistas.



Los enemigos íntimos de la democracia

Libros Posted on Mon, October 24, 2016 16:56

Desde que leí La conquista de América (Ed. Orig. 1982),
Tzvetan Todorov me ha parecido un grandísimo intelectual. Sin embargo, hace un
tiempo me hice con La experiencia
totalitaria
(2010) y me defraudó un tanto. Era un libro sin ritmo y falto
de chispa. He leído ahora Los enemigos
íntimos de la democracia
(2012) y
me reencuentro con el mejor Todorov. En este ensayo presenta una serie de
argumentos polémicos, pero hilados con soltura y buen hacer sobre los actuales
rivales del sistema democrático. Aunque en algunos extremos pueda estar en
contra de la posición del autor, admiro la elegancia con la cual presenta sus
ideas. No solo es un gran pensador, también es un gran escritor.

Para Todorov existen tres grandes
enemigos del sistema democrático, que socavan los pilares en los cuales se
asienta, a saber, el progreso, la libertad y el pueblo. La democracia, afirma,
se basaría en la idea de progreso. Aceptando la imperfección de nuestro mundo,
no se resigna al dictado de la tradición y busca mejorar la situación de los
ciudadanos. También en la libertad, pues establece límites a la acción del
estado: la libertad individual debe ser protegida por el sistema democrático. Y
trata, así mismo, de representar al pueblo, pero estableciendo un principio
pluralista que evite mediante leyes la tiranía de las mayorías sobre los grupos
minoritarios. El problema se plantearía cuando uno de estos pilares, en un
equilibrio inestable con los demás, se desmanda. De hecho, la desmesura (o hybris) sería el mayor enemigo de la
democracia.

En primer lugar, el mesianismo
supone una desmesura de la idea de progreso. Los principios de la democracia
serían subvertidos para conseguir un mayor progreso social, económico y
político. Con esa excusa funcionaron los regímenes coloniales, el comunismo y,
dice Todorov, la idea de “imponer la democracia con bombas”. En segundo lugar,
el neoliberalismo sería la desmesura de la idea de libertad. En este caso, con
la excusa de defender la libertad individual, se ataca cualquier proyecto
político destinado a conseguir un bien de interés general. Sería el mal opuesto
al mesianismo. Y, en tercer lugar, el populismo plantearía el reto de presentar
soluciones sencillas, pero de imposible cumplimiento, aprovechando las
carencias formativas e informativas del pueblo. Piensa sobre todo en los
populismos xenófobos que socaban el pluralismo, al culpar de los males sociales
y económicos a algunas minorías. Sería la desmesura de la idea de pueblo,
transformado en populacho.

Estos problemas comparten un
rasgo común: son internos al funcionamiento de la democracia. No parte de una
amenaza externa, sino de un enemigo propio. “La democracia está enferma de
desmesura, la libertad pasa a ser tiranía, el pueblo se transforma en masa
manipulable, y el deseo de defender el progreso se convierte en espíritu de
cruzada” (p. 186). La solución a estos males no estaría en la revolución
política ni en avances tecnológicos, sino “en una evolución de la mentalidad
que permitiera recuperar el sentido del proyecto democrático y equilibrar mejor
sus grandes principios: poder del pueblo, fe en el progreso, libertades
individuales, economía de mercado, derechos naturales y sacralización de lo
humano” (p. 190).



El desvío a Santiago

Libros Posted on Thu, September 29, 2016 15:37

Para un libro que escribo en la
actualidad, junto a otros compañeros, sobre turismo, estoy leyendo bastante
literatura “de viajes” o de “viajeros”. Uno de los últimos libros en caer en
mis manos ha sido El desvío a Santiago
del escritor y poeta neerlandés Cees Nooteboom. No es un libro nuevo, pues fue
publicado en 1992, y además sus capítulos están fechados varios años antes. Es
una obra interesante, aunque un aspecto me ha desagradado bastante. Me explico.

Nooteboom en varias partes del
libro afirma que España es una singularidad dentro del continente. España no
formaría parte de esa entidad llamada Europa. No me ha sorprendido el aserto en
sí, pues es un vieja prejuicio. Es una versión un poco más refinada de aquello
de “África comienza en los Pirineos”. Sin embargo, sí lo ha hecho su
permanencia. Un escritor notable y prolífico como Nooteboom continúa teniendo
esos viejos prejuicios. Tanto más sorprendente cuando dice ser un enamorado de
España, eso sí, por contraste. Le atrae, supongo, un cierto exotismo
orientalista (por usar el término de E. Said) presente supuestamente en nuestro
país.

Este prejuicio ya me fatiga un
tanto, pues es insostenible. España lleva siendo milenios siendo parte de
Europa para bien y para mal. La genética de los españoles es típicamente
europea, dicen los estudios al respecto, como también lo es nuestra lengua. La
historia de Europa no se entiende sin nuestro país y hemos intervenido en otros
países europeos o han intervenido otros en el nuestro de modo constante. Prácticamente
todas las corrientes religiosas, artísticas o de pensamiento europeas –o sus
versiones locales– están o han estado presentes en España. Pero bueno, aun así
por lo visto somos una singularidad.

Pensemos, sin embargo, en otro
país europeo de “pata negra”. Pongamos el caso de Finlandia. Nadie osaría decir
que los finlandeses no son europeos. Sin embargo, hablan una lengua que no es
indoeuropea. No formaron parte del Imperio Romano y, la verdad, su
participación en la historia de Europa es, por decirlo de alguna forma, mucho
menos destacada. Además, según los estudios genéticos los españoles están
íntimamente emparentados con, entre otros, franceses, ingleses alemanes y
neerlandeses y todos ellos claramente diferenciados de los finlandeses. Sin
embargo, Finlandia es Europa y España otra cosa. Vete a saber la razón.

Con todo esto, obviamente, no
niego la pertenencia de Finlandia a Europa (se defina esta entidad como se
haga). Rechazo, sin embargo, ese viejo prejuicio, mantenido incluso a nivel popular
por muchos españoles, que nos sitúan fuera de Europa. Un intelectual como Cees
Nooteboom es consciente de este prejuicio. Lo tiene en los primeros textos del
libro, luego en otro se da cuenta y dice que España se está normalizando y
finalmente recae en el mismo error en uno de sus últimos capítulos.

Por otro lado, el texto además de
aburrirme (cuando recorre la séptima iglesia empiezo a impacientarme) está
vacío. No hay españoles en un libro sobre España. Nooteboom parece amar España,
pero ama su historia, sus monumentos o sus paisajes. En El desvío a Santiago los españoles somos paisaje: viejas y viejos
vestidos de negro con la mala costumbre de hablar alto una lengua dura. En
pocos momentos del libro aparecen españoles diciendo cosas interesantes. Mejor
pensado, casi no dicen nada. Total, “pa´que”.

Además, y termino por no alargarme,
los textos están escritos entre 1981 y 1992. Un periodo, como sabe cualquier
conocedor de nuestro país, muy importante en lo cultural, social y político.
Pues si exceptuamos alguna referencia al terrorismo de ETA o al nacionalismo catalán
(presentados como muestra de nuestro localismo-tribalismo) y una postrera y
anecdótica referencia a la “movida”, España parece un país donde aún campa el
Cid y donde los moros luchan con los cristianos en cualquier esquina.

En fin, no pretendo criticar la
calidad literaria del texto, pues la tiene. Pero su visión de España es muy
particular. Es, creo, un buen ejercicio de “orientalismo en Europa”.



Hijos del hormigón

Libros Posted on Mon, September 05, 2016 16:57

Compré el libro de Julio Embid Hijos del hormigón. ¿Cómo vivimos en la
periferia sur de Madrid
? (Barcelona: Ediciones La Lluvia, 2016) el otro día
en una visita a la Casa del Libro (he de reconocer lo enfermizo de mis visitas
a las librerías, a esta y a otras). Lo he leído con simpatía, pues me he criado y aún vivo en un
pueblo del sur de Madrid. Y, la verdad, me ha dejado un cierto regusto
agridulce. El libro no está mal, pero podría haber sido mucho más de lo que
finalmente es.

Vamos por partes. Julio Embid,
dice la solapa del libro, es licenciado en Ciencias Políticas y en Periodismo.
Profesionalmente se ha formado en la Fundación Alternativas. Estos datos no
tienen mayor importancia y no pretendo utilizarlos para criticarle. Parece
alguien bien formado e implicado con su sociedad. Sin embargo, nos ayudarán a
entender algunos de los rasgos menos logrados, a mi juicio, de este breve
ensayo.

Embid, creo, es más politólogo
que periodista. El libro, en muchas partes, tiene un cierto regusto a informe
de la Fundación Alternativas. El uso de negritas para resaltar lo importante,
la insistencia en los gráficos y datos y un cierto aroma impersonal en su
comentario se encuentran por doquier. Esto podría tener sentido en un trabajo
académico, pero no parece el caso. Se trata más bien de un ensayo, en algunas
partes abiertamente militante.

El periodista, sin embargo, no
hace acto de presencia. Un ejemplo, en un momento habla de la proliferación de
los negocios de la “miseria ajena” (casas de apuesta o de empeños) y realiza un
recuento de los mismos en diferentes calles de Madrid. Lo curioso es que no
entrevista a ninguno de los propietarios o usuarios de esos negocios, o al
menos eso no aparece en el libro.

Este es uno de los problemas más
importantes del libro. Se presentan datos objetivos junto a opiniones del
autor, pero no se da voz a los habitantes de la periferia. Un periodista lo
hubiese hecho. Las historias han de tener aliento vital y el libro a veces
suena un poco hueco. Es como si un
agente externo explicase como viven los “pobres del sur”, pero sin dejar hablar
a esos mismos pobres.

Todos estos problemas pueden deberse
al intento de emular, como reconoce Embid en la propia introducción, a Owen
Jones en Chavs (reseñado en este
mismo blog). La cosa no funciona tan bien aquí. Jones enlaza todo en un relato
más coherente.

Con esto, sin embargo, no
pretendo demoler el libro. Tiene sus méritos y lo he leído con agrado. De hecho, recomiendo su lectura.
Proporciona una cierta fotografía, tal vez un poco distante, de la vida en los muchas
veces olvidados barrios del sur de Madrid. Recuerdo que hace un tiempo estaba
viendo en televisión uno de esos programas de recuerdos, en este caso dedicado
a la música Heavy. Salía una entrevista con el famoso grupo madrileño Leño (formado,
como curiosidad, por un madrileño de Carabanchel y dos catalanes). Al
preguntarle el entrevistador por la famosa “movida madrileña”, uno de los componentes
contestó algo así: bueno, esa gente vive “otro” Madrid, “otra” ciudad, no la “nuestra”.



Nacionalismo banal

Libros Posted on Tue, June 21, 2016 15:08

“Quienes viven en las naciones
consolidadas –en el centro de los acontecimientos– se ven empujados a
contemplar el nacionalismo como el patrimonio de los otros, no de ≪nosotros≫. Aquí es donde la condición aceptada se vuelve
errónea: pasa por alto el nacionalismo de los estados-nación de Occidente” (p.
20). De este modo describía Michael Billig la tesis fundamental de su obra Nacionalismo banal. Este no es un libro
nuevo, la edición inglesa es de 1995 y
la castellana en Capitan Swing de 2014. Lo tuve que leer para la elaboración de
un artículo sobre ciudadanías cosmopolitas que ahora está en “evaluación”. Por
tanto, puede salir en el mejor de los
casos de aquí a un año. Sin embargo, es un buen libro del que he extraído
algunas ideas interesantes.

La idea fundamental es que en las
naciones desarrolladas tiende a reservarse el término nacionalismo para los
movimientos separatistas. Al tiempo, este no se aplica nunca a la propia
actuación del estado-nación. El profesor Billig cree, con razón, que esto es
erróneo, pues los estados-nación más consolidados también practican un
nacionalismo constante aunque “de baja intensidad”. Es decir, el nacionalismo
funciona como una prenoción. Forma parte del sentido común y de las categorías
naturalizadas con las cuales operan sus habitantes en la vida diaria. En
nuestras sociedades, el nacionalismo siempre es del “otro”, nunca “nuestro”.

Además de este planteamiento
vertebrador, incluye gran cantidad de ideas fructíferas para comprender y
analizar el fenómeno nacionalista. Por ejemplo, con una gran dosis de lucidez y
realismo afirma: “La lucha por crear un estado-nación es una batalla por el
monopolio de los medios de la violencia. Lo que se está creando, un
estado-nación, es en sí mismo un medio de violencia. El triunfo de un
nacionalismo concreto raras veces se obtiene sin la derrota de nacionalismo
alternativos y de otras formas de imaginar el sentimiento de pueblo” (p. 57).
Conviene no olvidar este aserto, sobre todo en la España del “procés”, ya que a
veces se olvida que detrás de la retórica nacionalista se dirima una lucha por
el poder, hard o soft, pero al final sobre los medios para ejercer la violencia.

También me llama la atención la crítica
a la popular dicotomía entre el nacionalismo cívico y el nacionalismo étnico. Él cita a Michael Ignatieff, pero podríamos incluir a muchos otros que
mantienen esa idea (p.e. aquí Francesc de Carreras habla de nación identitaria
y nación jurídica).
El caso es que, como a mí, esta solución no le parece muy congruente con los
hechos, porque Ignatieff:

“No describe cómo es posible que los ≪nacionalistas cívicos≫ crearan un estado-nación con mitos propios,
cómo reclutan las naciones cívicas a sus ciudadanos en época de guerra, cómo
trazan sus fronteras, cómo se diferencia de los ≪otros≫ que quedan
al otro lado de sus fronteras, cómo se defienden, con violencia si es
necesario, de esos movimientos que tratan de reorganizar las fronteras… y así
sucesivamente. En realidad, el nacionalismo del ≪nacionalismo cívico≫ parece escabullírsele” (p. 88).

El intento de conceptualizar un
nacionalismo cívico, jurídico o político como una unión racional de ciudadanos
sometidos al imperio de la ley frente a un nacionalismo étnico o identitario
presa del sentimiento y la tradición es un buen ejercicio teórico. Pero, en la
práctica no funciona tan bien. El caso es que no hay estados puramente
cívicos. Estados Unidos o Francia, que suelen ponerse como ejemplos, han
construido una nación identitaria o étnica con gran ahínco. Dicho de otro modo, en la realidad histórica, creo, las naciones políticas han ido de la mano con
las naciones culturales. Jürgen Habermas –un gran analista, aunque sus “soluciones”
son otro asunto– se dio cuenta de este hecho cuando planteó la idea de
patriotismo constitucional. La nación no podía ceñirse a una ley racional, un
supuesto nacionalismo cívico, pues era necesario que los ciudadanos sintiesen
una vinculación sentimental profunda con la misma. Dicho de otro modo, la identidad cívica
nunca podrá cubrir una necesidad humana básica: la integración sentimental con
la comunidad de pertenencia. El asunto reside en la interacción de ambos
principios, no en su contraposición.

El libro contiene mucho más, claro está,
pero eso se lo dejo al lector que espero animar con estas muy breves notas.



La España vacía. Viaje por un país que nunca fue

Libros Posted on Tue, May 17, 2016 11:11

En mi pueblo, en realidad el
pueblo de mis padres, pero siempre lo llamo así por la fuerte vinculación
sentimental que siento hacia el mismo, los días de las fiestas patronales
acostumbraba a traerse una orquesta. Nada raro, pues es algo que suele hacerse
en la mayoría de los pueblos de Castilla. Y digo acostumbraba porque las
fiestas han quedado tan mermadas que la orquesta ha sido sustituida por un mucho
más económico DJ. A primera hora suele poner los consabidos pasodobles y algunas
jotas. Pocas parejas los bailan, y la mayoría bien entradas en años. Cuando esto ocurre siempre siento algo de
pena, pues es la representación más patente de un mundo agonizante.

Algo así ha debido ver y
sentir en no pocas ocasiones Sergio del Molino. Quizá esto le llevó a escribir La España vacía. Viaje por un país que nunca
fue (Turner, 2016). Sergio del Molino escribe una prosa limpia y efectiva.
Se nota que es periodista y escritor, no uno de esos pesados científicos
sociales (entre los cuales me incluyo). La tesis principal de su ensayo es que
en nuestro país conviven dos culturas: una urbana y triunfante y otra rural y decadente.
A esta última la denomina la “España vacía”, localizada en las dos
Castillas y Aragón junto con algunos territorios limítrofes. Esta España, como
es bien sabido, emigró masivamente a los
pocos grandes núcleos urbanos de nuestro país entre los años 50 y 70 del pasado
siglo. El libro, en su núcleo, trata de mostrar los mitos urbanos respecto a la
España “vacía” y el desprecio por la cultura del mundo rural.

La consecuencia fue la aparición
de grandes urbes, pobladas mayoritariamente por “desertores del arao” (permítaseme
tomar la frase de una canción del grupo de rock Platero y Tú), que se sentían
avergonzados de sus orígenes (no todos, diría yo, como mostró la pujanza de las Casas Regionales). Sus hijos, mantiene Sergio del Molino, comenzaron
a reivindicar su lugar en la ciudad, de la cual no eran plenamente partícipes,
pero que empezaban a reclamar para sí. Sin embargo, lo más notorio es el papel
de las terceras generaciones, es decir, de los nietos de los emigrantes
rurales. Estos “viejovenes”, según la expresión del autor, están intentando
rescatar el terruño de los abuelos, pero lo hacen sin un conocimiento
sociológico del mismo. La España vacía se transforma en una “patria imaginaria”,
recreada más no vivida. El resultado es un olvido de la España rural real, bien
por vergüenza bien por crear una imagen idealizada de la misma.

Esta última tesis coincide con
los análisis sociológicos sobre algunos inmigrantes extranjeros en Europa. Así,
se ha dicho que muchos de los jóvenes europeos que se integran en el ISIS son nietos
de emigrantes. Desconocen el país de origen de sus padres, del cual a lo sumo
se han creado una imagen idealizada, pero combaten por él. Algunos, sin
embargo, tras unos meses se desilusionan al ver la realidad y tratan de
regresar o son asesinados por intentarlo. Me parece, y es ya una impresión absolutamente
personal, que en España también está pasando con ciertos jóvenes políticos,
tanto de derechas como de izquierdas, que viven el franquismo y el
antifranquismo de sus abuelos como una patria imaginaria. Funciona como una
construcción retórica para vivir el mundo actual, no como una recreación veraz
del pasado.

El libro, he de confesar, me ha
impactado mucho porque habla de mis orígenes y dialoga con el discurso que he
construido sobre mi identidad. De aquí esta larga entrada. Soy hijo de emigrantes
rurales. Esto, la verdad, me aleja un poco de idealizar el mundo rural. Para
bien o para mal, lo conozco –no como los que allí viven, pero sí lo suficiente
para hacerme una idea cabal del mismo– y sé de sus virtudes y defectos. A veces
tengo una cierta tendencia a reclamarlo con orgullo, pero un realismo congénito
en seguida me hace desechar esas ensoñaciones.

Con esto me pasa un poco como
cuando leo en las redes sociales a todas esas personas que afirman con orgullo
que “Yo estudie EGB” (Educación General Básica). Y lo hacen como si ese sistema
y ese tiempo fuesen maravillosos. La verdad, desconozco su experiencia, pero
mis recuerdos de mi paso por la escuela no son tan estupendos. Estudié EGB en
un colegio público de una ciudad del extrarradio madrileño. Un colegio de nueva
construcción hecho para dar servicio a todos los emigrantes que se habían apiñado en
esa ciudad. Recuerdo que el colegio no tenía biblioteca ni gimnasio (se
construyó mucho más tarde). De los idiomas ni hablamos, pues el inglés se daba
tarde y mal. Mis padres no me apuntaron a la clase de “religión”, cosa que
agradezco, una novedad del sistema. Sin embargo, al final en todo el colegio éramos
tres niños los que no lo hacíamos y los profesores nos entretenían en una
asignatura sin contenido llamada “Ética”. Tampoco había refuerzos ni apoyos a
los niños rezagados. “El que valía iba a BUP y el que no a FP”.

En fin, se habrá podido comprobar
a que me refiero con lo de ser realista. No tiendo a edulcorar el pasado. Con
esto no digo que EGB fuese un horror, también guardo recuerdos positivos, pero
desde luego no era la arcadia feliz que presentan algunos (en contraposición
con la “horrorosa” ESO). Lo mismo me pasa con la España vacía, cuyo pasado no
era en modo alguno ideal. De hecho, creo que en los pueblos se vive ahora mucho
mejor que en el pasado. El “con Franco se vivía mejor” no deja de ser una
ensoñación. Una anécdota para terminar. Mi madre siempre recordaba la leche de
cabra que bebía en su infancia, un manjar. Pues una vez, hace no mucho, le
regalaron un par de litros de ese tipo de leche. No pudo bebérsela y, al final,
se deshizo de ella. La leche formaba parte de un universo imaginario, pero en el
imaginario no se vive. Quizá sea mejor dejar de lado estas ensoñaciones y apoyar a
esa España vacía con actuaciones reales.



Manual para los atribulados profesores universitarios

Libros Posted on Sat, April 09, 2016 11:34

Por fortuna antes de entrar a la
universidad trabajé en diversas empresas y oficios. Digo por fortuna, pues me
permitió vivir fuera de la peculiar burbuja que es la universidad pública
española. Hice amigos en aquella época y, de hecho, suelo quedar con ellos con
cierta frecuencia. Habitualmente, aunque con menor asiduidad de la debida, salimos a cenar y a tomar unas copas. Allí acostumbro a contarles mis desventuras en la
universidad. Me escuchan entre sorprendidos e incrédulos. El caso es que
hace unos días uno de ellos fue a visitarme al trabajo por un tema que no viene
al caso. Pudo comprobar in situ algunas
cosas que les contaba. Cuando hablé posteriormente con él me dijo: no es lo
mismo oírlo que verlo en directo.

En este sentido, resulta muy
difícil compartir mis experiencias con gente ajena a la universidad. Tienden a
no creer mis relatos o a pensar que son exageraciones. No les culpo. Muchos de
mis recuerdos como profesor universitario son, vistos con distancia, verdaderas
marcianadas. Los profesores universitarios somos un colectivo peculiar.

Hace unos meses acudí a juzgar
una tesis doctoral en la Fundación Ortega y Gasset. Tras la misma, nos
invitaron a comer como suele ser habitual. Durante los postres y cafés se
iniciaron los típicos cotilleos laborales y las quejas y lamentos por la actual
situación de la universidad. El caso es que allí me hablaron de un libro del
profesor Carles Ramió (del que he reseñado hace nada otra obra) sobre la
situación del profesorado universitario, pues otro de los vocales era compañero
de departamento del autor. Es el ensayo que hoy comento y recomiendo: Manual para los atribulados profesores
universitarios
(Los Libros de la Catarata, 2014).

He de decir, para comenzar, que
todo lo que aparece en la obra me parece verosímil. No encuentro exageración en
la misma. Yo mismo, a pesar de mi menor experiencia en este mundo, podría
añadir anécdotas y ejemplos redundantes. Esta obra, sin duda, la disfrutarán
sobre todo los profesores universitarios y sorprenderá a quienes deseen iniciar
una carrera académica. Sin embargo, las personas ajenas a la universidad lo
leerán, temo, con menor interés. Se disfruta plenamente si se vive en
ese mundo, pero puede resultar un tanto extraña para los demás.

La lectura me ha producido
momentos de hilaridad pero, las más de las veces, de profunda tristeza. A mi
realmente me gusta mi profesión, pero tantas “externalidades” negativas a veces
me hacen dudar del sentido de mi trabajo. El libro del profesor Ramió hace una
estupenda descripción de todas ellas. Ciertas todas. Sin
embargo, lo único que no veo en el mismo es una búsqueda de soluciones. Parece
como si las disfunciones fueran algo connatural a esta institución. Es un
manual de supervivencia, pero no de reforma. No creo que estos problemas
sean fruto de la peculiar naturaleza del profesorado –de hecho, cuando abandona
la universidad y se marcha a otro trabajo, conozco varios casos, termina integrándose
en otra cultura laboral sin mayores problemas–, sino del modo en el cual se ha
construido la institución. Por eso, mi esperanza es que una reforma de la
institución acabe con el ambiente malsano predominante y nos acerque, en lo
posible, a una cultura laboral más aseada.



La renovación de la función pública

Libros Posted on Mon, April 04, 2016 11:14

De un tiempo a esta parte la
corrupción política es uno de los temas que más preocupa a los españoles. El
profesor Carles Ramió publica La
renovación de la función pública
(Los libros de la Catarata, 2016), donde
trata de abordar el impacto de la corrupción en la función pública de nuestro
país. Su tesis fundamental es que la corrupción en España afecta sobre todo a
la clase política, mientras que en la administración pública es prácticamente
inexistente. Además, piensa que ha afectado sobre todo al nivel local y
autonómico, y apenas al estatal. Así nos cuenta que:

“La tesis que defiendo es que los
empleados públicos no son corruptos en absoluto (o casi) y que se comportan con
unos estándares éticos mucho más elevados que la media de la clase política, la
clase empresarial y de la propia sociedad. No muestran actividades corruptas
por acción pero, en cambio, sí que por omisión han permitido la corrupción
política y empresarial” (p. 59).

La corrupción, aparte de sus problemas
morales, es un lastre económico y social
e impide el adecuado desarrollo y funcionamiento del Estado de Bienestar. Trata
de dibujar sus causas, que son variadas, aunque encuentra que la financiación
ilegal de los partidos políticos está entre las más importantes. Destaca
también, a mi modo de ver, la corrupción social, porque la sociedad acepta en
buena medida la corrupción en la vida cotidiana (pagar facturas sin IVA,
practicar el “enchufismo”, “tirar de contactos”…). En todo caso, no ve la
corrupción como un mal incurable y en el último capítulo trata de mostrarnos
las posibles soluciones para atajarla.

Me ha gustado también el intento
de combatir algunos de los bulos que alientan la baja valoración de la clase
política y del papel de la administración. Por ejemplo, es bien conocido el
meme que circula por las redes sociales que afirma que España es el país con
más políticos del mundo, con casi 400.000. De esto nos dice:

“Los datos más solventes son los
que ofrece el Tribunal de Cuentas y el Ministerio de Economía, que fijan la
cantidad total de personal de naturaleza política en 122.000. Cantidad que es
tan voluminosa debido a que en España hay 68.700 concejales y alcaldes, pero
solo un 10% de ellos perciben algún tipo de retribución. En definitiva, la
cifra más exacta de políticos que cobran del erario público (…) no alcanza por
poco los 63.000” (p. 34).

Se trata, en definitiva, de una obra interesante y una buena
contribución al debate. Un último apunte. La edición presenta
múltiples erratas que afean el texto. Esto no se puede achacar al escritor,
sino al editor.



El temperamento español

Libros Posted on Wed, March 30, 2016 09:46

Compré hace unos días en la
sección de literatura de viajes un libro de V. S. Pritchett titulado El temperamento español. La verdad es
que no es un libro de viajes al uso. Aunque el autor viaja por el país, no nos
cuenta el viaje. Se dedica a teorizar sobre un supuesto carácter o “temperamento”
español. Este, según el autor, explica mejor España que la historia y la
sociedad.

La verdad es que el planteamiento
ya me resulta difícil de admitir. Mi formación sociológica se rebela ante este
intento. Los hechos sociales se explican por hechos sociales, no por la
psicología individual, como advertía temprano Emile Durkheim. Lo cierto es que resulta
complicado aceptar la existencia de un
carácter psicológico común en un país tan diverso como el nuestro.

El libro presenta una imagen de
los españoles como seres individualistas, crueles, fatalistas… Un dechado de
virtudes, sin duda. Y se regodea en lo “pintoresco”: el flamenco, los gitanos o
los toros. Sus viajes por nuestro país se realizaron sobre todo antes de la
Guerra Civil y en los años 50. No afirmo que los paisajes descritos no
existieran. Pero rechazo interpretar todos esos cambios en clave de una “psicología
de los pueblos”. Sostiene que España evoluciona pero el homo hispanicus no.

La fecha original de publicación
es de 1954. Si el autor viviera aún sería interesante preguntarle si cree que
la psicología española es la misma hoy. Cuesta creerlo. En todo caso, al lector
actual de nuestro país seguramente le cueste reconocerse en este retrato. Por
fortuna, diría yo.



Sociedades comparadas

Libros Posted on Fri, March 11, 2016 15:46

El último libro de Jared Diamond
es un pequeño resumen de sus obras anteriores. Bajo el título Sociedades comparadas (Debate, 2016)
presenta sus principales preocupaciones intelectuales y personales. Defiende el
papel de la geografía a la hora de explicar las diferencias de riqueza entre
naciones. Acepta el papel de las instituciones humanas como mecanismos generadores de riqueza (como hacen Daron Acemoglu y James A. Robinson en una obra bien
conocida), pero piensa que si se
retrocede en el tiempo y se busca la “causa última” reaparecen los factores
geográficos. Es decir, los países ricos tendrían instituciones inclusivas
porque están en un entorno geográfico que permitió su aparición. De lo cual se
deduce que la posibilidad de descargarse las instituciones clave, como
planteaba Niall Ferguson en Civilización.
Occidente y el resto
, y trasplantarlas en otro contexto geográfico no es
algo tan directo y sencillo. En todo caso, para Diamond la geografía sigue
siendo clave en la explicación de este hecho.

Posteriormente repasa la
emergencia y las características de China, como afrontan algunas sociedades las
crisis, como se evalúan los riesgos en las sociedades tradicionales y en las
industriales o los diferentes tipos de enfermedades que se padecen en entornos
tradicionales y modernos. Finaliza recogiendo los tres problemas fundamentales
que tiene la humanidad: el cambio climático, la desigualdad y la gestión de los
recursos naturales. Advierte que no son, claro está, todos los problemas que se
podrían listar, pero al menos sí los más acuciantes para nuestra especie.

Siempre me ha parecido que
Diamond es el sucesor natural de Marvin Harris en al menos dos sentidos. Por un
lado, en el estilo. Da gusto leer a cualquiera de los dos, pues son capaces de
presentar los temas más aparentemente arduos de una forma amena y comprensible.
Y por otro lado, en su planteamiento científico. Ambos mantienen tesis fuertes
que conducen sus obras. Marvin Harris el materialismo cultural y Jared Diamond
una lectura geográfica y ecológica de la historia y las ciencias sociales.

En todo caso, se trata de un pequeño
libro, como dice la portada “sobre grandes cosas”, de buena factura y que hace
llegar el planteamiento del autor, siempre interesante, a un público muy
amplio. Cosa que no puede decirse de todos los científicos sociales.



A propósito de las memorias

Libros Posted on Tue, December 22, 2015 10:06

Un día compré, tras
verlo en una reseña de La
Tercera, Hitch-22,
las memorias del ensayista y periodista británico Christopher Hitchens. Un año
antes había leído Dios no es Bueno,
pero lo que me atrajo fue su carácter memorialístico. No sé muy bien porqué,
pero las memorias me atraen cada vez más y, sin embargo, me da más pereza leer ficción.

El caso es que la
autobiografía no es un género demasiado popular en España y en
Inglaterra sí lo es. Me preguntaba la causa y, cosas de la vida, encontré la
respuesta (o, al menos, una posible respuesta) en Chile. Almorcé con Marjorie
Murray, una antropóloga chilena amiga de mi compañera de trabajo Ana Martínez,
en la Universidad Católica. Como es habitual entre académicos, me contaba sus
investigaciones y estancias en el extranjero. Y resulta que realizó una tesis
doctoral en la que comparaba la vida cotidiana en Madrid y Londres. El asunto
en sí no tenía mayor trascendencia, pero me llamó la atención una parte de la
investigación.

Resulta que
investigó el uso del teléfono móvil entre gente en España y en Inglaterra. Para
ello, pedía a las personas investigadas que revisaran su agenda y se la
proporcionaran tal y como la tenían ordenada. Cuando los españoles iban revisando
su agenda, descubrían que guardaban teléfonos de amistades pasadas con las que
apenas tenían ya contacto. Lo curioso es que la reacción más habitual era la de
borrar a esa persona de la agenda. Por el contrario, los británicos no solo no
la borraban, sino que incluso al ver el nombre y recordarlo pedía permiso y
salían para telefonear a la persona con la que ya hace tiempo no tenían
contacto. Este hecho, comentaba Marjorie, era muy significativo del uso de la
memoria social y del modo de gestionar las relaciones personales.

Los españoles, si
la tesis es correcta, vivimos en el presente de nuestras relaciones sociales.
Pienso que pueden ser incluso más intensas que las de los británicos. Sin
embargo, cuando alguien sale de ese círculo es rápidamente “olvidado” y
sustituido en una nueva reconfiguración de esas relaciones. Los ingleses
manejan las relaciones en una clave más histórica. Las personas se relacionan a
lo largo del tiempo y no terminan nunca de desaparecer del horizonte vital,
aunque en el presente las relaciones sean menos densas.

Esto explicaría, al
menos en parte, el deseo de producir y leer memorias en el mundo anglosajón. Y,
como contrapartida, el escaso éxito de este género en nuestro país.



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