Cuando estudiaba en Birmingham,
una húmeda y gris ciudad del centro de Inglaterra, leía unos libros estupendos
sobre la estructura social del Reino Unido. Estaban escritos con sencillez y
combinaban a la perfección datos empíricos con explicaciones teóricas sobre los
mismos. Leyendo un par de ellos uno se hacía una imagen fidedigna de esa
sociedad. En aquel entonces no había nada parecido en España. Los tratados
sobre estructura social solían ser unos enormes volúmenes con mucho texto,
datos y teorías, pero con poca síntesis y afán pedagógico. Estaban dirigidos
más bien a los colegas de los autores que a un público culto general o a los
alumnos de esos profesores. Unos los leía pero no se hacía una imagen general
de la sociedad española.

La situación, por fortuna, ha
comenzado a cambiar y están apareciendo libros que nos describen de un modo
breve, sintético y accesible la imagen de nuestra sociedad. Los que me han
causado una impresión más grata son los de José Saturnino Martínez García (Estructura social y desigualdad en España, Madrid,
Los libros de la Catarata, 2013) y el de Ildefonso Marqués Perales (La movilidad social en España, Madrid,
Los libros de la Catarata, 2015). Me centraré en este último, aunque el primero
no desmerece en nada al reseñado. Un hipotético lector sin formación
sociológica y con un nivel cultural medio obtendrá de la lectura de ambas obras
una imagen más precisa de nuestra sociedad.

En concreto, el libro de
Ildefonso Marqués se centra en el fenómeno de la movilidad social, en concreto
en la “movilidad intergeneracional de clase”, aunque al hacerlo describa la
estructura de clase española. Esto ya nos indica una variante sobre los
estudios de la desigualdad que más circulan hoy día. No parte de un análisis
individualista de la desigualdad de renta, como tanto economistas, sino de la
“clase social” como el principal criterio en torno al cual se estructuran las
desigualdades en las sociedades capitalistas. Adopta una perspectiva weberiana
sobre la clase social y el análisis empírico se fundamenta en el esquema de
Erikson, Goldthorpe y Portocarero. En todo caso, la teoría no es lo importante.
Es el instrumental necesario para describir la situación de las clases en
España y mostrar el fenómeno de la movilidad social.

La primera parte del libro está
dedicada a describir la estructura de clases en España y el fenómeno de la movilidad
intergeneracional absoluta o “cambios en la estructura de clases de una
sociedad”. Señalar algunos aspectos de nuestra estructura de clases. En primer
lugar, que en comparación con otros países europeos tenemos una clase directiva
y profesional reducida y un conjunto de trabajadores no cualificados muy
numeroso (un 28%). Además, los hombres se concentran en los trabajos no
cualificados en mayor proporción que las mujeres. Nos parecemos a países de
nuestro entorno como Portugal, Polonia o Grecia. Esto, explica Ildefonso
Marqués, muestra que nuestro proceso de modernización no es excepcional, sino
que nuestra estructura de clases es similar a la de otros países que se
industrializaron tarde. La movilidad absoluta, afirma, se comporta también en
España como en el resto de Europa: crece con la industrialización del país, se
estanca cuando se convierte en una economía de servicios y se reduce cuando
termina el proceso de abandono del campo.

En la segunda parte se analiza,
de un lado, la movilidad intergeneracional relativa o fluidez social, esto es, la
probabilidad de acceso de un individuo a determinadas clases sociales en
función de la clase de los padres; y, de otro, la meritocracia y la igualdad de
oportunidades. Respecto a la movilidad relativa afirma: “Cuando comparamos a
España con otros países de nuestro entorno, la fluidez social es de las más
bajas de Europa. Dicho de otra forma, la dependencia de la clase de los hijos a
las clases de sus padres e mayor en España que en otros países europeos” (p.
161). La teoría liberal afirma que las sociedades deben fomentar la igualdad de
oportunidades y que después cada uno en función de sus méritos conseguirá
posicionarse, siendo la desigualdad la recompensa del esfuerzo individual. Este
planteamiento ha sido criticado en dos frentes. Por un lado, la idea de
igualdad de oportunidades, pues no todo el mundo parte con las mismas aunque el
Estado haga un esfuerzo por lograrlo. Y, por otro lado, la idea de mérito,
porque este suele asociarse a éxito académico, cuando la sociedad valora muy
diversos aspectos a la hora de conferir una determinada posición a los individuos.
En España la educación universitaria, uno de los grandes igualadores según las
teorías meritocráticas, sigue estando marcada por fuertes líneas de clase. En
primer lugar respecto al acceso. La universidad continúa siendo coto
mayoritario de los hijos de los profesionales y directivos. Y, en segundo
lugar, respecto a los resultados. Las estadísticas disponibles indican que a
igualdad de éxito en la universidad, los hijos de las clases altas tienen mejor
acceso al mercado laboral, esto es, la probabilidad de encontrar trabajo
cualificado es más alta para el hijo de un profesional que para el de un obrero
aunque los dos obtuviesen matrícula de honor en sus estudios –dicho de paso que
también es más alta entre estos dos que con otros alumnos con peores
calificaciones–. Un magnífico libro, en definitiva, que merece una atenta
lectura por parte de aquellos que desee conocer un poco más nuestro país.