Marco Revelli ha publicado un
breve panfleto (La lucha de clases
existe… ¡y la han ganado los ricos!,
Alianza, 2015) en el cual contrapone
dos grandes concepciones sobre la desigualdad. La primera, que triunfó desde el
final de la Segunda Guerra Mundial hasta los años 70, sostenía el carácter
disolvente de la desigualdad social. Era contemplada como un elemento negativo,
contrario al buen orden social, y en consecuencia un hecho a combatir. La
segunda surgió a partir de los años setenta en una reformulación llamada
neoliberalismo y sostenía que un exceso de igualdad era económicamente
perjudicial. Se creó así un “paradigma, justamente, donde la desigualdad dejaba
de considerarse un defecto para transformarse, dentro de ciertos límites, en un
recurso” (p. 26).

El paradigma desigualitario,
afirma, se base en la desregulación de la economía y en la disminución de
impuestos a las clases altas. Este último se justifica a través de la teoría
del trickle down, según la cual el
enriquecimiento de las elites supondrá un beneficio generalizado, pues la
riqueza terminará cayendo como una lluvia sobre las capas menos favorecidas.
Esta teoría esta a su vez sustentada en dos modelos económicos: la curva de
Laffer y la curva de Kuznets (aplicada tanto a la desigualdad como al
medioambiente). La primera se diseñó para justificar los impuestos bajos y la
segunda ayuda a comprender la desigualdad o el deterioro medioambiental como
momentos puntuales en el desarrollo, que se superaran de modo natural con el
desarrollo socioeconómico.

El profesor Revelli trata de
demostrar que los datos no sustentan la teoría del trickle down. Respecto a la curva de Kuznets sostiene su escasa
validez, ya que se ha constatado un aumento de la desigualdad desde los años 70
del pasado siglo en tres niveles: considerando la población mundial como un
todo, comparando países ricos con países pobres y, por último, a nivel
intranacional. La desigualdad parece haber aumentado en estos niveles, pero
cabría preguntarse si ha goteado desde arriba la riqueza, es decir, si al menos
se han reducido los niveles de pobreza aunque no lo hayan hecho los de
desigualdad. Sostiene que los datos no
permiten hablar de una reducción significativa de la pobreza a nivel mundial. El
enriquecimiento de los de arriba no se traslada automáticamente a una mejora de
las condiciones de los de abajo.

Por su parte, al analizar la
curva de Laffer y su aplicación sobre todo en Estados Unidos desde los años 80 ve
una disminución de impuestos en las rentas altas y a las sociedades
empresariales paralelo a un aumento del endeudamiento público (¿para compensar
los ingresos menguantes vía impuestos?) y privado (en este caso para compensar
el estancamiento de las rentas del trabajo). El aumento de la desigualdad corre
parejo a la aplicación de políticas basadas en la curva de Laffer. Finalmente,
respecto a la curva de Kuznets mediambiental sostiene que no existe un punto de
ruptura tras el cual el desarrollo económico correrá parejo a una disminución
del deterioro medioambiental. De hecho, las cifras y los modelos existentes
muestran una correlación fuerte entre desarrollo económico y deterioro del
medio ambiente.

La causa de este aumento de la desigualdad,
en definitiva, no solo es producto del mercado y del desempeño de los
individuos en el mismo, sino de las políticas públicas y de la capacidad de la
elite de influir en el gobierno y de marginar a los menos favorecidos en la
toma de decisiones políticas. Eso al menos afirma Marco Revelli. El libro es
muy clarificador, está bien fundamentado y expone brevemente uno de los temas
que está llamado a tener más relevancia en los próximos años.