Aunque lo había ojeado hace
tiempo en la librería de la facultad, no fue hasta el nombramiento de Yanis
Varoufakis como Ministro de Finanzas del nuevo gobierno griego cuando me decidí
a comprar El Minotauro global (Capitang
Swing, 2013, 2ª Ed.). La tesis principal del autor, un reconocido economista
especializado en teoría de juegos, sostiene que desde los años setenta, EE.UU.
ha fomentado activamente un déficit comercial financiándolo con deuda externa
con la finalidad de absorber los beneficios de las economías excedentarias. Así,
“los Estados Unidos están absorbiendo alrededor del 80% del flujo neto de
capital internacional” (p. 192). El que habla con esta rotundidad, por cierto,
no es Varoufakis, sino el afamado Paul Volcker. Dicho de otro modo, países que
tienen balanzas comerciales saneadas invierten sus beneficios en deuda
estadounidense y, de ese modo, permiten su gran consumo público (en especial su
abultado gasto militar) y privado. La hegemonía de EE.UU., en consecuencia,
está cimentada sobre los países a los que domina. El mito del Minotauro
funciona como una metáfora del tributo que los pueblos subordinados ofrecen a
la potencia hegemónica.

Antes de los años setenta, y tras
la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. era un país excedentario e invertía ese
excedente en otras partes del mundo, en especial en Alemania y Japón. Al
primero le creó un área propia para expandir sus productos: la Unión Europea, y
al segundo le permitió vender los suyos en su mercado local. Después del
abandono del patrón oro el ciclo se invirtió pasando EE. UU. de ser un país
emisor a un país receptor de capital. En todo caso, afirma el autor que en
ambas situaciones existía lo que llama un Sistema Global de Reciclaje de
Excedentes (SGRM). Este permitía que los países industriales excedentarios
colocaran sus beneficios en Wall Street que a su vez los utilizaba para
formentar la demanda en EE.UU. lo que permitía a los países industriales excedentarios
mantener su industria en activo y creciendo. El problema radica en que tras el
crack de 2008 no existe un SGRM, ya que EE.UU. no centraliza ya el flujo
internacional de capitales y su demanda no puede mantener la producción de los
países exportadores. Esto produce que la economía mundial se encuentre en un
cambio profundo y no en un mero bache.

Destaca así mismo la descripción
de los problemas de la Eurozona. En esta Alemania tiene un papel clave. El
problema radicaría en que la moneda única es un buen invento para Alemania, ya
que le permite colocar sus productos en otros países que además no pueden
competir vía precios (se entiende que en calidad es difícil que lo hagan) con
su industria al no poder devaluar su moneda. Se generan así países excedentario
y deficitarios, lo que no sería radicalmente dañino si no fuese porque falta un
mecanismo de reciclaje. Alemania, cree Varoufakis, no ha contemplado ningún
mecanismo para invertir los beneficios en las áreas deficitarias. Esto abocaría
a la desintegración de la unión monetaria.

El libro está bien escribo para
un público no especialista y aunque sus argumentos son convincentes, no me
considero un especialista para discernir sobre una materia tan oscura como las
finanzas internacionales. Con una parte de los argumentos, sin embargo, no
puedo estar de acuerdo. En todo el libro se explica que la actual situación, el
llamado Minotauro global, es fruto de una planificación emprendida por la
administración estadounidense. En muchas partes parece como si la economía
global fuese fruto de un plan. Esto suena demasiado a una teoría de la
conspiración. Tampoco creo que sea producto de un mecanismo inconsciente: un
mercado desanclado de las relaciones sociales y políticas humanas. En ambos
casos existe un marcado reduccionismo. Seguramente el Minotauro sea una mezcla
de planificación y automatismo, como tantos otros hechos de la vida social.

Una cosa si me parece clara de la
lectura del libro: Varoufakis es un hombre con ideas firmes. No sé si
conseguirá sus objetivos y si podrá renegociar la deuda griega, esto es,
reconducir las relaciones entre Alemania y Grecia. El papel, ya se sabe, lo
soportada todo. Pero creo que si no lo hace dimitirá, puede llegar a acuerdos
pero no tragar piedras de molino. El tiempo lo dirá.