En esta estrada quiero revisar Bobos en el paraíso. Ni hippies ni yuppies:
un retrato de la nueva clase triunfadora
, un libro de David Brooks. No es
una obra reciente, pues la edición original inglesa es del año 2000, pero
continúa siendo valiosa. Los gafapasta o hipsters, de los que hablé de soslayo en
una entrada anterior, son una buena prueba de la vigencia del análisis de
Brooks.

Retrata la nueva clase emergente en los Estados Unidos. Se trata de una panorámica de
los valores, ideología y costumbres de la clase media-alta, es decir, de los
más de 9 millones de hogares estadounidenses que ingresan más de 100.000
dólares al año. Brooks considera que la nueva clase triunfadora mezcla los
valores de la burguesía: competitividad, confort o éxito, con los de la
bohemia: cooperación, desprecio de lo material y autorrealización. Los hippies (tesis) son contestados por los yuppies (antítesis) y, finalmente,
aparecen los Bobos –burgueses y
bohemios–, como combinación de ambos tipos sociales (síntesis).

Se hace un repaso de sus
peculiares hábitos de consumo. Los Bobos consumen productos corrientes,
rechazándose la ostentación, pero en su vertiente lujosa. Se acepta un costoso todoterreno,
pero no un deportivo. El producto debe ser útil, pero a la vez debe permitir
diferenciarse de los menos favorecidos. De igual modo, el complejo Bobo afecta
a la esfera del trabajo. El trabajo es contemplado como un lugar de
autorrealización personal por estos “capitalistas contraculturales”. Se dejarán la piel en el trabajo siempre y cuando suponga
un engrandecimiento de su yo.

Esta nueva élite posee amplios
niveles de formación y la vida intelectual es parte de su trabajo, incluso de
aquellos que tradicionalmente han estado alejados de la academia. Tienden a
intelectualizar todas las esferas de la vida, incluso el placer. Las
actividades de ocio tienen sentido en cuanto son buenas para el yo. Según
Brooks, los Bobos regulan sus “deseos carnales con códigos de salud en lugar de
códigos morales” (p. 241). El placer es placer si entra dentro de estándares
racionales que afecten de modo positivo al yo.

El resultado de este centrarse en
el yo es un declinar institucional, sentido por los propios Bobos. “El
derrocamiento de las viejas autoridades no ha conducido a un nuevo y glorioso
amanecer, sino a una pérdida alarmante de fe en las instituciones, al
desconcierto espiritual y al colapso social. Así pues, si observamos el mundo
Bobo, vemos una serie de personas intentando restablecer conexiones.” (p. 252).

Los Bobos practican un
pluralismo espiritual, con el New Age
como telón de fondo, que busca una nueva espiritualidad, eso sí, alejada de las
imposiciones de las viejas religiones. La moralidad se contempla solamente en
términos personales, lo que la relativiza. Fruto de esta concepción es que “las
dos palabras clave del proyecto político Bobo, (…), son comunidad y control” (p. 288).
Precisamente los concepto que establecen el límite con el individualismo
personalista de este nuevo estrato social. El modo de hacerlo es una
reafirmación de las instituciones pasadas, imperfectas pero reales, mediante
controles interiorizados que eviten la necesidad de coerción externa.

¿Les suena todo esto de algo?