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Vettonia obliga

Sobre el blog

En este blog quiero recoger algunas de mis lecturas, pasajes de mi vida académica y de mis viajes, así como ideas sobre la cultura y la sociedad actual.

De corruptelas y capitalismo de amiguetes

Actualidad Posted on Mon, November 03, 2014 10:09

Las sociedades modernas se fundamentan en dos grandes entramados
institucionales: el mercado y el Estado. Ambos consiguen la adhesión de las
personas a través de una mezcla variable de coacciones y recompensas, de un
lado, y de consenso moral, de otro. Este último es clave. El mercado basa su
legitimidad en la capacidad de crear riqueza y desarrollo material mediante un
proceso descrito como una “destrucción creativa”, que implica la competencia y
el triunfo de los más adaptados a la dinámica del mercado. El Estado moderno obtiene
su legitimación de las leyes racionales.

La situación que vivimos hoy en España es especialmente grave, pues los
ciudadanos sienten que se ha roto el acuerdo moral en ambas esferas
institucionales. El mercado se aleja de esa esfera de competencia en la cual
los “mejores” obtienen una mayor recompensa a cambio de satisfacer las
necesidades de la sociedad. Aquí, al contrario, vivimos inmersos en un “capitalismo
de amiguetes” (véase la excelente aproximación al tema de Luis Garicano en El dilema de España, ed. orig. 2014), donde el
clientelismo deriva de modo inevitable en oligopolios. El mérito individual
poco puede hacer frente a esta situación. Esto tal vez se relacione con la baja
competitividad de nuestra economía.

El Estado no se encuentra mucho mejor. Si la falta de competencia deslegitima
el sistema de mercado capitalista, la corrupción hace otro tanto con el Estado.
Los últimos acontecimientos: concursos públicos amañados, colocación de
familiares y amigos puenteando los sistemas de acceso establecidos o, entre
otros, la privatización de lo común a favor de intereses privados, socaban el
principio “legal-racional”.

Solucionar esta situación de hundimiento moral, esto es, de crisis de
legitimidad de las instituciones, no es sencillo. Pero implicará con toda
seguridad revalorizar el principio de competencia meritocrática y el principio
de legalidad.



La transición y su doble

Libros Posted on Mon, November 03, 2014 09:53

El libro de Cristina Tango La transición y su doble. El rock y Radio Futura (ed. orig. 2006) es un intento de
aplicar la metodología de los estudios culturales a la realidad española. En
concreto pretende estudiar la contribución de la formación musical Radio Futura
al panorama cultural del periodo que se conoce como “la transición”. Para ello,
recurre como base teórica al trabajo del filósofo Gilles Deleuze y del pensador
marxista Louis Althusser. Las nociones de rizoma
(Deleuze) y de Aparatos Ideológicos del Estado (Althusser) aparecen
constantemente en la obra.

Como hipótesis parte de la
existencia de dos “narraciones” opuestas y enfrentadas sobre la transición. De
un lado, una oficial que enfatizaría el olvido y el consenso y, de otro, una
oficiosa surgida de la cultura que se extiende subterránea y rizomática frente
a las imposiciones de la cultura o narración oficial. Para Cristina Tango “la Movida” es un ejemplo claro
de esa “narración alternativa”, que no olvida y no se amolda al consenso. Radio
Futura, afirma, es el mejor representante de esa tradición, al ser un grupo
musical que intentaba crear un rock que combinaba las raíces hispanas con la
tradición del rock&roll anglosajón
de origen negro. En definitiva, Cristina Tango trata de “re-politizar” la
movida madrileña; si bien como avanzadilla de la nueva política postmoderna
(que actúa “oblicuamente”, en el estilo, como diría Dick Hebdige).

Y es aquí donde el análisis puede
resultar más polémico, pues entiende el
trabajo de Radio Futura como un intento de re-politizar a la anestesiada
sociedad española (un “pueblo barrado”), una sociedad por otra parte
“desmusicalizada”. Cabe preguntarse, no obstante, si “la Movida”, en general, y
Radio Futura, en particular, tenían en mente tal cosa. La sociedad española en
esos años no era precisamente apolítica: los muertos de la transición lo
atestiguan. Era una sociedad profundamente politizada, aunque “el consenso” se
adoptara como solución de compromiso para superar las diferencias y avanzar
hacia la democracia. Los mismos protagonistas de la movida madrileña, Pedro
Almodóvar entre otros, han afirmado que su participación estaba impulsada por
un deseo de vivir y crear al margen de la política, del intelectual orgánico,
de la canción protesta. El rock se vivía como una realidad total, no como un
medio para conseguir una meta. El
eslogan de los Rolling Stones cobraba
vida: “It´s only rock&roll, but I
like it”.
Definitivamente, los Radio Futura no eran Raimon.

Cosa diferente es que “la Movida” o Radio Futura
fueran un intento de oposición, consciente o inconsciente, a la cultura popular
mundializada y comercial procedente de los Estados Unidos. Tal vez, aunque
sería una oposición “postmoderna”, ya que lo que se pretendía era una
hibridación y no se planteaba un rechazo del rock&roll como tal (negro, sí, pero también profundamente
estadounidense). Además, “la Movida”
supuso quiéranlo o no sus representantes
el despegue, que no el inicio, de un mercado musical juvenil en España. A
partir de ese momento España se incorporó de pleno al universo MTV.

Por otro lado, tampoco puede
mantenerse que España fuera una sociedad “desmusicalizada”, sólo que no era una
sociedad en la corriente principal de la industria musical mundial. El
franquismo pudo reprimir, pero en modo alguno desmusicalizar una sociedad.
Prueba de ello es que apenas aflojó la dictadura se produjo una gran explosión
de creatividad musical con raíces locales. Sin apenas protección estatal, la
música en castellano, y en otras lenguas de España, goza de una gran vitalidad
que otras naciones no han logrado ni con fuertes políticas proteccionistas.

El libro, además, recoge un
recorrido por la discografía de Radio Futura y una interpretación semiótica de
las letras de alguna de sus canciones más conocidas y representativas. El
análisis viene condicionado por las premisas ya expuestas, destacando aquellos
aspectos de la vida del grupo musical y de su producción que mayor consonancia
tienen con los planteamientos teóricos de la investigación. A pesar del valor
del análisis mencionado, se echa en falta un análisis de la economía política
del grupo. Es decir, al lector de gustaría saber la vinculación del grupo con
diferentes compañías discográficas, su volumen de ventas o que “sacaron” de la
relación con el público. Asimismo, el análisis semiótico queda incompleto si no
se añade un recuento de las estrategias interpretativas de la audiencia. Puede,
por ejemplo, ser cierto que la canción “Enamorado de la moda juvenil” a pesar
de ser comercial ya anticipe una crítica al sistema consumista de mercado y
abra nuevas puertas a la creatividad del grupo, pero haría falta saber si el
público decodifica el mensaje del mismo modo que Cristina Tango o si “ve” lo
mismo en la canción que los componentes del grupo.

Encontramos, por tanto, un loable
aunque discutible intento de aplicar la metodología y bases teóricas de los
estudios culturales a la realidad española. Es raro encontrar disquisiciones
teóricas sobre la música popular en España que intenten ligar los fenómenos
culturales con la estructura social.



Santiago de Chile: bares y cafés (II)

Viajes Posted on Mon, November 03, 2014 09:51

La comida en Chile es magnífica y la capital tiene un buen número de
bares y restaurantes para todos los bolsillos. Predominando la cocina local,
existe variedad. De hecho, allí pude disfrutar comiendo. No es país para
ascetas. Pero no me detendré ahora en la comida y la bebida, sino en un par de
curiosidades locales: “los cafés con pienas” y un bar llamado “La piojera”.

Una institución chilena, especialmente santiaguina,
son los “Cafés con piernas”, locales convenientemente aireados por los medios
de comunicación internacionales y mantenidos por las conservadoras autoridades
debido a su atractivo turístico y, supongo, a los impuestos que recaudarán de
los mismos. Hay dos tipos de locales. En primer lugar, los cafés más públicos,
como el “Café Haití” o el “Café Caribe”. Se trata de locales decorados con
mucho acero inoxidable, en los que hay que pagar a una cajera, habitualmente entrada
en años, para tomar un café que preparará un garzón y que te servirá de un modo
bastante funcionarial una señorita de grandes muslos y prominente trasero. El
tipo de belleza que se estila en los mismos parece sacada de una película de
Mariano Ozores o de Andrés Pajares y Fernando Esteso. Y la indumentaria de las
camareras también.

El otro tipo son locales habitualmente más pequeños,
que tienen sus escaparates oscurecidos para que no se pueda contemplar la
actividad que se realiza en el interior. Hay alguno, sin embargo, como el
pionero “Barón Rojo”, que escapa por los pelos de esta chabacana descripción.
Decidí visitarlos para ver con mis propios ojos de que se trataba, no sin
reparos, ya que tienen un cierto ambiente prostibulario que no me atraía en
absoluto. Al entrar confirmé lo del ambiente prostibulario. Son locales
oscuros, con música alta, donde camareras en minúsculos bikinis sirven café, te
o soda a una clientela mayoritariamente masculina. El trabajo de las mismas,
además de servir el café, es dar conversación a los clientes y aguantar que
algunos, los menos, se arrimen y las toqueteen. Pero la cosa, por lo que pude observar,
no suele pasar de ahí. No existe prostitución, sobre todo en los más céntricos.
Los carabineros, sin embargo, han cerrado algunos por facilitar que las
señoritas proporcionaran sus teléfonos a los clientes para encuentros
posteriores más íntimos.

Ya que me encontraba allí, entablé conversación con
una de las camareras, que me contó que era peruana. Al mirar a mí alrededor,
pude ver que en efecto todas ellas parecían extranjeras. Le pregunté por el
tipo de público que acudía a esos locales y me dijo que eran sobre todo
hombres, como es lógico, chilenos y muchos turistas. Estos últimos a veces
pasan con mujeres, pero suele ser una situación menos frecuente. El sueldo, me
comentó, era bajo, pero las propinas altas –aunque esto último es posible que
lo dijera para que yo soltara la correspondiente, cosa que hice para
agradecerle que contestara las preguntas de un sociólogo curioso–.

Un lugar tremendamente divertido para un español es
el bar “La piojera”, situado muy cerca del mercado central de Santiago. Es una
sucia, ruidosa y desvencijada taberna, en la que camareros maleducados de
colmillo retorcido sirven cerveza, chicha y el cóctel local: el “terremoto”,
seguido por la igualmente indigesta “réplica”, a sus sedientos parroquianos.
También se sirve una grasienta comida, de la que me llamó especialmente la
atención los huevos cocidos, servidos con su cáscara y como único aliño sal y
una salsa de ají.

El lugar es frecuentado tanto por santiaguinos,
celebrando desde un cumpleaños a la salida del trabajo, “la pega”, hasta los
turistas más “gringos”. En consonancia, merodean por allí rateros y buscavidas
de diverso pelaje. El ambiente es el que corresponde a dicho tipo de locales:
ruidosos grupos bebiendo, cantando y gritando, grupos de música tradicional amenizando
los tragos de los clientes y humo, mucho humo. En Chile aunque teóricamente
existen lugares reservados para fumadores y no fumadores en los restaurantes,
la separación entre estos espacios no deja de ser dudosa. Siendo, además, más
importante el espacio reservado a los fumadores.

Del rato que pasé allí, uno de los múltiples días
que lo visité, rescato la conversación con un mapuche que había tomado más de
dos copas para celebrar su cumpleaños. Me contó que su familia era de Temuco,
aunque vivía en Santiago. Trabajaba de mozo de almacén en un supermercado de la
capital.

– ¿Eres español?

– Sí, así es.

– ¿Qué significa “coño”?, ¿por qué os llaman así?
Yo es que soy mapuche –dijo, golpeándose enfáticamente el pecho. Durante la
conversación, que duró más de lo que hubiese deseado, me informó de este hecho
más o menos cada cinco minutos–.

– Bueno, significa… (se lo expliqué, claro está).

– Ahh… –decía entre codazos y gestos de complicidad
con su compañero de trabajo y amigo–, la “cosita”.

El alterne acabó con una fotos, “con el profesor
español”, y consejos reiterados de que no me fiara de nadie en Santiago.
Excepto de él, claro, porque era franco y mapuche.

Una última observación, los bares y los
restaurantes en Santiago se encuentran, en general y exceptuando algunos de los
más caros, mal acondicionadas para el frío y el calor. Como decía Neruda: “las
casas no están preparadas para el verano, como no lo estuvieron para el
invierno”. En muchos restaurantes, durante el invierno, los santiaguinos no se
quitan el abrigo para comer.