“La autoayuda es un concepto en sí mismo imposible. La ayuda real no puede nunca ser autoabastecida. Que nadie se engañe, somos animales sociales y los bienes que queremos disfrutar, de algún modo, han de ser provistos desde el exterior. Auto-ayudarse es como obtener satisfacción afectivo-sexual a través de la masturbación. No es la mente consciente la que debe salvarnos de nosotros mismos, sino la acción que transforma el mundo y que
nos permite, a su vez, gozar de él. No es ayudándonos a nosotros mismos como podemos revertir una situación difícil, sino transformando el mundo”.

Así comienza Cómo ser feliz a martillazos. Un manual de antiayuda (Melusina, 2018), del filósofo y antropólogo Iñaki Domínguez, y en esas breves líneas se resumen muy bien la tesis principal del ensayo. El libro pretende ser una especie de “manual de ayuda”, pero combatiendo los tópicos de los demás libros del género. Sobre todo, el pensamiento mágico o creencia en el poder de las ideas para conseguir modificar la realidad o, al menos, hacernos capaces de soportarla.

Lo que más me ha gustado de libro, con cuyas tesis que estoy de acuerdo en su mayor parte, es en el deseo de combatir el pensamiento mágico. Aunque parece lógico, insistir en que modificar nuestra mente no significa cambiar nada en el mundo si no pasamos a la acción, es algo que puede resultar incomodo a muchas personas. Muchas se han instalado en la creencia de que el “crecimiento personal” implica una directa y necesaria mejora en las condiciones de existencia. Iñaki Domíguez, con buen juicio, invierte la ecuación. Cambiar nuestras circunstancias vitales es el camino al crecimiento y el bienestar personal. Y no al contrario.

Su idea es que solamente actuando y generando hábitos que nos permitan transformar el mundo conseguiremos ser felices y podremos ayudarnos a nosotros mismos y a los demás. El planteamiento de Domínguez me ha recordado la tesis que daba forma a uno de los libros de Richard Sennett El artesano (Anagrama, 2009): “hacer es pensar”. Desligar el pensamiento de la acción, el cerebro de la mano, creo que nos aleja de una comprensión de nuestro papel en el mundo.

Además, en este Manual de antiayuda también está presente de un modo fuerte una crítica al individualismo del concepto de autoayuda. Se aboga por una individualidad crítica, pero con plena conciencia de que la acción siempre es colectiva y está mediatizada por lo colectivo. Pensar de otro modo, también pienso, es una ilusión fomentada por la sociedad individualista y consumista en la cual nos ha tocado vivir. Actuar supone vivir en sociedad y la felicidad y el éxito son también, e inevitablemente, hechos sociales.

En definitiva, una lectura amena en la que el autor no tiene problema en desnudarse con relatos de sus propias vivencias con tal de llegar al lector. Una técnica, por otra parte, tomada de los libros de autoayuda para conseguir conectar sentimentalmente con la audiencia. Tampoco en incluir referencias eruditas, junto a otras de la cultura popular. Con todo ello consigue, creo, emular los textos que está criticando y hacerlos implosionar.