El grupo Politikon presenta en El muro invisible (Barcelona, Debate,
2017) su visión sobre las dificultades que atraviesan los jóvenes en España. En
especial las dificultades emanadas de la crisis económica. El libro está
dividido en tres grandes partes: las dificultades de ser joven en España, las
causas y, por último, las consecuencias políticas de la situación de la
juventud. En la primera parte se revisan las dificultades. Entre ellas pueden
citarse: los altos niveles de desempleo y la mayor incidencia de la pobreza
entre los jóvenes –los jóvenes son los grandes perdedores de la crisis de
2008–, el retraso en la edad al matrimonio, la baja natalidad y el lento
proceso de emancipación, junto con la emigración de los más capacitados al
extranjero huyendo de esas situaciones.

Las causas de esos problemas las
encuentran en tres grandes áreas. En primer lugar, el mercado de trabajo. La
dualidad histórica del mercado de trabajo hace que las crisis se ceben
especialmente en los jóvenes, que sufren mayores niveles de temporalidad. Esto produce
que sus ingresos sean menores y que tengan un nivel de protección más bajo ante
las adversidades. En consecuencia, son un colectivo más vulnerable. En segundo
lugar, en un sistema educativo que contribuye a esa dualidad, ya que genera un
alto porcentaje de jóvenes con estudios universitarios, de un lado, y, de otro
lado, un alto porcentaje de jóvenes que o bien no acaban la educación básica o
no continúan estudiando (debido al abandono y a los altos niveles de
repetición). Ente ambos, la educación secundaria y profesional se encuentra
relativamente abandona. Y, en tercer lugar, mantienen que nuestro Estado de
Bienestar se encuentra volcado hacia los mayores, protegiendo relativamente
poco a los más jóvenes. “Nuestro Estado del Bienestar es una herencia del
pasado. (…) Tiende a proteger a los mayores –que fueron en verdad un colectivo
vulnerable en el pasado– en buena medida a costa de los jóvenes” (p. 146). Es
un modelo de Estado de Bienestar, además, que descansa en un modelo de familia
en declive y en un papel subordinado para la mujer.

Estas tres causas hacen que la
juventud se encuentre en una situación de desventaja frente a generaciones
anteriores a la hora de realizar sus proyectos vitales. Este análisis me parece
adecuado y en líneas generales puede darse por válido. Podría resumirse en la
manida frase: “los jóvenes actuales vivirán peor que sus padres”. Las
soluciones que plantean, sin embargo, son más problemáticas. Apuestan por
reducir la dualidad laboral, con soluciones sobre todo en el plano legislativo
(modificar la estructura productiva del país se antoja más difícil); y por
eliminar o reducir la repetición y favorecer que los jóvenes con dificultades
continúen estudiando para aliviar la dualidad educativa. Y respecto al Estado
de Bienestar creen que se debe “progresar hacia un modelo que haga compatible
el papel económico de las mujeres, la emancipación de los jóvenes y una
demografía saludable” (p. 163).

Estas soluciones pueden parecer
naturales, pero lo más interesante es que son una opción “política” no explicitada
(lo cual no resulta extraño teniendo en cuenta que el grupo que firma la obra
se llama Politikon). Y digo no explicitada, porque no exploran, ni siquiera
para rechazarlas, opciones fuera de su marco de referencia político. Pongo un
par de ejemplos. El primero en relación a la demografía. En todo el libro se
asumo que debe existir una “demografía sana” para mantener el equilibrio
intergeneracional y que funcione el sistema de bienestar, en especial la esfera
de las pensiones. Sin embargo, no se exploran otros caminos de tipo no
“natalista” para conseguir ese equilibrio. Si los españoles, como parece, no
tienen hijos, pues podrían admitirse mayores contingentes de inmigrantes. Al
final, el equilibrio poblacional se conseguiría vía inmigración y no vía natalidad.
(Esta solución, claro está, tiene sus propios problemas. Sin embargo, en el
libro no se maneja esta opción).

El segundo hace referencia al
presupuesto del equilibrio poblacional a la hora de mantener las pensiones y la
sanidad. Este presupuesto solo es necesario (vía natalidad o inmigración, como
hemos comentado) en el caso de que se apueste por un sistema de reparto. Sin
embargo, podría apostarse por un sistema contributivo. Tampoco se explora esta
opción, ni para rechazarla. Además, incluso aceptando el sistema de reparto,
tampoco está claro que un equilibro poblacional, como ellos llaman, una
“demografía saludable”, asegure la viabilidad de dicho sistema. En la
actualidad, los bajos salarios hacen que, pese a altos niveles de afiliación a
la Seguridad Social, las cotizaciones sean bajas y no cubran las necesidades
del sistema. La recaudación en un sistema así podría depender más de la
productividad del trabajo que de su abundancia. Menos trabajadores con altos
salarios podrían hacer más sostenible el sistema que muchos con bajos salarios.
Además, se podría optar por mantener las pensiones y las prestaciones del
Estado de Bienestar vía impuestos directos o indirectos. Es decir, de esto modo
el peso de las mismas recaería en la riqueza total de la sociedad y no solo en
las cotizaciones de los trabajadores. Valga esto para ejemplificar a que me
refiero cuando digo que hay presupuestos políticos no explicitados en toda la
obra.

En la última parte del libro,
como dije al comienzo, se recogen las implicaciones políticas de esta
situación. Se trata de ver cómo los jóvenes pueden articular sus peticiones. “La
idea es que los jóvenes pasen a ser ganadores en un sistema en el que hoy son
los más perjudicados. (..) Eso significa que hay otros que saldrán perdiendo,
al menos en el corto plazo” (p. 169). Creen, en primer lugar, que las reformas
tanto del mercado de trabajo como del Estado de Bienestar están bloqueadas por
las generaciones del baby boom hacia
arriba. Es decir, el actual statu quo está blindado por una línea generacional.
El bloqueo educativo, sin embargo, respondería a causas de enfrentamiento
político, que aprovecha fracturas normativas de los españoles en torno al bilingüismo,
la educación para la ciudadanía o las clases de religión. Resumiendo: “Si tuviésemos
que delinear un perfil del español tipo que defiende el statu quo regulatorio actual pensaríamos en un hombre, de
nacionalidad española, estudios medios, empleo fijo, vivienda en propiedad y
aspiración a la tranquilidad. Ese español tipo estaría en el centro, en el
núcleo protegido por el sistema. Los jóvenes, junto a las mujeres, los parados
de más de cincuenta años, los pobres y los inmigrantes se encuentran en los
márgenes” (p. 184).

Los autores aventuran que los
jóvenes españoles se encuentran “insatisfechos” con la democracia, piden más de
ella; pero no existe una “desafección”, es decir, un alejamiento del sistema
político. Además, los jóvenes tienden a no utilizar las mismas etiquetas
políticas que los mayores, ni en el mismo sentido. Sin embargo, en cuanto a su
participación política efectiva, debe decirse que el sistema de partidos no
presta demasiada atención a este colectivo por dos motivos. Uno, porque los jóvenes,
entre 18 y 35 años, son un colectivo no demasiado numeroso. Y dos, porque
tienden a participar poco en las elecciones. Los jóvenes tienden a participar
menos a través de mecanismos institucionalizados (elecciones o partidos
políticos) y más a través de mecanismos alternativos (huelgas, manifestaciones
o peticiones). Existen, así mismo, importantes diferencias en la participación
política de los jóvenes, pues existen sectores movilizados tanto en lo
institucional como a través de vía alternativas (jóvenes universitarios de
clase media y media alta) y jóvenes desmovilizados (el resto). Cuando los
jóvenes votan, además, lo hacen a partidos diferentes que los mayores. En
España, por ejemplo, Podemos y Ciudadanos captaron el voto joven en mucha mayor
media que el PSOE o el PP. Creen que la emergencia de estos partidos abre una
ventana de oportunidad para incluir una agenda volcada en los problemas de los
jóvenes y una redistribución de las ventajas del sistema.

El libro tiene un tono
divulgativo, alejado de la prosa académica, que a veces produce asertos
demasiado esquemáticos y poco matizados. Sin embargo, los autores intentan
fundamentar sus argumentos en datos e investigaciones rigurosas. Es un libro
interesante que acierta en la temática y el tono. Aunque no se esté de acuerdo,
o del todo de acuerdo, con las soluciones propuestas o con algún aspecto de
análisis, resulta pertinente. La verdad es que la crisis económica, causa de
muchos de nuestros problemas actuales, está volviendo a traer a la escena pública
un tipo de análisis estructural que se había perdido en las ciencias sociales,
presas de visiones más “postmaterialistas”. Y esta obra es una contribución
bien escrita y planteada desde esta perspectiva. Bienvenida sea.