Belén Barreiro, expresidenta del
CIS y directora-fundadora de la consultora MyWord, publica La sociedad que queremos. Digitales, analógicos, acomodados y
empobrecidos
(Barcelona, Planeta, 2017). En el mismo trata de mostrar, con
un evidente tono divulgativo, cuáles han sido los principales cambios sociales
en la sociedad española como consecuencia de la última crisis económica. Para
ello, construye una tipología de españoles resultantes de la crisis en torno a
dos ejes: digitalización y posición económica (Figura1).

Figura 1. Fuente: Elaboración
propia a partir de la obra de Belén Barreiro.

Los representa con la historia
de cuatro personas, a modo de tipo ideal. El primero sería Miguel, un
joven acomodado digital votante de Ciudadanos. El segundo es Sabino, un votante
del PP acomodado, de más edad y analógico. La tercera sería Alicia, una joven
digital empobrecida por la crisis y votante del Podemos. Por último, Josefa
sería una empobrecida analógica que vota al PSOE.

En el eje económico convivirían
dos Españas: “Los empobrecidos han dado marcha atrás en el tiempo,
retrocediendo a la España previa al consumismo, aquella que luchaba por
sobrevivir y en la que cabía aún la protesta. Los acomodados, a la vanguardia,
viven en un país con ansias de innovación, digitalizado y cosmopolita” (p. 93).
En el eje digital también convivirían dos Españas divergentes. Una analógica,
con un perfil femenino, de clase baja, con menores ingreso y menor nivel
educativo. Otra digital, con un perfil masculino, de clase media y alta, con
mayores ingresos y mayor nivel educativo (pp. 195-205). Los analógicos votarían
a los partidos tradicionales y los digitales a las nuevas formaciones.

A estos dos ejes habría que sumar
la “brecha generacional”, ya que los jóvenes (sobre todo los llamados millennials) son más propensos a votar a
partidos nuevos frente a los tradicionales del “bipartidismo” y tienen mucha
mayor desconfianza en las instituciones tradicionales. Los jóvenes, además,
están mayoritariamente del lado empobrecido (p. 121).

Para desarrollar esta tipología
utiliza datos cuantitativos provenientes de fuentes oficiales, en especial del
CIS, y los estudios cualitativos de su propia empresa MyWord. Es algo que se
agradece, ya que todo el libro aparece fundamentado en datos, ante tanto ensayo aparecido en los últimos tiempos sobre los “males de
España” sin la más mínima base empírica.

Esta tipología, nos dice la
autora, no refleja toda la diversidad de la sociedad española, pero cree que es
una buena herramienta para analizar los cambios provocados por la crisis. Puede
ser, pero en mi opinión, los ejes arriba y abajo (acomodados vs. empobrecidos)
y analógicos y digitales si bien son necesarios, no son suficientes para
describir nuestra sociedad. Es verdad que incluir más dimensiones hubiese
complicado el análisis y la exposición, restando claridad al ensayo, pero sería
una aproximación más fidedigna. Desde mi punto de vista hay tres ejes más que
deberían ser incluidos:

1. Ideológico. La división
Izquierda-derecha, muchas veces declarada muerta por los más variados
analistas, se resiste a desaparecer. Las discusiones sobre la memoria histórica
(el Valle de los Caídos, los desaparecidos de la Guerra Civil o el callejero)
que tanto debate generan en la sociedad española no pueden entenderse sin el
eje ideológico. El eje arriba/abajo, popularizado por Podemos,
puede sumarse, pero no sustituye al eje ideológico.

2. Religioso-moral. Realidades
como el matrimonio homosexual, la llamada familia tradicional, la gestación
subrogada, la eutanasia o la enseñanza segregada siguen estando presentes con
mucha fuerza en el debate público. Y no pienso que puedan reducirse al eje
económico o comunicativo-digital. Estos hechos dividen a los españoles en
función de presupuestos religiosos y morales no encuadrables en la tipología
propuesta.

3. Identitario. Otro rasgo
destacado es la polarización entre los nacionalismos identitarios periféricos y
el nacionalismo identitario español. Y no es algo que pueda referirse al arriba
y abajo o a digitales y analógicos. Sería otra dimensión independiente a
contemplar en el puzle social de nuestro país.

Este panorama le hace hablar de
cuatro Españas, quizá en contraposición con las famosas dos Españas (una de las
cuales, es sabido, habría de helarnos el corazón). Un panorama que coincide con
el actual sistema partidista:

“La España cuádruple, por tanto,
ayuda a comprender la formación de un nuevo sistema partidista en nuestro país:
la revolución digital es propulsora de fuerzas políticas emergentes que, a su
vez, reflejan la fractura social que ha generado la crisis. Aun así, en todos
los partidos coexisten, en mayor o menor medida, las cuatro Españas. Otros factores, como la ideología o el
posicionamiento en la cuestión territorial, siguen siendo claves para entender
los comportamientos políticos
” (p. 217, cursiva añadida).

Son clave, pero el modelo no los
contempla. Es como si la economía y la tecnología (estructura) fueran básicas
frente a cuestiones como la moral, la religión, la ideología o la identidad (superestructura). En todo caso, no tengo claro si los
partidos políticos son reflejo de estas cuatro Españas o las cuatro Españas son
una construcción a partir del sistema político actual.

Por último, un comentario sobre
un aspecto metodológico: un modelo como el propuesto requiere variables dicotómicas. Así,
empobrecidos son los que tienen unos ingresos netos de 1500 o menos euros al
mes. Y acomodados los que superan esa cantidad. Quizá utilizar más tramos de
renta aclararía las cosas. E incluso aceptado esta dicotomía, ¿son lo mismo
1499 euros en Zafra o Don Benito que 1501 en Madrid o Barcelona? ¿Quién es el
empobrecido y quién el acomodado?

Dicho todo lo anterior, me parece
una obra interesante que intenta fundamentar sus conclusiones en datos. Ahora
bien, pese a que muchas de sus conclusiones son, desde mi punto de vista,
convincentes y acertadas, creo que un análisis con más ejes hubiese reflejado
más la diversidad y complejidad de la sociedad española y hubiese enriquecido
el libro (a cambio, soy consciente, de restarle claridad expositiva). Por
ejemplo, incluir el eje identitario hubiese explicado muchas cosas en regiones
como Cataluña, Galicia o el País Vasco. Porque, en definitiva, si algo caracteriza
a la sociedad española actual es la complejidad y la diversidad.