Leyendo el capítulo que Schumpeter dedica a Böhn-Bawerk en 10 grandes economistas: de Marx a Keynes (Madrid,
Alianza, 1976), encuentro la siguiente teoría económica: “el valor de los
bienes presentes es por lo menos igual al de los futuros, y por lo general
existe en todo sistema económico un exceso de valor de los primeros bienes
respecto a los segundos” (1976: 248). El caso es que esta teoría me ha hecho mucha
gracia al recordarme una anécdota del pasado.

Hace muchos años, cuando andábamos buscando casa, acudí con
mi novia, hoy mi esposa, a una feria inmobiliaria en Madrid. Eran los años de
la locura y conseguir un piso decente a un precio que pudiera pagar un profesor
ayudante era prácticamente imposible. Al menos, claro está, sin endeudarse
durante cuarenta años.

Pues bien, estando en dicha feria, acudimos a un stand donde
nos enseñaron los planos y una representación tridimensional de unos apartamentos
en una zona de nuestro gusto. El problema surgió cuando le pregunté el precio
al vendedor. Eran carísimos y, lo más extraño, eran más caros que la vivienda
ya construida en esa zona –como he dicho, era de nuestro gusto, y ya habíamos
realizado algunas pesquisas–. Cuando se lo hice notar al vendedor, este me
contestó muy serio:

– Claro, es que los pisos sobre plano son más caros que los
ya construidos. Puedes mirar en cualquier otro sitio.

Me dejó sin palabras, sobre todo por su aplomo al contestarme.
Mi teoría en ese momento es que debía ser justo al contrario. Debían ser más
baratos porque el comprador adelantaba dinero durante tres años para adquirirlos
y lo correcto es que el precio fuese menor para compensar, de un lado, el
riesgo y, de otro, el costo de vivir de alquiler durante esos tres años. Cuando
le dije esto al vendedor me miró como diciendo: “Mira chaval, tus teorías me
sobran, el que sabe soy yo, y eso no es así”. Al final no compramos el piso.

Esta teoría de Böhn-Bawerk me ha recordado ese momento. En
la España del boom, cuando todos éramos ricos, hasta las teorías de afamados
economistas eran puestas en duda por cualquier vendedor de pisos. En otro
momento contaré cuando en una agencia inmobiliaria me intentaron convencer, sin
mucho éxito, de que los “pisos no bajan nunca”. Aquella vendedora, además de
despreciar mi salario como profesor universitario, habían inventado la ley de
la inmutabilidad de los precios inmobiliarios. La realidad, pese a esa ley tan
castiza, siempre se impone.