Hace unos meses acudí a la
presentación que Gilles Lipovetsky hacía de su último libro De la ligereza (Anagrama, 2016) en una sala del
espacio cultural El Matadero en Madrid. Me enteré gracias a Ismael Cherif, buen
amigo desde hace años, que hacía de intérprete y me avisó del acto. Allí
encontré a un Lipovetsky en forma, que no aparenta sus 72 años. Es un buen
orador que expone ideas complejas con soltura sin aburrir al personal. Y es capaz de dar una lección de sociología,
entroncada en la tradición sociológica francesa, y filosofía sin suscitar el
rechazo del auditorio.

Lipovetsky continúa manteniendo
una visión ambivalente de la sociedad de consumo y el hiperindividualismo. Por
un lado, es consciente de sus limitaciones y constricciones y, por otro, de sus
potencialidades. Analiza la sociedad postmoderna bajo el epígrafe de “lo ligero”
(tan bueno como metáfora como el de “lo líquido”). Y continúa siendo, en líneas
generales, un “posmoderno optimista”, pues ve indudables signos positivos en el
mercado de consumo, la moda o el individualismo. “La revolución de lo ligero
hace más por consolidar las democracias liberales que por causar su ruina” (p.
312).

El planteamiento de Lipovetsky
sobre la ligereza y la alegría de vivir me parece más plausible que el
mantenido hace años por Michel Maffesoli en De
la orgía
(Ariel, 1996). Para él, la ruptura de la pesadez supone la
desaparición del individualismo y el resurgir de nuevas formas de sociabilidad.
“Actualmente hay una democratización o masificación de este hedonismo que no
hace sino traducir la anulación del individuo en un sujeto colectivo” (p. 9).
Tesis, por otra parte, que ya mantenía en su famoso El tiempo de las tribus. Quizá, no lo niego, aparezcan nuevas
agrupaciones en el mundo posmoderno (aunque tal vez sean, decía Stuart Hall,
simulacros institucionales que proporcionan identidad y seguridad pero sin las
constricciones de las instituciones tradicionales), pero me cuesta ver como
desaparece el individuo. Lo individual frente a lo institucional es el signo
del tiempo y en esto Lipovetsky, pienso, da en el clavo.

En todo caso, una de las cosas
que más me gusta de Lipovetsky es su capacidad de presentar las tendencias
contradictorias de la sociedad. Las sociedades actuales son suficientemente
complejas para albergar pautas culturales contradictorias. No son sociedades,
en modo alguno, unidimensionales. Pueden existir patrones culturales mayoritarios,
siempre contingentes y en evolución, pero dentro de conflictos axiológicos
constantes. Gilles Lipovetsky lo sabe y en sus libros, y este último también
continúa la tónica, es frecuente la referencia a estas aporías de la cultura
postmoderna.

No obstante, el objetivo final del
libro es remarcar los aspectos positivos de la sociedad hiperindividualista,
consumista, hedonista y de bienestar, en una palabra: ligera. Es una sociedad
aparentemente ligera, pero exigente para sus partícipes. Y, sin embargo,
Lipovetsky contempla con ojos amables estas sociedades. Pueden ser exigentes,
pero sin duda las sociedades pesadas lo eran mucho más. Un canto, sin duda, a
la integración.