Unas
palabras sobre los moáis. Estos son las famosas estatuas antropomorfas que se
encuentran diseminadas por toda la isla. Suelen estar situadas en la costa,
mirando hacia el interior. Y los que vi con mayor frecuencia suelen formar
agrupaciones sobre una larga base de piedra. Los moáis son la parte más visible
de los monumentos, que se componen de tres elementos. La base es el llamado
ahu. Sobre la misma se sitúan los moáis propiamente dichos. En la cabeza de los
mismos se situaba un pukao o sombrero de piedra rojiza. Finalmente, los ojos se
solían rellenar con coral blanco para darle sensación de vida al conjunto.

He leído y
escuchado en algunos programas de “misterio y ocultismo” que se desconoce la
utilidad de estas enormes estatuas. No hay tal misterio, son monumentos funerarios.
La base, el ahu, es una gran mastaba en la cual se enterraban los líderes de la
comunidad rapanui. Hay una en especial que suele llamar la atención de estos
programas, porque se compone de grandes piedras de distintos tamaños finamente
encajadas (véase la foto). Parece ser que fue una de los primeros ahu en
construirse y tiene una construcción más “fina” que los posteriores. Además,
recuerda a las construcciones incaicas y algunas del antiguo Egipto. Esto, como
parece lógico, ha dado pie a todo tipo de teorías de extraterrestres. Esta
hipótesis no merece más comentario por
mi parte, sobre todo por la falta de pruebas para sustentarla.

Hay, sin
embargo, un misterio real. Los moáis se construían en una ladera de un volcán
del interior de la isla (se pueden ver varios abandonados a medio construir e
incluso algunos preparados, y también abandonados, para ir a su destino). Eran
enormes y muy pesados. El misterio es como los transportaban hasta su
emplazamiento en la costa. Hay varias hipótesis: trineo de madera, troncos bajo
el moái –el uso de árboles contribuyo, afirman, a la deforestación de la isla y
a la crisis ecológica mencionada antes– y, la más novedosa, caminando. Esto de
caminar es curioso. Según las leyendas, los moáis iban “caminando” hasta el
ahu. Los arqueólogos han comprobado que poseen una base redondeada y que, tal
vez, los antiguos rapanui ataban cuerdas a la cabeza del moáis y con movimiento
de un lado a otro iban haciendo avanzar lentamente la gran estatua como si
anduviese.

La isla cuenta,
además, con dos buenas playas, una abierta al público y otras cerrada, al estar
cerca de un acantilado donde se producen desprendimientos. La gente va a las
dos y, desde mi punto de vista, es mejor la del acantilado. Allí nos bañamos
rodeados de peces de colores. No he visto agua de mar más clara. Un tipo a mi
lado tomo un pez globo entre las manos y luego lo devolvió al agua.

También se
pueden visitar algunas cuevas volcánicas de fácil acceso. Fuimos a ver en una
de las construcciones rapanui una piedra volcánica perfectamente esférica. En
teoría no era de la propia isla. Los
primeros pobladores debieron traerla desde la Polinesia en sus primeros viajes.
Debía tener gran cantidad de metales, pues volvía locas las brújulas situadas
cerca de la esfera. La costumbre era tocarla, pues supuestamente tenía
propiedades curativas generalizadas. Nos dijeron que allí acudía gente de
muchas partes del mundo para poner las manos sobre esa roca.