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Vettonia obliga

Sobre el blog

En este blog quiero recoger algunas de mis lecturas, pasajes de mi vida académica y de mis viajes, así como ideas sobre la cultura y la sociedad actual.

Torres del Paine

Viajes Posted on Fri, October 07, 2016 11:20

Decidimos visitar las Torres del
Paine y hacer la famosa “W”. La verdad, no la hicimos entera pues no
completamos algún tramo, pero sí en su mayor parte. El trayecto está muy bien
organizado, con autobuses hasta los puntos de partida, trasbordadores para
atravesar los lagos y buena señalización en todos los tramos que se deben
completar a pié. Además, los albergues son
muy buenos (también las zonas de acampada).

El primer día, tras dejar
nuestras cosas en el albergue, caminamos y nos acercamos al Glaciar Grey. Forma
parte del llamado Campo de hielo Patagónico Sur, la mayor mole de hielo a parte
de los polos. El clima fue estupendo durante esos días, pero cuando soplaba el
viento desde el glaciar sentíamos como se nos congelaba todo el cuerpo. En
invierno debe ser un lugar terrible y muy poco transitable.

El siguiente día hicimos la pata media
de la famosa W y dejamos para el último la subida hacia el mirador de las Torres.
El lugar, en general es de un enorme interés y belleza. Combina en la parte
baja la aridez de la estepa patagónica con paisajes de media y alta montaña.
Todo el recorrido está salpicado de ríos, arroyos y grandes lagos de un intenso
azul. En la fauna destacan los guanacos, omnipresentes, y en las alturas los
cóndores. También hay pumas, pero por fortuna no vimos ninguno.

Durante nuestra visita, además, estábamos
en verano y los días en esa latitud parecían no acabar. Tras la primera
jornada, terminamos en el bar del albergue tomando cerveza Austral. No fuimos
los primeros en llegar, pero si los últimos en irnos. Viendo la puesta de sol,
que parecía no retirarse nunca, acabamos con las reservas de cerveza del lugar.

En general, el recorrido habitual
no es de gran exigencia en cuanto a su dificultad. Se hace largo, pues las
distancias son enormes, pero no es excesivamente duro. Las cuestas se hacen más
duras solo cuando se sube hacia las Torres. De todos modos, casi todos los
visitantes lograban realizar el trayecto. Solo un matrimonio británico entrado
en años y con muchos kilos de más nos dijeron que habían preferido permanecer
en el refugio, pues no se veían capaces de hacer el camino.



El chileno y el europeo

Viajes Posted on Fri, October 07, 2016 10:47

Chile es un país que está cambiando muy
rápidamente sus valores. Esto se nota especialmente entre la juventud. Una
generación de chilenos tiene una moral mucho más relajada y tiene otras expectativas sobre su vida. En Puerto Natales
coincidimos y nos fuimos a tomar algo con un grupo de chicos y chicas que
encontramos andando por la calle. Mientras fumaban unos canutos, conducta allí
mucho menos socialmente aceptada que en España, nos comentaron que les
encantaba el acento español. Nos imitan como nosotros a los vascos. Cuando les
preguntamos si eran de allí, pues también hay visitantes de otras partes de
Chile, contestaron: “Sí, pero no nos gusta”.

Una sensación que tenía permanentemente
al tratar con los chilenos es que todos querían estar con un europeo. Es más,
pienso que lo que realmente querrían es estar en Europa. Este hecho, además, es
más frecuente cuanto más clara tienen la tez y mejor posición económica
ostentan –ambos hechos, lamentablemente, siguen yendo parejos en muchas
ocasiones–.

En todas las conversaciones, al hablar
de mi país encontré una de las siguientes posiciones. O bien me contaban sus
viajes por Europa o bien su deseo de cruzar el charco. Curiosamente muy pocos
hablaban de viajar a los Estados Unidos, pese a que quizá sea un destino de
migración más habitual. En el imaginario, Europa es la matriz y todos desean
acabar o, al menos, pasar una temporada allí. Luego, probablemente, vuelvan, ya
que la nostalgia del hogar es un sentimiento universal, pero el deseo está ahí.
Durante mi estancia, el diario La Tercera publicó una encuesta en la cual el
85% de los chilenos afirmaban tener deseos de trabajar en otro país y, de esos,
la mayor parte dirigían sus anhelos a Europa (en España, por comparación,
sumergidos en una de las crisis económicas más profundas que se recuerdan, las
encuestas hablaban de que el 65% de los españoles deseaban trabajar fuera de su
país).

Digo conscientemente Europa y no España,
pues existen importantes contingentes de población con orígenes alemanes o, por
ejemplo, británicos. Además, cuando hablaba con las más diversas personas,
sobre todo si son de las clases más favorecidas, todos tenían una curiosa
versión del proceso migratorio de sus antepasados. En general, solían enfatizar
los elementos europeos, eliminando las posibilidades de mezcla con la población
local, y sostenían descender de familias nobles. Alguno incluso me dijo al
hablar sobre el tema que solamente emigraron desde España las personas de alta
cuna, “como queda recogido en el Archivo de Indias”. Con otras justificaciones,
el argumento se repite en el caso de los inmigrantes de origen alemán. Además,
y aquí se muestran profundos prejuicios, los españoles llegados a Chile eran
godos, enfatizando sus rasgos norteños: altura, pelo rubio y tez clara.

En muchas cosas, el pensamiento colonial
no ha desaparecido. Todavía una parte importante de la población se ve a sí
misma como población europea trasplantada a otro continente. Esta visión,
además, se refuerza en Chile, porque su aislamiento histórico del resto de
América Latina ha fomentado el deseo de unirse a la matriz cultural que se
considera más avanzada, desarrollada y sofisticada. Opera una lógica similar al
deseo español de asimilación con Europa que desde el siglo XIX articula nuestra
política y cultura.