Leía hace unos días la Trilogía de Auschwitz de Primo Levi (“Los
salvados y los hundidos”, Barcelona, Península, 2015), donde citaba un verso
del poeta Christian Morgenstern que se ha convertido casi en un proverbio alemán:

Nicht sein kann, was
nicht sein darf
. (No
pueden existir las cosas cuya existencia no es legal).

La verdad es que lo que me
sorprendió del proverbio es la diferencia con la concepción española, diría que
latina, sobre el derecho. Para nosotros más que una categoría del
entendimiento, según da a entender el verso, es una superestructura impuesta
sobre la vida. La expresión tan castiza: “Se acata, pero no se cumple”, así lo
muestra. Aceptamos las leyes, pero en la vida diaria las ignoramos o, al menos,
vivimos según normas consuetudinarias que pueden coincidir o no con la
estructura normativa promovida por el Estado. Las cosas ilegales o a-legales
existen, es más, son parte de la realidad. La ley lo único que hace es intentar
limitarlas. Si a esto le sumamos una desconfianza ante su aplicación: “Pleitos
tengas, y los ganes”, encontramos una concepción muy diferente del papel del
derecho en la vida.