En Argentina descubrí tres creencias de la religiosidad popular que me
llamaron mucho la atención: el gauchito Gil, la difunta Correa y el Equeco. El
primero hace referencia a un gaucho que fue ajusticiado y que solía vestir de
rojo. Se le atribuyen sanaciones milagrosas. Por todo el desierto se encuentran
pequeños santuarios pintados de rojo y adornados con banderines y trapos rojos.
Esto les da un aspecto tibetano.

La difunta correa también es otra figura mítica que
recibe adoración. La historia dice que esa mujer murió en el desierto de hambre
o sed y que se encontró a su hijo amamantándose de sus pechos y milagrosamente
vivo. Se le crean pequeños altares que se decoran con tarros, botes y botellas
llenas de agua. Los arrieros y los camioneros son los más devotos y cuidan y
reponen constantemente el agua en los santuarios.

Finalmente, el Equeco –del que no pude ver ninguna
representación, pero del que me hablaron– es una divinidad de origen andino a
la que se venera por sus propiedades milagrosas. La figura tiene la boca
abierta, en la que se le ponen cigarros y puros como medio de conseguir las
peticiones. También se le ofrece alcohol y otros alimentos.