Uno de los días
fuimos a comer a Chichinales, donde la familia de Karina nos hizo un asado.
Miguel y su hijo pequeño, también llamado Miguel, viven en un pequeño pueblo
cerca de su chacra. Alicia, la madre de Karina, hizo una comida excesiva a base
de asado de vacuno –que, pese al nombre, es una parrillada de costillas de
ternera cortados en largas tiras y chorizos y prietas–, pierna de cerdo asada
“a la chapa” y abundantes ensaladas. Comí tanto que incluso me sentí
descompuesto esa noche. La verdad es que la comida en Argentina, por lo que
pude apreciar, es abundante, pero muy poco elaborada. El asado y la pasta son
las especialidades locales.

Miguel, el primo de
mi padre, me enseño la chacra familiar. Es una bonita chacra de unas seis
hectáreas, en las que cultiva sobre todo peras y algunas manzanas. Me comentó
que obtiene 200.000 kilos de peras al año. Esto le deja unos magros ingresos,
ya que el intermediario controla el precio del producto. Actualmente, está
pensando en vender la chacra, ya que ninguno de sus hijos tiene intención de
seguir explotando la misma.