El otro día encontré el siguiente cuadro que compara el
nivel máximo de estudios logrado por la población entre 25 y 34 años en España,
la UE y la OCDE. Este tramo de edad es interesante porque es la edad a la que,
en líneas generales, las personas han concluido su formación.

Como se puede ver, para esta franja de edad, España produce
un número de universitarios o de titulados con FP Superior en línea con los
países desarrollados, 3 puntos por encima de la UE y 1 sobre la OCDE. Nuestro
gran problema, sin embargo, se encuentra en que tenemos casi la mitad de
titulados medios que en la UE o la OCDE: un 24% frente a un 47% y un 43%
respectivamente. Lógicamente, el porcentaje de población con ESO o menos es
mucho más alto, un 35% frente a un 15% de la UE y un 17% de la OCDE.

Estas cifras muestran que el escollo principal de nuestro
sistema educativo no radica en la universidad (esta tiene problemas, sin duda,
que deberán resolverse, pero ese es otro tema) o en la FP Superior. El asunto es que tenemos un
sistema educativo que deja a muchos jóvenes con cualificaciones claramente
insuficientes para competir en una economía basada en el conocimiento.

Este hecho fundamental queda oculto en el debate político
por polémicas estériles en torno a asignaturas como “Educación para la
ciudadanía” o el tema del bilingüismo o trilingüismo. El gran reto es conseguir
que los jóvenes que no optan por la educación universitaria completen el
Bachillerato y, sobre todo, una FP Media. Esta situación, sin duda, también
contribuye a la gran dualidad del mercado laboral español: puestos cada vez
menos seguros para los universitarios y técnicos superiores y precariedad más
acentuada para el resto.