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Vettonia obliga

Sobre el blog

En este blog quiero recoger algunas de mis lecturas, pasajes de mi vida académica y de mis viajes, así como ideas sobre la cultura y la sociedad actual.

Una sociología no obvia

Libros Posted on Sun, October 26, 2014 12:39

Una de las cosas de las que se ha acusado a la sociología, muchas veces
con razón, es de crear y utilizar una terminología y un estilo complejo y
confuso. Es decir, de utilizar un lenguaje abstruso para decir cosas obvias. De
este modo se esconden las carencias de la disciplina. Randall Collins escribió Perspectiva sociológica. Una introducción a la sociología no obvia (ed.
orig. 1982, segunda edición inglesa de 1992), en la que trataba de combatir
este modo de proceder.

Pretendía mostrar que la sociología no es un cúmulo de lugares comunes.
Al contrario, es una disciplina que proporciona descubrimientos no obvios o contraintuitivos.
El primero y del que se deriva buena parte de la especificidad de la disciplina
es la idea de que el ser humano no se conduce tan solo por principios
racionales. Lo repasaré brevemente en esta entrada. El homo economicus no es el modelo estándar de la sociología. Argumentaba
que la razón se apoya en principios no racionales, que la acción racional puede tener consecuencias irracionales y que el ser humano actúa dirigido por
condicionamientos emocionales. En todo caso, ataca la idea del “contrato social”,
pues este siempre está basado en una serie de principios morales “precontractuales”.
La solidaridad social se basaría, por tanto, en vínculos que no son fruto de un
acuerdo racional entre los miembros de esa sociedad. “La conciencia y los
intereses son solo la superficie de las cosas. Lo que está por debajo de esa
superficie es una fuerte emoción, el sentimiento
de un grupo de personas de que son similares y tienen una pertenencia en común”
(p. 41).

Al leer estos argumentos me pareció que no había nada “no obvio” en los
mismos. Al contrario, esas ideas para mí son de “sentido común”. Sin embargo,
tal vez no lo sean para otros. La idea de que la sociedad está fundamentada en un
acuerdo racional no ha desaparecido del imaginario popular y académico. Aceptar
que lo irracional y emotivo es también parte de nuestra vida social es complejo.
Por un lado, a nivel individual supone reconocer que no controlamos tanto
nuestra vida como creemos. Por otro lado, a nivel social supone reconocer
nuestra limitada capacidad de controlar el mundo. En ambos casos, implica
renunciar a una visión ingenieril de la vida o, dicho de otro modo, al uso de
la razón como instrumento mecánico infalible. Significa aceptar el ritual,
religioso o secular, como parte de nuestra vida y un cierto grado de imprevisibilidad
en la explicación de la conducta social. Oír esto es difícil para quienes
pretenden convertir las ciencias sociales en ciencias “duras”, pues la emoción
y los rituales son difíciles de cuantificar.

El resto del libro trata de ir mostrando las consecuencias no obvias de
este planteamiento. Collins consigue con éxito mostrarnos, de un modo didáctico
y sucinto, el modo de enfrentarse al mundo de la sociología, su perspectiva. Una
lectura altamente recomendable.



Santiago de Chile (I)

Viajes Posted on Sun, October 26, 2014 11:49

Al llegar a Santiago, después de visitar
la universidad vacía por los paros estudiantiles, me dediqué a pasear por sus
calles y a recorrer sus barrios. Paseé horas y horas por el Centro, por
Providencia, por el barrio Brasil, por las Condes, por Lastarria o por
Bellavista. La impresión no fue demasiado marcada. Es una ciudad gris,
escasamente monumental y con un regusto a pequeña ciudad europea. Cuando se
sale de estos barrios centrales, la sensación no hace sino agudizarse.

La ciudad alberga unos cinco millones y
medio de habitantes en sus 37 comunas. Si tenemos en cuenta que el país tiene
17 millones de habitantes, el 35 por ciento de la población del país vive en la
misma. El centro de la ciudad se organiza en torno al rió Mapocho, a lo largo
de La Alameda (Avenida Libertador
Bernardo O´Higgins), la Avenida Providencia, la Avenida Apoquindo y la
Avenida los Condes. Estas van desde el suroeste hacia el
noreste. En este sentido, los barrios y comunas son el Barrio Brasil y el
Barrio Universitario, Santiago Centro, el Barrio Lastarria, Barrio Bellavista,
Providencia, Barrio El Golf, Las Condes y Vitacura.

En general, las clases pudientes
comenzaron asentadas en los barrios más al suroeste para irse desplazando
paulatinamente hacia el norteste. En la actualidad, los
barrios meridionales son más populares. El centro es un gran conglomerado
administrativo y comercial, pero los santiaguinos hablan mal del mismo y
también del Barrio Bellavista o Lastarria como lugar donde vivir. La clase
media alta vive en Providencia y Las Condes, aunque en esta última se sitúan
más oficinas y grandes empresas. Se habla de Sanhattan para referirse a esta
zona de oficinas de hierro, cemento y cristal. La población más adinerada vive
en Vitacura. El resto, las clases medias y populares se distribuyen por el
resto de comunas, a mayor o menor distancia del centro de la ciudad.

Santiago no es una ciudad bella, en ningún
sentido. Su aspecto recuerda al Madrid de los años ochenta, pero sin las
construcciones históricas que adornan la capital de España. En general, es un
conjunto de sólidas moles de hormigón –preparadas parar soportar los relativamente
frecuentes movimientos sísmicos–, repartidas sin mucho tino por toda la ciudad.
Apenas tiene edificios históricos de origen español, a pesar de que el
territorio fue ocupado desde prácticamente el inicio de la conquista. Lo poco
que se hizo se ha ido perdiendo bien por la acción de los terremotos, bien por
la especulación inmobiliaria. Aunque no llega a los grados que se vivieron en
España en los años de boom inmobiliario, las grúas abundaban en toda la ciudad.
Sus principales construcciones históricas, del centro o del Barrio Brasil, son
del siglo XIX y comienzos del XX.

La ciudad, además, presenta una vida
cultural restringida. Algunas exposiciones en sus pequeños museos, la ópera y
la música clásica en el Teatro Municipal, algunas salas de teatro, una
abundante oferta de conciertos de grupos de pop y rock internacional, los
equipos de fútbol locales (Colo-Colo, Universidad de Chile o Universidad
Católica) y los cines y centros comerciales, llamados aquí mals, conforman el grueso de la misma. La juventud lo
compensa con una enorme variedad de locales, en los que grupos musicales
amenizan las noches. Las universidades, por su parte, hacen lo que pueden para
aumentar la oferta, programando conferencias que incluso se publicitan en el
metro.

Los santiaguinos, y los chilenos en
general, son gente contenida. Viven allí también inmigrantes bolivianos,
peruanos y colombianos, así como miembros de la comunidad mapuche. Estos suelen
desarrollar las tareas menos cualificadas y peor pagadas del mercado laboral.
Apenas hay descendientes de africanos, pues en este país la esclavitud
trasatlántica no fue importante. Los chilenos que he conocido son retraídos,
poco amigos de las altisonancias y, en general, respetuosos con las normas y
regulaciones de la vida ciudadana. En correspondencia, la ciudad es
relativamente segura. El centro de Santiago, del que suelen hablar mal los
santiaguinos, es incluso más seguro que el centro de Madrid o de Barcelona. Los
arrabales, sin embargo, no lo son tanto ya que, aunque limitada, la presencia
de armas es mayor que en Europa. Los carabineros suelen patrullar con chaleco
antibalas. Otro ejemplo de su carácter lo encontramos en el tráfico. Son poco
dados a desahogar la frustración de un “taco” con los demás conductores. El uso
de las bocinas y del insulto es más bien restringido.